Opinión Nacional

Duelo de comandantes

Hugo Chávez marchaba bajo palio hacia un nuevo avasallamiento electoral, esta vez en las presidenciales del 28 de mayo, cuando irrumpió en escena la candidatura de (%=Link(8547162,»Francisco Arias Cárdenas»)%), uno de los comandantes del cuartelazo de 1992 contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez. El alcalde de Caracas, Antonio Ledesma, renunció a sus aspiraciones al conocer las de Arias, y a Claudio Fermín, el otro candidato civil, muchos le piden que haga lo propio para permitir un duelo de comandantes, un frente común contra el presidente liderado por quien fuera su amigo y compañero de sublevación.

«¡Traidor!, ¡Judas!», increparon a Arias las falanges oficialistas cuando el ex gobernador de Zulia, el hombre que más daño puede hacer a Hugo Chávez, compareció el miércoles ante el Consejo Nacional Electoral para inscribir su candidatura, una entrada en liza que ha desencadenado reacomodos en la oposición y entre las filas del Polo Patriótico, la coalición de Gobierno. Saca pecho y reclama cordura uno de los principales ideólogos de la intentona encabezada por el teniente coronel Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992 contra un bipartidismo corruptor y fracasado.

Imputando al presidente autoritarismo, incapacidad, demagogia, o tolerancia con la corrupción entre los suyos, el democristiano Arias Cárdenas, un experto en misiles durante el servicio en armas, recibe ya el apoyo de buena parte de los venezolanos antigubernamentales. Suma también entre el oficialismo enemistado con las políticas de su jefe de filas, o simplemente excluido en el reparto de candidaturas de unas elecciones con más de 6.000 puestos en juego. Crece asimismo entre el empresariado contrario al Ejecutivo.

Francisco Arias Cárdenas, de 49 años, casado, con dos hijos, católico practicante, abandera la moderación política y el pragmatismo económico y apenas es revolucionario. Su inscripción en campaña causa un revuelo considerable. La maltrecha oposición se felicita porque le avizora con posibilidades: capaz de arrebatar votos a la abstención, entre el 40% y el 60%; el Gobierno, pillado a contrapelo, prepara un cambio de táctica puesto que ya no se le oponen los «corruptos partidos de siempre», sino unos rebeldes que, como Chávez, se jugaron la vida en el asalto armado al viejo régimen. Arias cuenta con simpatías en los cuarteles, y en la moderación del Polo Patriótico, pero muchas menos en los cerros, entre los descamisados, que aguardan la prometida reactivación económica y social, y, entretanto, parecen conformarse con el reparto de plomazos, con los virulentos ataques presidenciales contra los ricos y los corruptos.

«Si me preguntan por lo que dice éste o aquel, yo digo ‘águila no caza moscas», despreció Hugo Chávez, de 45 años, en referencia a un rival aceptado rápidamente en la clase media, apenas el 13% de los venezolanos, pero cuyo gancho entre los pobres o míseros, el 80% de la población, el electorado chavista, está por ver. Le favorece el decaimiento nacional, una caída del PIB del 7,2% y del consumo, un 10%, durante el primer año de administración del hombre a batir.

El presidente reaccionará pronto, y bronco, pues es previsible un crecimiento demoscópico del disidente. En una arenga de reminiscencias cubanas, «¡acabemos con la contrarrevolución!», Chávez Frías tocó el jueves a rebato. Ha aplastado electoralmente desde diciembre de 1988, mantiene una popularidad del 70% y es probable que gane de nuevo en mayo, aunque cediendo terreno a la oposición.

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