Opinión Nacional

El proyecto: la cubanización

Es triste la verdad. El pueblo, que somos todos, queremos un nuevo gobierno y un nuevo sistema político. No solo de jóvenes como muchos piensan, sino de nuevas caras con modernos pensamientos, distintos a todos los anteriores, preñados de inteligencia y visión de futuro real y no de utopías

Es triste, decimos, porque lamentablemente, persisten viejos factores que perturban este ideal y no se entiende como pueden los líderes en quienes confiamos, integrantes o no de la denominada “Coordinadora Democrática”, ser capaces de pactar con los causantes de la situación y a la vez, fungir con engaño, ser los forjadores de la ilusión que mantiene viva nuestra esperanza de lograr salir de la pesadilla…

Después de todo lo que ha ocurrido, y con la frustración por los errores que hemos tenido que olvidar y tolerar, pareciera que no existe escarmiento en el liderazgo, quienes quieren continuar ejerciendo el protagonismo discriminatorio, sin dar cabida a las críticas que hacemos los que también trabajan en la misma línea sin la morbosidad de la pantalla. Pareciera que estuvieran confiados de nuestra aceptación sin importarles llegar hasta la traición de pactar con el “enemigo”, creyendo que la desesperación de la mayoría de los marchantes (oposición) nos obliga a aceptar sus destemplanzas.

La realidad del venezolano pensante es crucial y de resignación, pero nunca sería de estoicismo, en el entendido que el asunto no es político sino de existencia e independencia, por lo que nadie puede pensar o deducir que las personas responsables de lo que está ocurriendo, y causantes de la desgracia del país, que no es Chávez solo sino él y todo su cínico entorno, pudieran darse el lujo de cohonestarse con ellos a espaldas nuestras. Para mayor desgracia olvidan que muchos “chavistas” se han unido a nosotros ante el engaño e ignorancia de su líder, el cual ha demostrado y ha permitido demostrar la existencia en el país de “mediocres” interesados en gobernar, sin importarles el destino político de todos, que en su mayoría no queremos ni aceptamos su “proyecto”, que no es otro sino la “cubanización” de Venezuela.

Cree Chávez que los cubanos admiten y aceptan con agrado el comunismo castrista. El piensa en serio que ellos se sienten felices, sin enterarse de los grandes deseos que tienen de ser como nosotros, o mejor aún, como los vecinos del norte, cuyo mar de fronteras sirve de tumba a muchos de los que han osado aventurarse a dejar su paz isleña. Disfruta con Castro la frustración que ha tenido, al no haber logrado la completa liberación del mercado norteamericano. Piensa que el caudillo de la “revolución fracasada de América” es feliz y se siente como pez en el agua cuando es aplaudido por las multitudes que asisten a disfrutar de los emparedados, las gaseosas venezolanas y los helados sin crema que les reparten solo en estos actos.

Esta felicidad no es difícil de entender en Chávez, dada su peculiar personalidad maleable e iluminada por el más simple halago y el aplauso de grupos que lo miren como líder. Tampoco de José Vicente, quien ha demostrado ser un hábil mimético de discurso fresco y borroso, siempre presto a transmutar las realidades para favorecer la incongruencia y los dislates presidenciales. Dícese que actúa como la gacela, con gracia pero con hipócrita perfidia, capaz de absolver los errores de su jefe, en el entendido que éste es incapaz de descubrirlo, es un Sancho con molinos de Quijote.

Es triste, insistimos, pero más que triste, es lamentable que personas con un nivel superior de educación utilicen a Chávez como un ejemplo de estadista o de líder, y justifiquen su expresión vulgar y mediocre por la supuesta aceptación y complacencia de los que votaron por él (el pueblo). No aceptan que esos votantes ya no son tales. Todavía duermen en la sorpresa del “Firmazo” con incredulidad y se autoengañan para suponerse que nada ha cambiado en los electores. No obstante, le tienen miedo a cualquier proceso donde nos midamos electoralmente. Les aterra aceptar la realidad, por ello se aferran a la legitimidad, aunque la adversidad les viene arrollando. Para ellos, el paro fue un alivio al endosarle a éste la responsabilidad de la creciente crisis situacional.

Es grave la destrucción de PDVSA, el secuestro de las divisas y ojalá que no se cumpla la amenaza penal en la materia, ya que sería una tentación para delinquir. Esto debe ser visto con lupa por los miembros de la Oposición, de la CD o no, ya que deben entender que la coyuntura no es un manjar para degustar a su antojo el reparto del liderazgo. Es, por decir lo menos, la antesala de una guillotina o la apertura de una tumba para disfrutarla en vida, donde no tendrán mucha cabida ni la bailoterapia, ni los pitos ni las banderas, salvo las que sirvan para arropar las mediatintas de los traidores de la oposición o de los “pendejos” a quienes creen engañar.

Nos embriagamos con los logros, que han sido muchos en esta lucha protagonizada por todos, pero lamentablemente surgen los héroes que quieren cobrar por sus sacrificios, creyendo que son los únicos y los mejores.

No hay dudas, se abrió una lucha por la candidatura, contando los pollos antes de nacer, embriagados por el “firmazo”, olvidando que Chávez prefiere que el país se destruya, antes que aceptar cualquier derrota. Mientras más sufra el pueblo, más fuerza cree tener para culpar de los males a quienes lo adversan.

Se habla de los payasos y del dueño del circo. Y nos preguntamos, ¿Será cierto que hay que atacar sólo al dueño del circo? Pensamos que, si bien es cierto que esto es necesario, no podemos olvidar que son los payasos los que hacen el circo y sin payasos este no existe y en el circo actual son los payasos los que piensan y los que dominan el escenario detrás de bastidores. Si no los atacamos y quitamos sus máscaras, nunca acabará este circo.

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