Opinión Nacional

El síndrome del Grinch

Faltan luces de colores en Caracas, también arbolitos y ambiente festivo. Y para compensar, sobran fricciones. Hasta el 23 de diciembre hubo protestas estudiantiles repelidas por una Guardia Nacional, que respondió con golpes, agua y perdigones en el preludio de esta Navidad. ¿Qué pasó con las pascuas del venezolano?

De la tragedia de Vargas para acá, varios de los últimos días de cada año han sido frenéticos. Por una u otra razón, la República Bolivariana de Venezuela ha celebrado algunos diciembres entrampados en el fragor de la confrontación política, los desastres naturales y los vaivenes de la economía.

El gaitero Neguito Borjas no tiene dudas de que algo pasa. Lo sabe por la cantidad de conciertos que últimamente ha tenido que suspender. «La gaita es el menú principal de la Navidad venezolana y nosotros no hemos podido hacer nada en esta», lamenta desde Maracaibo. Muchas actividades políticas y desastres naturales han ocurrido en los últimos tres meses del año y esa situación ha frenado hasta la música.

Es el síndrome del Grinch, concluye la periodista Marianela Salazar. «Quienes decidieron expropiar la alegría sufren una especie de síndrome del Grinch, el monstruo que odia la Navidad en el popular cuento infantil del escritor estadounidense Dr. Seuss». Eso escribió en la última edición de la revista Look Caras y ahora, frente a las últimas escenas del año, agrega que «hay un ‘GrinCH‘ tropical que decidió confiscar propiedades, autonomías universitarias y expropiarnos la libertad y la alegría».

Polarizados
Si no basta con el chaparrón de agua y leyes que ha caído este diciembre, el del año pasado será recordado por dejar 11 bancos quebrados. Ni hablar de la ya célebre Nochebuena de 2002, en la que hubo hallacas en medio de un paro de 63 días, o de ese 28 de diciembre en el que un Chávez reelecto anunció -tres días antes del final de 2006- que RCTV no pasaba del próximo año…

El sociólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela, Amalio Belmonte, señala que la polarización política no es ajena a las fiestas del venezolano y sobre todo en Navidad y Año nuevo, por tratarse de celebraciones colectivas que se pasan junto a familiares y amigos.

Este suele ser un tiempo de esperanza vinculado con el porvenir y por eso, Belmonte cree que una parte de la sociedad está celebrando con la incertidumbre de perder algunas libertades. «La perspectiva que tienen muchos venezolanos es que nos quieren imponer una hegemonía», señala. «A la angustia natural que puede haber en cada casa se suma la incertidumbre del futuro del país y la preocupación frente a un gobierno que está avasallando a la sociedad».

«Cambio Navidad por libertad», decía una de las pancartas que una estudiante alzó el 23 de diciembre en medio de la marcha que terminó dispersada por efectivos de la Guardia Nacional. Como si se tratara de un día cualquiera, las primeras planas de los periódicos de este 24 de diciembre destacaron imágenes de ese enfrentamiento entre civiles y militares.

Sin casualidades
Esta vez ni los titulares fueron muy navideños: «Mesa de Unidad alerta que Gobierno ‘deroga’ la Constitución de 1999»; «La información pública es ahora confidencial por una providencia»; «Sindicatos protestan por despidos en el Ministerio de Finanzas»…

El diputado electo por el estado Miranda, Julio Borges, llamó el martes a estar pendientes y mantenerse en pie de lucha, independientemente de que sea diciembre, Carnaval o Semana Santa: «Lo que está haciendo la Asamblea Nacional saliente es aprovecharse de la Navidad para legislar de espaldas al pueblo; están aprobando un conjunto de leyes que sólo buscan concentrar el poder, no instrumentos que resuelvan los problemas de la gente».

Nada de esto es casual para el sociólogo y directivo de la Universidad Central de Venezuela, Amalio Belmonte, quien dice que en las alturas del poder hay una intención de desestimar los festejos decembrinos. «Nos quieren imponer un modo de vista distinto», afirma. «El Gobierno aspira construir un nuevo tinglado cultural; toda revolución levanta sus propios altares, dioses y símbolos, y la Navidad -tal como la concebimos los venezolanos- no está muy vinculada con las ideas que el Gobierno busca implantar».

Algo de eso asomó el diario Clarín de Argentina en el año 2006, cuando apareció en Gaceta oficial un decreto que sólo permitía pesebres en las oficinas públicas: «Tal vez es una sobreactuación de su hostilidad hacia todo lo que sea o parezca estadounidense. O acaso simple capricho. Lo cierto es que una disposición del gobierno de Hugo Chávez disparó una nueva polémica en Venezuela. Los empleados públicos no podrán este año colocar en sus oficinas árboles de Navidad o imágenes de Papá Noel, símbolos ‘ajenos a las tradiciones’ de ese país».

