Opinión Nacional

Elecciones fraudulentas

QAlgunos amigos me han preguntado mis impresiones sobre la atípica campaña electoral en curso en Venezuela.  La respuesta para todos ha sido que he estado observando con detenimiento los acontecimientos y explorando ciertas fuentes para escribir un diagnóstico certero, aunque ya hay elementos que permiten hacer algunos adelantos.

El aspecto más resaltante es la escasez intelectual y política que el candidato del gobierno le imprime al debate. No plantea temas, ideas o programas y, por supuesto, menos aun la posibilidad de un gobierno de concentración nacional para dar solución a los acuciantes problemas.

Hay quienes sostienen que a Nicolás Maduro no se le debe descalificar con referencias a su pasado como chofer de autobús, pero la realidad salta a la vista: Es primitivo y ha demostrado que de él no se pueden esperar destellos de inteligencia. Sus discursos están hechos con mentiras garrafales, retazos de frases de Hugo Chávez, y hasta tratando de imitar sus gestos, la voz y hasta la mirada.

Su campaña made in Cuba tiene como única fuente de inspiración el culto a Chávez, su endiosamiento, además de denuncias sobre supuesta injerencia del imperialismo y la oligarquía internacional.  Como no tiene nada que decir, llega al colmo de cantar el Himno Nacional cubano y a afirmar que el cáncer le fue “inoculado” al fallecido militar barinés, con el propósito de exacerbar el sentimiento electoral chavista.

Algo todavía más grave es la actitud complaciente del Consejo Nacional Electoral y, sobre todo, de su presidenta, Tibisay Lucena, así como el uso atropellante que se le está dando a la Fuerza Armada y a los medios radioeléctricos, lo que configura un cuadro de irregularidades que vicia el proceso y sus resultados. Sin temor a dudas se puede hablar de elecciones fraudulentas, sin igualdad de condiciones para el candidato opositor.

En la cadena de abusos no ha faltado el Tribunal Supremo con sus fallos torcidos para darle instrumentos a Nicolás Maduro: Pisoteó la Constitución al impedir que el Presidente de la Asamblea Nacional asumiera de manera interina la jefatura del Estado, y permitió que el vicepresidente actuara como Presidente Encargado y candidato, contraviniendo expresas disposiciones. 

Después de las protuberantes deficiencias de la contienda que culminó en octubre pasado, la estrategia de Henrique Capriles ha tenido cambios importantes: Su discurso es de firme denuncia contra el gobierno, ha despertado emoción e incorporó a su comando figuras importantes de la Mesa de Unidad, pero, por supuesto, está por verse si eso es suficiente.  Y aunque ha denunciado irregularidades en el CNE, no pareciera haberlo hecho con la fuerza indispensable para obligar a rectificaciones para garantizar el equilibrio requerido.

El problema de fondo no es contar votos, sino una campaña electoral limpia, con equidad, porque en los últimos 14 años no la ha habido.  Lo que ha habido es una supuesta democracia disfrazada en conteos de votos, que ya augura lo que va a ocurrir el domingo 14 de abril. ¡No al fraude!

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