Opinión Nacional

El posmodernismo “socialista”

1. La manada de Toni Negri

En la “multitud” de intelectuales pro-capitalistas que pretenden querer el socialismo, Toni Negri y Michael Hardt son animales alpha. Pero, la manada que pastorea en los fértiles  llanos agnósticos de la burguesía es mucho más amplia. Filósofos, curas, politólogos, literatos, historiadores, economistas, sociólogos y filántropos de todo tipo forman las tropas de ese ejército clasista peculiar. Lo que los une es el lamento sobre su trágica existencia y el  evangelical cuan idiota mensaje de salvación de Holloway, de “cambiar el mundo sin tomar el poder”.

2. Posmodernismo socialista y neurociencia 

Cual héroes de la tragedia griega quieren hacer el bien, convirtiéndose de piadosos corderos del status quo en feroces leones del anti-capitalismo. Mas, cargan la cruz de la “ausencia” del paradigma del Socialismo del Siglo XXI; ausencia que les impide una consecuente praxis anticapitalista. Su peregrinaje anticapitalista queda frustrado y el Santo Grial del Socialismo del Siglo 21, inalcanzable.

Hegel y Galileo han de estar en algún lugar del más allá, riéndose, porque hace siglos que explicaron que  sólo puede percibirse una realidad, para la cual existe una predisposición teórica del sujeto. Los “ojos de la razón” era la narrativa de Hegel, “hipótesis” decía Galileo y software diríamos hoy. En el caso de la “multitud” intelectual cripto-capitalista, esa hipótesis está deformada por sus intereses de  clase. Ahí existe un paralelismo con los enamorados del modo de producción soviético, paralelismo causado por la doble influencia del interés clasista (burocrático) y la razón de Estado.

En términos de neurociencia, “la multitud” del posmodernismo socialista sufre de prosopagnosia colectiva, enfermedad en la cual los sentidos perciben perfectamente bien una realidad, pero el cerebro es incapaz de organizar e identificar los datos percibidos como una configuración real con identidad propia, por ejemplo, la cara de una persona (face blindness). Qué gigante racional el “idealista” Hegel y qué enanos científicos los corderos del Capital.

3. Dios y el Socialismo del Siglo 21 no son previsibles

Cuando la ciencia moderna no existía, el agnosticismo, es decir, la postura de que ciertos fenómenos como “Dios” y el futuro no son previsibles, tenía alguna plausibilidad. Hoy día, tales afirmaciones son el parque jurásico de la intelectualidad light y reaccionaria. La pregunta, si Dios existe, no puede ser contestada por la ciencia, porque ésta trabaja sobre evidencias empíricas sistematizadas racionalmente. Dado que “Dios” en el universo no es más que una fata morgana (espejismo) en el desierto —un objeto imaginario, que sólo tiene existencia privada— no puede verificarse ni falsificarse. La ciencia, cuya esencia es la verdad, define con honestidad lo que puede determinar y lo que no.  La teología, por supuesto, tampoco puede hacerlo. Pero, siendo su razón de ser la impostura intelectual, es lógico (y good business) que pretenda lo contrario.

4. La predictibilidad de la evolución social

Un argumento menos frívolo del agnosticismo socialista, que es muy común en los Estados con modo de producción soviético, es la afirmación, de que no se puede conocer el paradigma del Socialismo 21, porque depende de la praxis futura del ser humano. Es menos frívolo, pero doblemente ignorante: desconoce siglos de avance del  pensamiento progresista y es indocto frente al status actual del conocimiento científico.

Immanuel Kant elucidó “las condiciones de la posibilidad” de la praxis; Darwin descubrió  la ley de evolución biológica en la interacción genoma-entorno; Marx y Engels descifraron la ley de evolución social como resultante del carácter previsible-no previsible (estocástico) del universo, más específicamente, de la interacción entre el modo de producción, las masas y los líderes (sujetos sociales). Ese conocimiento objetivo de “la identidad” del universo   —su constitución interactiva de determinismo y aleatoriedad—   proporciona la llave para prever los futuros estados de evolución de un sistema. Sólo la ciencia tiene esa llave. Los demás “cerrajeros” son curanderos.

5. Raúl Castro y los atractores del futuro socialista

La praxis social futura no es infinitamente abierta, sino determinada por los restrictores genómicas y sociales. Las opciones del Comandante Raúl Castro para salvar a la Revolución Cubana, por ejemplo, se limitan a transformar el modo de producción  soviético en una economía desarrollista de mercado. No tiene otra alternativa.

En los sistemas dinámicos complejos, como la historia mundial, se prefiere analizar la evolución del sistema ya no con el concepto newtoniano de “centro de gravitación”, sino con él del “campo de atractores” (basin of attraction). El término se refiere a un campo vacío,  cuyas variables determinan la dinámica evolutiva del sistema. Si nos preguntamos, cuál fue el campo de atracción del sistema mundial en los últimos trescientos años, la respuesta es clara: la intersección de constituciones parlamentarias, economías de mercado y Estados nacionales. En la comprensión de ese campo de atracción de la civilización capitalista mundial   —hoy día estructuralmente agotada por sus propias contradicciones—   encontramos el campo de atractores de la futura civilización postcapitalista global: la economía equivalente sustentable, la democracia participativa y la gobernanza democrática global de la especie. Este es el paradigma del futuro que la manada prosopagnóstica de filósofos, curas y académicos, no puede divisar.

  6. ¿Con qué culo se sienta la cucaracha?

 “¿Con qué culo se sienta la cucaracha”?, pregunta mi revolucionario amigo venezolano Víctor Martínez, cuando no le ve solución a un problema. “La multitud” de “socialistas”  postmodernos aborda la misma incógnita, adaptándola a sus fines: “Con qué culo epistemológico nos sentamos para defender al criminal e indefendible sistema capitalista”. Y la respuesta es: con el culo del agnosticismo socialista. Quod erat demonstrandum.

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