Opinión Nacional

Doble standard, política de Estado

Hay una tendencia nacional marcada al uso del doble standard. La palabra, de origen anglosajón, significa la injusta aplicación de diferentes principios a situaciones similares. La existencia de un grupo de principios que pueda ser aplicado en todas las situaciones, sería lo deseable. Pero, aquí ciertos conceptos son percibidos como aceptables para ser aplicados a un grupo de gente, pero se convierten en inaceptables cuando deben ser aplicados a otro grupo. Se trata de una suspensión inmoral del principio de igualdad. Es injustificable porque viola el principio máximo de la jurisprudencia moderna, según el cual, todos somos iguales ante la ley.

Me interesa el punto, tal y como lo describe el diccionario, porque la aplicación de una doble moral en lo político y económico la experimentamos diariamente. Hace unos días, por ejemplo, leí una entrevista a un empresario venezolano. Decía que así como le pagan en divisas a empresas extranjeras por trabajos que pueden ser perfectamente hechos aquí, por qué no se otorga ese presupuesto a gente como él, para que su empresa pueda sobrevivir. Ya sé que de su parte es una pregunta retórica. La explicación es la aplicación pública de un doble standard. Uno para los empresarios extranjeros afines y otro para los empresarios criollos no afines.

Desde la Asamblea Nacional, nos llegan otros ejemplos todos los días. Todavía recuerdo a Cilia Flores, icónica en ese sentido, cuando era presidenta de la Asamblea, negándole el derecho de palabra y burlándose de la diputada Pastora Medina, porque Medina aspiraba a ejercer el derecho que le dieron los venezolanos que votaron por ella, a expresar sus ideas y a defender sus derechos. Cuando pasó el tiempo y llegó Fernando Soto Rojas a ser presidente, le negó una vez a Flores la prolongación de su derecho de palabra, diciendo que ella tenía que acatar el tiempo reglamentario. Es decir, el que se le aplica a los discursos de todo el mundo. Ella inmediatamente invocó su derecho al doble standard. A ella no se le pueden aplicar los principios que se le aplican a la masa de diputados: Por lo tanto debe haber dos reglas, una para ella y otra para todos los demás.

En las últimas discusiones de la AN se ha usado mucho el doble standard. Sabiendo que cuando la policía de Barinas apaleó al dirigente de Javu, Lorent Saleh, el Gobierno tendría encima una acusación más por violación de derechos humanos, soltaron a Saleh y trajeron inmediatamente al debate un caso de otra violación de derechos humanos por la policía de Chacao, de hace tres años. Simplemente porque no pueden aceptar que se le aplique el calificativo de torturadores como a otros tantos gobiernos venezolanos. El gobierno actual y sus defensores no aceptan ser juzgados, castigados, ni acusados por acciones inhumanas, inmorales o ilegales. Tienen un justificativo que les hace diferentes al resto de los venezolanos: son bolivarianos y sus acciones deben ser estimadas de acuerdo a un patrón aparte.

¿Cuáles son las consecuencias? El doble standard de los políticos produce inmediatamente un hueco en las estructuras sociales que desemboca en anomia. Falta de normas. Un desbarajuste que nos define como sociedad, desde el «cuánto hay pa’eso», pasando por «lo angosto pa’ti y lo ancho pa mí», «como vaya viniendo vamos viendo», «el muerto al hoyo y el vivo al bollo» hasta aquello de que la vida «no vale nada».

Después nos sorprendemos de explosiones como las carcelarias, de las cuales la última, en el Rodeo, trajo una semana de secuestro donde cambiaron papeles presos y carceleros. O los especialistas no entienden por qué se le ocurrió a la banda de Los Plateados colocar en Facebook uno de sus asesinatos como gran hazaña. También se oyen conversaciones como el otro día en el Metro, de unos jóvenes, algunos policías: «Esa sarna», bien bueno que les cayeron a palos en Barinas. Su papá y su mamá les dan real. Tienen cesta ticket. Yo tengo que comerme una empanaíta y si alguien me pega un tiro, me lo calo. Nosotros, que somos unos marginales, tenemos que limpiar lo de ellos. Bien bueno que los molieron. ¿Y qué derechos, qué derechos!!. Si yo no tengo derecho a la quinta de ellos, ellos por qué lloran? Y encima en los periódicos salen como una gran vaina. Aquí lo que vale es el hierro (las armas). Eso es lo que da respeto. Aplicación del principio de doble standard. Sólo el que tiene fuerza, tiene derechos. Los que optan por el reconocimiento debido a su activismo político, a su ejercicio profesional o a su patrimonio deben someterse a los primeros. No tienen los mismos derechos, se les puede quitar lo que tienen e impedir que protesten.

Lo peor, es que quienes promueven esa doble moral social , política y económica, son como todo el mundo posibles blancos de la anomia. Igual que le pasó a Cilia Flores, cuando la mandó a callar un compañero de su propio partido por fastidiosa. O como le pasó a Mackled cuando pasó de ser un empresario comprometido con el proceso, a un narcotraficante enemigo de la humanidad. Y no voy a empezar a hablar de la larga historia de los ex amigos del Gobierno, con o sin real, que de todo hay. Solamente estaría contenta con que de vez en cuando identifiquemos nuestro omnipotente doble estándar para saber por dónde andamos como pueblo.

(*) Periodista; editora jefe de la corresponsalía de Notitarde en Caracas.

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