Opinión Nacional

El pañuelo

En Francia durante el siglo XV,, los marineros que regresaban de la China, imitaron la costumbre que consistía en usar una tela liviana en la cabeza para protegerse del sol.

Los franceses le dieron el nombre de “couvrechef”, -para cubrir la cabeza -y luego los Ingleses le llama-ron entonces “kerchief”, hasta llegar a nuestros días con el nombre de Hand kerchiefs, pañuelos de mano.

En Inglaterra se pusieron de moda en época de la reina Isabel I y se acostumbraba bordar en ellos el monograma del ser amado.

Los romanos usaban el “sudarium”, o trapo para el sudor, precisamente para cuando transpiraban o tenían necesidad de soplarse la nariz. Por cierto que en siglo XVI, apareció— en un libro de etiqueta o manual de buenas costumbres, la crítica a limpiarse la nariz con la manga, constancia que dejó— el conocido Erasmus de Rotterdam al calificar de basta, esa costumbre.

En España, en la tauromaquia existe todo un lenguaje del pañuelo donde sus colores y movimiento tienen significados precisos; en el “galerón”, baile típico de
los llanos en Colombia y Venezuela, el hombre persigue a la mujer con el rejo de enlazar o con el pañuelo mientras ella escapa coquetamente; en la cueca chilena, el pañuelo es parte fundamental del vestuario del bailarín; en la indumentaria gaucha, es indispensable el pañuelo; la jota aragonesa pasó— a ser en México la danza del pañuelo o jarana yucateca.

En la Argentina, Las Madres de la Plaza de Mayo se identifican con un pañuelo blanco en la cabeza; en el juego infantil de la “gallinita ciega”, los participantes se cubren los ojos con un pañuelo, al igual que a la dama que simboliza La Justicia y a la cual la llaman absurdamente la “dama ciega” y decimos absurdamente, pues de ser ciega no necesitaría de una venda en los ojos.

Es el caso que el bordado de ropa alcanzó su máximo esplendor en los siglos XVII y XVIII, especialmente uno conocido como el bordado de Sajonia que se hizo famoso para bordar puños y pañuelos.

Hasta no hace mucho era costumbre entre novios y amantes el guardar mechones de pelo, cartas y pañuelos, no obstante, era también lo caballeroso, una vez terminada o interrumpida la relación, devolver al ser amado todo lo que pudiese ser comprometedor, de ahí que recordemos un verso del poeta venezolano Luis Pastori que reza así:
Te mando todas tus cosas,
Tus cartas y tus pañuelos
Espérame en la ventana,
Para devolverte tus besos.

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