Opinión Nacional

El país se cae de (y por) Maduro

A pesar de que es fácil identificar cuáles han sido los momentos más graves desde el punto de vista socio-económico en la historia del país, siempre es difícil aseverar con total precisión cuál de ellos constituye la peor de las crisis vividas. No obstante, en una coyuntura en la que se combinan la imposición de una ideología fracasada como lo es el socialismo comunistoide, con la conducción de un grupo tan arbitrario, mediocre y corrupto, que ha traído como consecuencia tal nivel de intolerancia política, distorsiones institucionales, problemas sociales e insuficiencias económicas, es difícil no pensar que la actual debe ser la peor de todas las crisis que haya sufrido Venezuela.

Ya en nuestra entrega anterior hicimos un detallado balance de las cifras negras con que cerró el año 2013 y pronosticamos que el 2014 será peor desde todo punto de vista. De hecho, a pesar de que aún no tenemos las cifras definitivas de enero, a la hora de terminar este artículo, sí sabemos ya que el número de cadáveres ingresados a la morgue de Bello Monte rondará la cifra de 500, que la escasez de alimentos y diversos productos se ha sentido más que nunca, que las colas para comprar lo poco que se consigue son cada vez más largas y humillantes, que muchos locales no han abierto por falta de inventarios, y que los precios siguen su indefectible tendencia al alza como si fueran los pasajeros de un enorme globo que vemos elevarse hacia el cielo.

Como si ello fuera poco, el caos se apodera de la cotidianidad. Todos los días diversos sectores de la sociedad protestan por distintas causas justas (falta de viviendas, malos servicios, reivindicaciones salariales, etc.), y la forma más común para hacerse sentir es trancando calles, lo cual origina un colapso total de la ciudad que se trate. Pero más allá de esta modalidad (que al fin y al cabo es cívica aunque polémica), resulta que ahora el hampa se da el lujo de tomar un pueblo entero -como acaba de ocurrir en Ocumare-, poniéndose por encima de las autoridades legales y controlando absolutamente todo. De igual forma, al terminar estas líneas, la ciudad de Caracas presencia una inédita protesta de motorizados, que han decidido actuar como gremio para dejar sentir su malestar por las nuevas regulaciones que se han impuesto sobre sus condiciones de circulación. Estamos, pues, a un paso de la anarquía total.

Por todo ello, más otros elementos que no referimos por limitaciones de espacio, podemos afirmar que el país se cae de (y por) Maduro, ya que claramente el principal responsable de toda la grave crisis que ocurre en este momento es quien detenta la Jefatura del Gobierno. Es él quien mantiene a Raúl Castro como su tutor, quien ratifica a Giordani (un auténtico dinosaurio del pensamiento económico) como el gran timonel de la planificación, quien profundiza los controles y el acorralamiento a la empresa privada, y quien decide además militarizar la economía y poner a Generales como Torres, Barrientos y Mota en cargos para los que no tienen ninguna preparación.

Ante esta situación, los venezolanos tenemos 3 opciones: resignarnos, quejarnos pero sin hacer mayor cosa, u organizarnos para protestar y abrirle los ojos a quienes aún no ven la realidad ni identifican a los responsables. Frente a ello, es nuestra tarea como dirigencia política alternativa convencer a la mayoría que asuma la tercera opción y descarte las dos primeras. Sentarse a esperar que las cosas ocurran solas es lo que no debemos hacer. Estamos obligados a asumir errores, sacudirnos cualquier desánimo y seguir luchando, dispuestos además a ensuciarnos los zapatos y sudar la camisa en el terreno de lo social.

Los frutos maduros se caen solos al final (ya podridos casi siempre), pero si se sacude la mata, caen antes. De hecho, no sólo es válido, sino también legítimo, organizarse para protestar ante tanto deterioro social y mal gobierno. Basta ya de calarse el chantaje gubernamental de que protestar y tomar la calle es igual a conspirar o propiciar golpes militares. Nuestra legislación establece el derecho que tenemos los venezolanos a manifestar y también prevé varias opciones que se pueden impulsar. La oposición venezolana es esencialmente democrática, pero sólo reafirmando nuestra voluntad de lucha y organizándonos (preferiblemente en el marco de la Unidad, la cual debe renovar su estrategia, composición y hasta conducción si es necesario, para adaptarse a la nueva realidad no electoral), podremos encontrar, sobre la base de la protesta cívica, un camino viable y exitoso, apegado además a la Constitución.

Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Subsecretario de ABP

@CiprianoHeredia

 

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