Contra la tradición
El presidente de la República, Hugo Chávez, criticó la noche del 23 de diciembre del año pasado la «locura consumista» de entregar regalos a los niños en Navidad, por considerar que «hace perder los valores espirituales», y sugirió en cambio, contarles historias sobre Bolívar y la Patria.

«¿Por qué hay que comprar ropa nueva todos los diciembres?», preguntó. «El estreno del 24, ¿a quién favorece eso? (… ) Y la gente anda loca comprando el juguete y se lo meten a los niños, en la mente de los inocentes niños por televisión, por propaganda y por todos lados».

Más que un complejo, para Marianela Salazar se trata de una venganza. «Diciembre siempre fue un mes de tregua, un alto para la diatriba, el hecho de que todos disfrutábamos de las tradiciones familiares se respetaba, pero como este es un gobierno revolucionario y los resentidos sociales abominan de esas tradiciones «pequeño burguesas», lo que vemos es una arremetida, una ofensiva contra las clases productivas».

A su juicio, varias tradiciones decembrinas se han quedado en el camino. Lamenta, por ejemplo, que las parrandas navideñas estén en franca extinción. «No hay ánimo ni para el amigo secreto», lamenta. «Se escondió por miedo a ser descubierto, lo que hay son enemigos públicos».

La otra cara
En las filas del Chavismo también reconocen varias navidades ajetreadas, pero no precisamente por un Grinch que gobierna desde Miraflores. Recuerdan, por ejemplo, que en el año 2002 fueron factores de la Oposición quienes hablaron de posponer las navidades hasta que el Presidente de la República renunciara.

Antonio Daza, quien se presenta al otro lado del teléfono como «revolucionario socialista», publicó una carta dirigida al Presidente en el portal de Aporrea, en la que manifiesta las dificultades que sufren en San Cristóbal y el resto del estado Táchira para poder comer hallacas en estos tiempos. Pero para que nadie se confunda, deja claro que es culpa de una oposición que manipula las medidas empleadas ante las lluvias, así como de unos funcionarios públicos que engañan al primer mandatario nacional.

«Todos los días tenemos que hacer cola para surtir de gasolina a nuestros vehículos, no tenemos gas doméstico en bombonas para hacer nuestra comida; y en ésta época de Navidad mas males se nos enciman: el mercado argumentando escasez nos pone el pimentón a 30 bolívares, las hojas para hacer las hallacas navideñas a 25 bolívares el kilo, el pernil que usted anunció se vendería a 20 bolívares no lo consigue en menos de 40», sostiene Daza en la carta que escribió al presidente Hugo Chávez.

Extirpar el monstruo
La directora de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, Tibisay Serrada, encuentra dos panoramas: por un lado un grupo identificado con la oposición, en el que la situación política ha penetrado en el estado de ánimo y la forma de celebrar y, en contraparte, habla de otro sector cercano al Gobierno, que más de quejarse por los vaivenes de la política, resiente los problemas económicos de la inflación y el costo de la vida.

Serrada cree, de cualquier forma, que es superficial hablar de un cambio en las navidades exclusivamente por la coyuntura política. Está claro que este 24 de diciembre mucha gente llevó a la mesa los últimos acontecimientos del país. De seguro hubo quien habló de la oposición, la nueva y vieja Asamblea Nacional y, por supuesto, del presidente Chávez. Pero advierte que hay tradiciones navideñas que se han perdido por otros aspectos, como la reducción del número de personas dentro de un mismo núcleo familiar, el poco interés de algunos jóvenes por seguir rituales como la preparación de las hallacas en familia o privilegiar las compras antes que las reuniones y los encuentros.

Sea por lo que sea, Serrada cree que el significado de la Navidad sirve para fomentar la unión. «Debería ser una situación aséptica e incluso de reencuentro, para quienes están en los extremos de la sociedad, para que las familias se reúnan e incluso para hablar de nuestras diferencias sin atacarnos».

A ambos lados hay quienes hablan de un Grinch, pero Serrada cree que lo que hace falta es luchar contra ese mismo monstruo: «Yo precisamente lo que quiero es que se elimine ese Grinch, porque esto no se trata de una novela rosa donde hay buenos y malos. El Grinch es el diálogo polar, que anula y divide, y abrir ese diálogo es la única posibilidad de entendimiento».

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