Opinión Nacional

Diálogo

Nicolás Maduro heredó una de las peores crisis que ha sufrido la sociedad venezolana. Es integral, pues arropa a todos los componentes del Estado, la situación jurídica, económica, política, institucional, militar y social son evidencias de esta afirmación. Maduro no puede echarle la culpa al gobierno anterior, pues es justamente a éste al que apela para fortalecer su raquítico y malogrado apoyo popular. Esta tragedia ha obligado a la «camarilla militar con vocero civil», que hoy nos gobierna, a montar una campaña para un supuesto diálogo por la paz.

Este «diálogo» se desarrolla en medio de la más brutal represión, sobre la sangre de muertos y heridos, mientras sumamos cada día más presos, perseguidos y se «judicializa» la protesta estudiantil. Seamos sinceros, es la protesta estudiantil la que ha obligado a llamar al «diálogo», pues tiene un liderazgo distinto a la Mesa de la Unidad. De igual manera, hay que admitir que la MUD es una instancia que desde el punto de vista partidista, agrupa a la oposición, digo esto pues se debe diferenciar la acción de unos y otros, ya que no son excluyentes.

Dentro del régimen también existen diferencias, Cabello, Maduro y Ramírez son las cabezas más visibles de estas contradicciones. Es tal la situación, que la primera reunión del 10 de abril, fecha en la cual la oposición acude al Palacio de Miraflores luego de 15 años, tuvo una gran transcendencia, cuando en los países democráticos es un hecho usual. A este cuadro debemos agregarle que la llamada hegemonía comunicacional ha hecho invisible a la mitad del país, de manera que el 10 de abril el país pudo comparar dos visiones y modelos de país: uno en decadencia, fracasado y empobrecedor, y otro con argumentos, posiciones fundamentadas y respeto al adversario. No hubo sorpresas, lo único públicamente logrado fue la continuidad de las reuniones.

Cuando vemos al régimen tratando de ganar tiempo, debemos recordar que el pasado 19 de abril se cumplieron 11 años de la Mesa de Negociación y Acuerdos, en la que el gobierno ganó tiempo y también se lograron muchos acuerdos que no fueron respetados. No se debe negociar sobre los orígenes legítimos de la protesta y sus consecuencias, estos deben ser puntos centrales de las conversaciones.

 

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