Opinión Nacional

El ocaso de un proceso frustrado

El presidente Hugo Chávez Frías está desencajado. Se acabó su mito de invencibilidad. Quiere revancha porque quedó “en preaviso”, como él mismo le había dicho a su amigo y camarada Juan Barreto, alcalde metropolitano de Caracas, soñando con la aprobación de su bodrio constitucional. Se le vino el mundo encima, porque después de casi nueve años de gobierno, la ineficiencia de su gestión va quedando al descubierto, mientras la mayoría de los venezolanos que en 1998 confiamos en su compromiso político, social y ético para la refundación de la República, le hemos ido retirando esa confianza y le estamos exigiendo que gobierne democrática y sosegadamente como se lo imponen la Constitución y las leyes vigentes, sólo hasta el 10 de enero de 2013, si es que en 2010 no cristaliza el referendo revocatorio. Tiene el Sol sobre la espalda.

Reflexionar y actuar con sensatez

La madrugada del lunes 3, les envié a amigas y amigos, por correo electrónico, mis primeras reflexiones sobre el trascendental pronunciamiento popular. Ahora, lo comparto con los lectores y lectoras de La Razón:

1.- La negación democrática del bodrio constitucional de Hugo Chávez y su Asamblea Nacional, es la primera gran derrota política del presidente Hugo Chávez Frías, cuyas consecuencias se verán en el mediano y largo plazos.

2.- Comienza el ocaso del proyecto chavista, egolátrico y autocrático, que no expresa ni el proyecto bolivariano de quienes junto con Chávez asumieron el juramento del «Samán de Güere» en 1982, ni de quienes conformamos el «Polo Patriótico» en 1998. El ejercicio neogomecista del poder, comenzó a morir.

3.- El precario -pero definitivo- triunfo del «NO» es un fenómeno plural que ninguna parcialidad puede arrogarse, de muy buenas y grandes consecuencias democráticas, pero insuficiente para quienes lo puedan asumir como un hito inamovible.

4.- Los 4,5 millones de votos del «NO» -grosso modo- es algo más de una cuarta parte (25%) del universo electoral venezolano de 16 MM de electores y electoras, lo que evidencia que apenas es la voluntad de la cuarta parte de la ciudadanía venezolana con capacidad de decisión electoral.

5.- Hemos protagonizado un fenómeno decisivo pero insuficiente como para cantar victoria, históricamente hablando. Apenas comienza el ocaso del liderazgo de Chávez.

6.- Tanto el amplio margen de abstención (¿44%?) como la votación de 4,3 millones de votos del «Sí», indican lo complicado de la situación política venezolana, que exige un supremo esfuerzo intelectual y político, socialmente justo y democráticamente viable, para lograr caminos de transformación contemporánea.

7.- El país demuestra así, que ni el pluralismo del «SÍ» ni el pluralismo del «NO» (sus componentes son diversos y contradictorios) son mayoría decisiva en la sociedad venezolana, por lo que las turbulencias seguirán estando entre nosotros.

8.- Venezuela está agobiada por tanta presión desde 1999 hasta hoy, a lo cual hay que sumar lo traumáticamente vivido a partir del 27 de Febrero de 1989.

9.- Elevar la responsabilidad social y política entre nosotros, es labor de principal importancia. El país no está en manos de nadie; nos pertenece a todos y requiere del concurso de todos, nosotros y nosotras.

10.- Aunque ha sido este 2D una jornada memorable, nadie puede cantar victoria, aunque ganó la sensatez y el reclamo de equilibrios democráticos estables, compartidos por la mayoría. Venezuela se aleja de los extremos chavista y antichavista, lo cual es muy conveniente y lo único recomendable. Nos queda pensar, reflexionar y actuar con modestia y sensatez.

Previsible reacción presidencial

El pasado 2 de diciembre, fueron derrotados simultáneamente el presidente Hugo Chávez, su Asamblea Nacional y un concepto antidemocrático de sociedad “socialista” afincado en el mando unipersonal, el sectarismo, el abuso de poder y la corrupción. Les duele porque el liderazgo presidencial quedó seriamente lesionado; la Asamblea Nacional pasó a ser un ente surrealista, con actores de ultratumba, ridículamente pendencieros, totalmente ajenos a la nueva realidad política venezolana; y el proyecto autocrático y militarista (no sé por qué lo llaman “socialista”) quedó definitivamente enterrado. Esos tres datos de la realidad deben ser evaluados seriamente en el gobierno, especialmente por el presidente Chávez, a ver si le ahorran a Venezuela mayores lesiones a las ya infringidas por las insensateces de los bandos fanatizados del chavismo y el antichavismo, desde el triunfo electoral de diciembre de 1998. El país quiere sosiego, pero la egolatría ha disparado previsibles actos de frustración, que la sociedad recibe atónita y fastidiada de un hombre derrotado e intolerante a quien ya nadie le teme ni toma muy en serio, pues él mismo ha pisoteado la majestad de su alta investidura.

