Opinión Nacional

Diálogo político en Venezuela

Se está hablando con insistencia de la necesidad de un dialogo entre los dos polos políticos venezolanos. Eso sería perder el tiempo. Un dialogo es una negociación para examinar en que aspectos se puede coincidir y en cuales es necesario que ambas partes cedan posiciones para establecer un ámbito de paz, convivencia y hasta cooperación. Como en una democracia, por cierto. Se participa en un dialogo cuando se ve la posibilidad de alcanzar acuerdos. Si no existe esa posibilidad, el dialogo puede más bien exacerbar la controversia y el pleito, a menos que la intensión subyacente sea una hipócrita operación temporal de reducción de la presión y del crispamiento político. En pocas palabras el dialogo no tiene sentido si no se lleva a cabo de buena fe.

Creo que hay tres campos de análisis que son indispensables antes de correr a sentarse en una mesa de negociación. Primero hay que saber con quién hay que negociar (…yo ya abandono el eufemismo de “dialogar”). Negociar con voceros inocuos sin poder o con títeres parlanchines no lleva a nada como no sea a la vergüenza. En Venezuela la oposición tiene mejor definida su representación y vocería que el gobierno. Con la desaparición del jefe lo que quedó fue una coalición de grupos con orígenes y posiciones definitivamente no congruentes. Lo que tienen entre ellos es un área de intereses temporalmente común que los hace capaces de operar políticamente con una identidad aparentemente bien definida. Sin embargo, eso no quiere decir que negociar con quienes aparecen formalmente como sus líderes conduce a acuerdos con toda la coalición.

En la realidad la coalición de gobierno está compuesta por los militares, que son quienes verdaderamente tienen el poder; los operadores políticos, que son quienes están encargados de la parte sucia del negocio incluyendo los insultos, la violencia callejera y la parlamentaria; los ideólogos, que son los que todavía creen que están en un proceso revolucionario marxista en beneficio del proletariado y que son los que dan los eslogan y el palabrerío que haga que el gobierno suene revolucionario; los “técnicos administradores”, que son los encargados de manejar los negocios de la mejor manera capitalista que conocen para generar los dineros que se necesitan; los “boliburgueses” que son los encargados de repartir la grasita necesaria para que no vayan a tumbar al gobierno; y los cubanos. Los verdaderos plenipotenciarios son los militares y los cubanos pero ellos no se van a sentar en una mesa a dialogar con la oposición. Así que dialogar con cualquiera de los otros grupos es hablar con segundones que no deciden las cosas importantes. En conclusión, no hay con quien negociar.

El segundo campo de análisis es qué agenda temática pudiese ser acordada para esa negociación (…claro, suponiendo que se logren interlocutores válidos y plenipotenciarios). Me imagino que en la mente de quienes están proponiendo el dialogo está la idea estratégica general de convencer al gobierno de dejar de abusar del poder y no seguir violando la Constitución. De eso se derivaría la posibilidad de limpiar e independizar el resto de poderes del Estado para que sean ellos quienes controlen lo que el gobierno haría después de terminada la negociación. Pero ¿hay alguien que en su sano juicio tenga esperanzas de que ese tema llegue a formar parte de la agenda de negociación en la Venezuela de hoy? En situación normal, tal acuerdo no representaría amenaza alguna al ejercicio del poder central. Sin embargo, ¿alguien cree que los plenipotenciarios lo aceptarían? ¿Alguien ha visto alguna señal de que esa agenda se pueda acordar? Además, si así fuese y se acordase, ¿se puede creer que posteriormente los inevitables problemas y controversias serían resueltos por un sistema judicial independiente y que no habrá una fiscalía que cuando sea requerido por el gobierno levante de la nada acusaciones contra los alcaldes y líderes de oposición? Obsérvese que no hemos mencionado temas más sencillos que podrían ser negociados como por ejemplo, dejar quietos a los alcaldes elegidos y darles el presupuesto que les corresponde o elegir los miembros del “Poder Moral” por consenso negociado. Cosas así, sencillitas, pero que no parecen tener chance de ser ni siquiera discutidas. … Total es, que una agenda de la negociación tendría que ser muy aguada para tener chance de al menos llegar a la mesa.

El tercer campo de análisis está constituido por los aspectos contextuales de la negociación. Es decir, los que definen cómo es el momento histórico en el cual se está planteando la negociación. Veamos. ¿En que andamos? Según el gobierno se está construyendo el socialismo. En los hechos lo que se ha visto es la destrucción de lo que era una economía subdesarrollada pero relativamente moderna y dinámica para ser sustituida por nada. En la práctica, lo que han hecho es arrebatar los activos industriales y comerciales a sus legítimos dueños para entregárselos a un rebaño de mediocres, arribistas, ladrones y lumpen politiqueros que los han simplemente arruinado irreversiblemente. Igualmente ha sucedido con los contratos públicos, las licencias de importación, las divisas preferenciales y demás prebendas oficiales, que se les ha entregado a la boliburguesía.

Si, siguiendo a Merton, nos preguntamos cuales han sido las “funciones latentes” de tal comportamiento, nos daremos cuenta de que en el fondo lo que se ha hecho es comprar apoyo político distribuyendo convenientemente los recursos robados y el ingreso petrolero entre los “grupos esenciales” de la coalición, como dice Bueno de Mezquita. En otras palabras, el arte del jefe consistió en convencer a los ideólogos que se está construyendo la sociedad ideal marxista y a los operadores políticos que se está en una revolución mientras se le metía la mano a los recursos públicos para remunerar a los que en la realidad lo sostienen en el poder. Remuneración sin la cual el apoyo se detendría.

De todos modos, si el gobierno tiene como norte la construcción del socialismo (de tipo cubano, obviamente) entonces no puede negociar (es decir, dar concesiones) en relación a los pasos esenciales de estatización y control que está avanzando y si en efecto, el uso de los dineros públicos para mantenerse en el poder es su verdadero camino, pues mucho menos puede negociar.

Esta interpretación del proceso histórico que está viviendo Venezuela conduce a la conclusión de que una negociación entre los dos polos políticos prevaleciente no tendría ningún resultado concreto en este momento pues la base estructural del poder no puede ser llevada a la mesa de discusión sin destapar toda su fealdad e inmoralidad y los cambios que se necesitan, incluyendo el obvio y obligatorio respeto de la Constitución, implican la pérdida del acceso irrestricto a los tesoros públicos por parte del polo gobernante lo cual es precisamente la única base en la cual se apoya.

 

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