Opinión Nacional

Genealogías

En 1814, una vez que acabó la contienda con los franceses, Fernando VII regresó a España, con la intención, según sus propias palabras, de ser un rey absolutamente absoluto.

(…) José Antonio Vidal Sáles, en su libro «Los Borbones: una dinastía trágica» (Editorial Mitre. Barcelona, 1985), hace la siguiente observación al respecto:
“ A la llegada de Fernando VII a Valencia un grupo de diputados reaccionarios le presentó el llamado «Manifiesto de los Persas», que era un documento en el que le aconsejaban derogar la Constitución elaborada en 1812 en las Cortes de Cádiz, conocida como «La Pepa», por haber sido promulgada el día de San José. La primera etapa de su gobierno se caracterizó por el absolutismo (1814-1820) y tuvo lugar la persecución y depuración de liberales y afrancesados”

Roberto Pelta Fernández

FERNANDO VII y su época. Una aproximación patobiográfica

No se trata tanto de que no haya nada nuevo bajo el sol, sino de que los hombres que quieren reemplazar al astro rey no conocen más que una clase de disfraz.

Heredamos del poder español lo último que recibimos de él; la España que vino después y que superó –pagando el precio que todos conocen- la rémoras de la corte corrupta del absolutismo tardío y que logró achicar la desventaja que la separaba de Europa apenas hace unas décadas, fue desde el momento de la Independencia un referente lejano que no nos sirvió ni de ejemplo ni de espejo.

Los norteamericanos, en cambio, mantuvieron con Inglaterra una relación de análisis y crítica permanente, ya fuera porque no querían cometer los mismos errores o porque reconocían que no podían ser demasiado diferentes a la madre que los había parido.

Las colonias sudamericanas actuaron como si fueran huérfanas y desarrollaron todo tipo de ardides para disimular el origen de sus costumbres, costumbre ésta que desembocó en la inevitable repetición inconciente del tic delator: como el personaje de la telenovela que años más tarde finge ser otra persona, los gobernantes de nuestro continente traicionan su genealogía con discursos y modales que no han avanzado un ápice desde el siglo XVIII.

Un ingrediente notable es el de la pereza y la ineptitud disfrazadas de parsimonia y pomposidad, dignas de la corte de otros tiempos: el Sr. Ministro ( perdón, Su Excelencia ) siempre está ocupado y pocas veces tiene a bien atender asuntos que no sean de suprema urgencia. Mutatis mutandi, en todos los escalones del poder la importancia de un funcionario se mide en razón inversa a su disponibilidad: mientras menos disponible esté , más poderoso es o parece.

En la base de la pirámide todos y cada uno de los ciudadanos sufre del contagio epidémico y se “da su puesto” siendo o fingiéndose displicente con los otros, de modo que estos se sientan como súbditos y deban dirigirse a él con reverencia en los términos barrocos y serviles que abundan en nuestra escritura jurídica.

“Ante Ud. muy respetuosamente ocurro y expongo…”
Es lo que parece esperar un mesero, un taxista o el empelado de la tienda como preámbulo requerido para “tener a bien” dignarse a atendernos. Aciago pronóstico para nuestra siempre incipiente industria del Turismo.

Y pesadilla permanente para quienes quieren progresar y prosperar, porque acudir a una cita con puntualidad, responder a una solicitud oportunamente, cumplir un compromiso a tiempo… son conductas consideradas por muchos como signo de debilidad o manera plebeya de comportarse. Mientras más hagamos esperar, menos cumplamos lo prometido y más oportunidades tengamos de declarar en tono solemne y molesto “no se puede”, más parecidos seremos al paradigma solar del poder absoluto que nunca hemos superado del todo, desde los lejanos tiempos de infancia “ cuando Fernando Séptimo usaba paletó.”

Porque todos somos aquí nobles y para los nobles el trabajo es cosa vil. Sin saberlo perpetuamos aquello contra lo que se levantaron nuestros libertadores:

“Desde las diez y cuarto hasta las once menos cuarto tomará su alteza la lección de baile. A las once menos cuarto pasará su alteza al cuarto de sus majestades a darles cuenta de su salud y aprovechamiento, y saber cómo han pasado la noche, manifestando a sus augustos padres el afecto y cariño que les profesa y los deseos de complacerles y servirles. (…)

A esta hora se servirá a su alteza la comida y concluida se divertirá en lo que guste o hará la siesta hasta las dos…”

Pedro Voltes. Fernando VII. Vida y reinado

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba