Opinión Nacional

Entre la verdad y la mentira

El lector moderno resuelve el dilema sobre las clases de esclavo y amo existente en tiempos de Aristóteles recordando que la esclavitud hizo posible el florecimiento del Helenismo en el mundo antiguo. Sin la esclavitud no hubiese existido ningún estado griego, ningún arte o ciencia griega, ningún Imperio Romano. Y sin Helenismo y el Imperio Romano, no hubiera podido ser ninguna civilizaciùn moderna. Sin la esclavitud de la antiguedad, tan necesaria como era universalmente reconocida, no podríamos estar aquí sentados, leyendo. La esclavitud en aquél período representó un gran paso adelante, un bárbaro y casi bestial medio mediante el cual el hombre se extrajo a sí mismo de entre las bestias. El lector que se preocupa con la afirmación de Aristóteles de que toda la sociedad humana debe fundamentarse sobre el principio de la esclavitud, además de preocuparse también por las intenciones del chavismo, podría igualmente reprocharle a los griegos su carencia de antibióticos y de poder nuclear.

Pese a los límites ideológicos impuestos por la sociedad de esclavos en que Aristóteles vivía, le corresponde el duradero crédito de que reconoció la trascendencia característica de todos los sistemas políticos y sociales; de que tienen que involucrar una anterior consideración de algún principio o estándar del bien, y que la política, por tanto, presupone un sistema de ética. Este concepto, como se verá tambiÄn en la Poética, se observa a través de todo el pensamiento de Aristóteles. Deja claro que no sólo cuestiones ordinariamente reconocidas como morales sino cada problema de la política es, en cada sentido real, un problema moral, una visión a la que cada filosofía científica moderna, después de siglos de preocupación con el concepto tradicional de la virtud, está lenta pero inevitablemente regresando.

La discusión de Aristóteles de los estados ha influenciado todo el pensamiento político moderno a través de su concepto de qué constituye un buen o un mal estado. Un buen gobierno, dice, es la libertad bajo la ley. «Los gobiernos que tienen consideración por el interés común están constituidos bajo estrictos principios de justicia, y aquellos que consideran sólo el interés de los gobernantes son despóticos».

Aunque cree que el hombre nunca logrará una forma perfecta de gobierno, Aristóteles postula tres formas de buen, o tolerable, gobierno: reino, que define como un estado en que una persona gobierna por el interés común; aristocracia, el gobierno de los mejores por el interés común; y mancomunado o de comunidad, «la más tolerable forma de gobierno», representado por la democracia constitucional de hoy, en que los ciudadanos administran el estado por el interés común (como no es el caso con el chavismo hoy).

Todos los malos gobiernos, continúa Aristóteles, son meramente perversiones de estas tres formas básicas. Los reinos degeneran hacia tiranías cuando la monarquía se vuelca a servir sólo al interés del rey y sus satélites; las aristocracias degeneran hacia oligarquías cuando los ricos se vuelcan para gobernar en su propio interés; y hasta las mancomunidades degeneran hacia la tiranía del gobierno del vulgo, «una tiranía no menos temible que el gobierno de los pocos».

Para evitar estas formas de degeneraciùn gubernamental, Aristóteles proponía moderación, restricción y temperancia en cada nivel. Un hombre que actúa virtuosa y honorablemente y que ejecuta las tareas más nobles para el bienestar común puede encontrar una gran satisfacción tanto para sí mismo como para «la gente que se asigna a sí misma la parte más grande de la riqueza, honores y placeres corporales». Como total antiimperialista después de su desengaño con Alejandro el Magno, Aristóteles predica que hasta las naciones tienden a perder su virtud nacional y todas las características de su cultura cuando se sobrepasan políticamente.

El Aristóteles de la Política es primordialmente un hombre racional, ansioso para la observación y la ponderación, creyente de que la virtud consiste no necesariamente en moralidad absoluta, pero en pensamiento razonable; y que el pensamiento razonable ocurre no sólo a alguien sentado en algún lado de la soledad, sino que también se deriva del continuo cruce-fertilización de las ideas y de una observaciùn interminable.

Aristóteles comprendía que el hombre contiene dentro de sí mismo las semillas del bien y del mal. Se preocupaba más por sugerir las condiciones que exaltarían el bien y reprimían el mal. Eso es quizás lo más importante que la Política nos ofrece a todos hoy: enfrentar a las cosas como son y hacer lo mejor posible para corregir los abusos. Esto es realismo, y no el más cerrado sentido platónico.

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