Opinión Nacional

Entonces no era un peine

Los artículos 333 y 350 están en la Constitución Nacional. No son un panfleto subversivo que repta por los intersticios de la legalidad. Dicen respectivamente que todo ciudadano, con autoridad o no, debe poner de su parte para restablecer la vigencia de la Constitución; y que este pueblo (es decir, no los argentinos, ni los suecos, ni los australianos, sino nosotros todos) debe desconocer cualquier régimen que se meriende sus valores y garantías. Eso dice la Constitución aprobada por la Asamblea que convocó este gobierno. No en pretérito pluscuamperfecto: este gobierno, el de ahoritica.

Sucede que cada vez que se los invoca -y vale Dios que razones han sobrado, si bien han faltado aquellas- el estribillo es el mismo: «Y con qué se come eso?» Otros más atrevidos califican de «peine» esa legítima provisión constitucional.

Pues bien, una vez amenazados los más conspicuos emblemas de la descentralización, súbitamente se identificaron las guarniciones que acompañan el plato principal. De repente se ve claro que hay asuntos ante los cuales no es posible permanecer en el cataléptico «wait and see», esa especie de limbo que inventaron los norteamericanos para, finalmente, terminar muriendo en la orilla. Se percibe que nos encontramos más allá del punto de no retorno y descubrimos que los recursos están allí para utilizarlos cuando se identifica el peligro. Se evidencia, igualmente, que cuando esa conciencia se manifiesta convertida en respuesta inmediata, la arbitrariedad acusa el golpe.

Si no, qué fue lo que presenciamos en el Zulia? Cuáles los motivos de ese pueblo para aventarse a las calles? Qué llevó al Presidente del Consejo Legislativo Regional a pronunciar un discurso que constituye una pieza de coraje, de solidez conceptual y recio liderazgo, que conmovió hasta los cimientos la fibra democrática de los venezolanos? Qué, si no la certeza de una sola opción: el desconocimiento de comandos ilegítimos, de órdenes injustas. La resistencia. El desafío del discurso, de la presencia, de la negativa y del alza de la parada a un gobierno que viola la Constitución. En cada zuliano que salió a la calle, en la voz que llamó a defender al Zulia, allí vivían el 333 y el 350. Con eso es que se come.

Hay abusos que colocan el juego en otros términos. El auténtico líder se percata y se prepara. Los demás no lo perciben, pero igual salen a la cancha, porque hasta el más desprovisto conoce las opciones: el arrojo o el despojo. El resto viene sólo.-

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