Insultos y amenazas

Molesto por unas versiones sobre presuntas presiones militares para que reconociera el triunfo del “NO”, publicadas por el colega y amigo Hernán Lugo Galicia –a quien respeto y valoro por su profesionalismo, calidad humana y honestidad- en el diario El Nacional, el presidente Chávez nos habló de •”mierda” y “dignidad”. Bastaba una aclaratoria o cumplido oficial, como lo estaba haciendo el alto mando militar, encabezado por el ministro de la Defensa, general en jefe (Ej) Gustavo Rangel Briceño, pero la ira presidencial desbordó el ambiente.

Por supuesto, “mierda” –para él- es el triunfo popular democrático del 2D, que acabó con su pretensión autocrática de mantenerse en el poder “hasta que se me sequen los huesos” y concentrar facultades de mando, que ni Juan Vicente Gómez. Fue más bien, una proyección de personalidad, no porque el Jefe del Estado sea “mierda” como él calificó desconsideradamente a Lugo Galicia y al pronunciamiento popular del 2D, sino por la contrariedad y frustración, rabia íntima, que la soez expresión revela, impropia en un Jefe de Estado, quien por su investidura es el “Primer Magistrado” de la Nación, es decir, el primer maestro público del país.

Sin embargo, como otras muchas palabras del castellano (y del habla venezolana), “mierda” no sólo sirve para insultar; también, para calificar:

Mierda son los corruptos que están y han pasado por su gobierno haciendo pìngües negocios, esos “chavistas encumbrados” multimillonarios, rodeados de testaferros contratistas del Estado.

Mierda es el abuso de poder que caracteriza a su gobierno.

Mierda es la dilapidación cochina de los dineros públicos para beneficio de los objetivos de su parcialidad política, con impune acción abierta y descarada del vicepresidente ejecutivo de la República (jefe del “Comando Zamora” nombrado por el mismísimo Chávez), igual que los ministros, presidentes de institutos y empresas del Estado, gobernadores y alcaldes.

Mierda es el peculado de uso (utilización de bienes públicos de todo tipo con fines distintos a las estrictas funciones públicas) que caracteriza a su ineficiente y arbitraria gestión gubernamental.

Mierda es la utilización parcializada, excluyente e inmoral de Venezolana de Televisión (VTV) y demás televisoras y radioemisoras del Estado venezolano en contra de la pluralidad política nacional, y sectariamente a favor del oficialismo.

El presidente Chávez habló de “dignidad”, la suya, al momento de insultar al gentilicio venezolano en la persona de la mayoría política que electoralmente acaba de derrotar sus ansias hegemónicas, “hasta el 2050”. Maniqueamente, polariza su discurso, insulta y premia, descalifica y alaba, amenaza y recompensa. Es habitual en él. Así, a la “mierda” que es cualquier periodista crítico o atrevido, un opositor o un hecho histórico como el triunfo del “NO”, el pasado 2 de diciembre, le opone la “dignidad” que supuestamente él representa y resume su gobierno.

Pero además, amenaza y descalifica a sus propios seguidores, les pasa factura por no haber ido a votar por el “SÍ” o por haber votado “NO”. No han sido más que “traidores” y “culpables” de la derrota. Él, no; en su egolatría, Chávez cree que él lo ha hecho de lo mejor; y como él es casi perfecto, siempre tiene la razón y su proyecto autocrático es el mejor del mundo. En verdad, está de psiquiatra, para poder manejar la crisis existencial que vive, reconocerse en sus miserias y comenzar a aceptar la dura realidad que lo atormenta.

El ocaso

Al presidente le costará comprender qué pasó el 2D y cuáles son sus consecuencias inmediatas y mediatas. No es fácil comprender la caída, el comienzo del ocaso político personal. Sus adulantes no ayudan, en verdad; poco o nada le dicen, porque no se atreven y por estar incapacitados para asimilar el fenómeno que los constriñe.

En definitiva, se acabó el proyecto político autocrático y militarista; Chávez no pudo imponer su reelección indefinida, y mucho menos un modelo de sociedad arcaico e inviable. Eso pasó, y no hay vuelta atrás. El 2D le bajamos el copete a Chávez y sus adulantes medradores.

Sindéresis y sosiego son mi recomendación. El proceso político venezolano sigue su curso democrático, con dificultades, pero destinado a recomponer valores y compromisos. La era Chávez comenzó a morir.

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