Opinión Nacional

Espectáculo, hipocrecía y poder

La actitud de un salsero portorriqueño que se niega a cantar en Venezuela y la de un diplomático panameño que se niega a plegarse a su gobierno en su decisión de silenciar lo que escandaliza a gritos son pruebas palpables de que el hielo de la indiferencia frente a la dictadura venezolana comienza a romperse. Que Dios lo convierta en un iceberg.

No hay que ser muy perspicaz para alimentar la sospecha de que ninguno de los artistas que visitan el patio por razones comerciales respalda en su intimidad al régimen que sufrimos. Pues si incluso aquellos que alguna vez simpatizaron con La Habana – Serrat, Sabina, Miguel Bosé, Fito Páez y tantos otros, por mencionar sólo a los de afinidades y tendencias claramente izquierdistas – deben tener la perfecta conciencia, dada su cultura y su inteligencia, de que ni el llamado “proceso revolucionario bolivariano” ni el régimen del ex teniente coronel Hugo Chávez al que diera origen tienen nada en común con la que fuera la revolución cubana, a no ser la obsecuente subordinación de la segunda al primero y la inmisericorde explotación de la primera al segundo. Soportada por las escandalosas y urgentes necesidades de manutención de la isla y el indispensable soporte de ingeniería dictatorial que requiere el chavismo para entronizarse en el Poder per secula seculorum. Un obsceno matrimonio de conveniencia, con el pobre y cínico galán del braguetazo y la fea y estúpida novia adinerada.

También lo deben saber otros artistas, nacionales o importados, pero menos vinculados, como los mencionados, a la farándula exquisita de quienes saben moverse por talento, originalidad y astucia en el límite entre el espectáculo y la cultura. Salseros como Rubén Blades, que le prestan al régimen su pátina de popularidad ilustrada en conveniente alianza con quienes, provenientes del mundo de la haute culture debidamente subvencionada por los gobiernos de turno – de izquierda, centro o derecha, da lo mismo – , como el director venezolano Gustavo Dudamel y su maestro José Antonio Abreu, apuestan a irrumpir en el anchuroso sendero del éxito masivo interpretando mambos y guarachas. Haciéndole de paso un elegante servicio a sus mecenas bolivarianos, que quisieran con todo derecho, como dice el refranero venezolano, “verle el queso a la tostada” de inversiones tan cuantiosas y aparentemente tan inútiles como pasear por el mundo a todo un regimiento de músicos vestidos con los colores patrios y sus ocho estrellas. ¿O es que Blades desconoce las circunstancias imperantes en Venezuela, uno de esos desgraciados países de la América irredenta a cuya búsqueda se lanzara con místico entusiasmo salsero en algunos de sus trabajos discográficos?

Que Venezuela es una dictadura, así haga todos los esfuerzos por aparentar ser una democracia plebiscitaria, esto es: neofascista, lo tienen que saber músicos tan perspicaces como los que nos visitan, provenientes de democracias consolidadas. Por no mencionar a quienes se cuadran sin remilgos con el régimen y pasan por caja a recoger su debida contraparte, como corresponde. Y quienes creen, posiblemente de buena fe, que éste es un régimen del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Al que hay que respaldar, pues es anti imperialista y antinorteamericano, así no sea ni lo uno ni lo otro, salvo del estentóreo cerco de los dientes para fuera. Pienso en los nacionalistas portorriqueños que suelen brincar hasta Caracas en cada ocasión que se presente, sin saber que Venezuela es uno de los más seguros y confiables proveedores petroleros del imperio, que USA – y todos sus aliados que se entretienen en la OEA haciendo como que velan por la democracia – nos provee de todo lo que se necesita en un país que importa huevos, pollos, carne, azúcar, café, arroz, caraotas, frutas y todo aquello sin lo cual viviríamos al borde de la inanición, como los socios mayores que penden de la consorte venezolana. Y de que para hacerlo gasta miles y miles y miles de millones de dólares, todos los cuales provienen principalmente del imperio – el norteamericano y, desde hace un tiempo, mediante leoninos empréstitos, el chino – y de que por esa razón, Venezuela, la estúpida y manirrota tía rica, se encuentra al borde del colapso y a punto de despertar en cueros. Sin otra herencia que un fajo inconmensurable de deudas y pagos atrasados. Y la estampida de quienes venían como la abeja a la miel.

¿Qué puede importarle esa situación a quienes vienen a esquilmar su poquito, con jugosos contratos en dólares, posiblemente preferenciales si sirven al circo y los empresarios responsables se entienden con los malandros enriquecidos del entorno en el tenebroso y sórdido mundo de los negocios? Un mundo, por cierto, sin afinidades políticas, sin principios y absolutamente amoral, como corresponde a quienes le venderían un extintor al mismo diablo.

De allí lo inusitado, lo explosivo, lo inaudito, lo jamás imaginado del gesto de denuncia del popular músico norteamericano de origen portorriqueño Willie Colón. Quien despreciando el provecho que podría sacarle a un mercado asegurado por el interés del régimen en mantener el circo de los pobres a plena máquina y sorprendiendo a quienes jamás hubieran imaginado que alguien tan popular y tan aparentemente alejado del mundo de la denuncia y la política hiciera lo que hasta hoy no se han atrevido a hacer los propios cantautores de reconocida dimensión política, como los arriba mencionados. En Serrat, en Sabina o en Fito Páez hubiera sonado hasta mucho más lógico que el extraño silencio que guardan. Pues salvo el honroso caso de Alejandro Sanz, la cantautoría hispana ha hecho un discreto mutis por el foro. No se hable de la latinoamericana, incluso la propia venezolana, lo que ya avergüenza.

La actitud de un salsero que se niega a cantar en Venezuela y la de un diplomático que se niega a plegarse a su gobierno en su decisión de silenciar lo que escandaliza a gritos son pruebas palpables de que el hielo de la indiferencia comienza a romperse. Que Dios lo convierta en un iceberg.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba