Opinión Nacional

Horno de Leña: La candelita en la política exterior venezolana

A objeto de que…

(%=Image(1972218,»L»)%)Al monocorde Canciller de la República, Coronel retirado del Ejército, príncipe del “a objeto de” y rey del dequeísmo gubernamental, no le llama la atención que el gobierno de los Estados Unidos haya llamado a su embajadora a Washington para consultas.

Pone los pelos de punta pensar en una Cancillería dirigida por militares obedientes y no deliberantes, formados en especialidades militares pero inexpertos en diplomacia, en momentos en los cuales la República parece irse quedando más sola, incomprendida y desamparada en el concierto internacional de naciones y grupos de países.

Ya nuestra política exterior ha sido por décadas lo suficientemente incompetente y cambiante para que, en momentos en los cuales el respaldo norteamericano, y sus prioridades internacionales y las de los países occidentales –Rusia y China incluidas- cambian de rumbo drásticamente, tengamos ahora a la cabeza de la política internacional venezolana a personalidades que claramente parecen no estar entendiendo lo que está pasando realmente, ni parezcan tener el conocimiento, el peso y el prestigio propios suficientes como para conducir la política externa pragmática que la realidad nos impone, ni para hacerle ver al Presidente cuál es esa praxis.

* Ni el Presidente Bush ni el Departamento de Estado malinterpretaron al Presidente Chávez

Tal vez la política tremendamente agresiva y drástica de Washington a raíz de los ataques del once de septiembre sea exagerada e injusta, tal vez sea equivocada, pero, en cualquier caso, es real y está en plena ejecución, es una clara política de Estado, aparte de que no cabe la menor duda en cuanto a que el terrorismo es una peligrosísima maldición que debe ser combatida a fondo. Lo que el Presidente Bush le está diciendo al mundo en general, y al terrorismo y algunas naciones en particular, es que está dispuesto a borrar del mapa a quien intente desestabilizar su país y afectar su modo de vida y sus posiciones internas y externas. Tal vez sea esa nueva actitud la que el Presidente Chávez y su equipo en la Cancillería no están comprendiendo bien, que ya ni siquiera los dirigentes isrealitas pueden jugar a la candelita con Washington.

En cambio, en cuanto a Hugo Chávez, el Presidente Bush y el Departamento de Estado entienden estrictamente lo que han visto y oído:

– Un Presidente venezolano que se tomó más tiempo que ningún otro, incluyendo a Fidel Castro, para protestar contra el ataque del 11 de septiembre, y cuando finalmente lo hizo fue de una manera tan aparatosa, elaborada y cursilona, que sonó a falsa.

– Un Presidente que declara contra el terrorismo, pero envuelve el mensaje en aclaratorias, planteamientos, exigencias y condiciones que tal vez sean románticamente justas, pero resultan hoy en día confusas e incluso acusadoras hacia los Estados Unidos, su actualidad y su historia. Su reciente discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas fue más de lo mismo: muchas vueltas, rimbombancias y frases hechas y anticuadas para decir confusamente lo que los demás presidentes dijeron directa y claramente.

– Un Presidente que ha mantenido relaciones personalizadas y abiertamente amistosas (y sorprendentes dada la tradición diplomática venezolana) con naciones acusadas de apoyo al terrorismo y que, además, son claras tiranías incluso con amplias evidencias de violaciones graves a los derechos humanos (¿o es que acaso el señor Bouteflika y el Comandante Castro son Presidentes democrático de derecho y de ejercicio?)

– un Presidente que sin necesidad alguna se ha comprometido en una defensa extemporánea pero insistente de un terrorista no sólo reconocido internacionalmente, sino convicto y confeso, como es Ilich Ramírez.

– Que las dos figuras civiles claves del Gabinete de Hugo Chávez, fueron incluso más allá en la defensa de Ilich Ramírez –aunque el mismo terrorista los hizo quedar como tontos un par de días después cuando manifestó su solidaridad y alegría por los ataques a Estados Unidos
? un Presidente que condenó el terrorismo, pero que mostró fotos, deliberadamente escogidas y montadas con las cuales prácticamente acusó de terroristas a los Estados Unidos.

– Un Presidente que ha disminuido la globalidad de las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos con gestos más tontos y petulantes que útiles: el rechazo a la ayuda de los ingenieros militares norteamericanos cuando la tragedia de Vargas, el retiro de los militares venezolanos de operaciones conjuntas que eran ya tradicionales, la sacada de la delegación militar de USA en Fuerte Tiuna, la visita al dictador de Iraq convirtiéndose en el primer mandatario democrático que rompió el vacío diplomático establecido alrededor de Sadamm, la negativa a permitir los sobrevuelos en contra del narcotráfico, etc.

Bush no malinterpretó nada, simplemente reaccionó a lo que ha venido viendo y escuchando desde que Hugo Chávez juró su cargo sobre la moribunda Constitución anterior.

* Quienes están malinterpretando son el propio Presidente Chávez y sus principales funcionarios civiles

Están malinterpretando el momento mundial y, en consecuencia, el momento venezolano. Están malinterpretando la posición que se espera de Venezuela. Están malinterpretando algunas concesiones politiqueras que dirigentes como Jacques Chirac hacen sólo para la galería y en consecuencia malinterpretan la verdadera posición de los países europeos.

Están malinterpretando la realidad del negocio petrolero y de esa manera están arriesgando peligrosamente nuestro propio futuro económico arriesgando no precios, sino porciones de mercados- aunque no puede negarse que el saltarín periplo intercontinental del Presidente ha ayudado, al menos, a blindar el interés de los productores más allá de la simple aceptación de una situación, sólo que los mismos resultados pudo haberlos logrado mediante delegados calificados sin necesidad de gastar dinero, tiempo y energías en un viaje absolutamente innecesario.

Que empresas y gobiernos franceses y británicos tengan interés en invertir varios miles de millones de dólares en gas y petróleo, no significa que ahora si van a llover las inversiones extranjeras en Venezuela, significa sólo que esas empresas tienen interés en lo que es su negocio propio; esos dólares, si finalmente llegan, quizás ayuden via impuestos y regalías a mantener los pagos de deuda externa y a financiar un tiempo más el derroche gubernamental, pero no significarán ni siquiera el inicio de la recuperación económica venezolana.

* Esas malinterpretaciones suelen ser no sólo peligrosas, sino muchas veces determinantes

Cuando un gobierno llama a su embajador en otro país para consultas, lo hace porque las relaciones entre ambas naciones están en un nivel de máxima tirantez. Llamar a un embajador para consultas es una decisión grave, que Venezuela no debería tomar con la ligereza que parecen estar tomándola nuestros dirigentes gubernamentales y diplomáticos. Para empezar, si Washington llamó a su Embajadora, Caracas debió, por principio, haber llamado al suyo, aunque sólo fuera para tomarse unas ojalá cortas vacaciones; o, aún mejor, para escuchar las opiniones de un veterano eficaz como Ignacio Arcaya.

Decir por radio y televisión “I want to be your friend” suena más a chacota de un Presidente peculiar que en el mismo programa promete, proclama, reclama, canta y recita, y es otro síntoma de que el Presidente simplemente no entiende la realidad de la situación. Los norteamericanos tienen mucho sentido del humor, pero no ése humor.

Si quiere normalizar la relación entre Estados Unidos y Venezuela, el Presidente Chávez va a tener que tomar medidas y ejercer acciones mucho más claras, contundentes e inapelables que el discurso en las Naciones Unidas, en el cual, una vez más, condenó el terrorismo y de inmediato se puso a filosofar sobre la justicia social mundial. La hora de los chistes, las ambivalencias y el jueguito del dije pero no quise decir lo que en realidad tampoco dije como dicen los medios que dije, ya se le agotó. Y lo más grave es que está agotado frente al mundo, y frente a su propio país.

Especialmente ahora, cuando hasta el libio Khadafy habla contra el terrorismo no porque el 747 de Panam y otras acusaciones no hubieran sido con él, sino precisamente porque parece querer dejar bien claro que ésa es una etapa superada y que ningún terrorista encontrará refugio en las arenas de Libia ni ningún país ni grupo con sangre y bombas entre sus planes, encontrará el menor respaldo.

En esta realidad, el Presidente Chávez no puede aceptar impunemente un discurso como el reciente incendio de su Vicepresidenta, tan peculiar que llegó a meter en el grupo de los villanos hasta a la propia Microsoft. O Chávez está de acuerdo, con lo cual lo de “I want to be your friend” no es más que una mentira peligrosa, o Chávez cambia de Vicepresidente.

Los Estados Unidos no van a cambiar su posición suspicaz y de molestia frente a Venezuela sólo porque Chávez diga que quiere ser amigo y que no deben malinterpretarlo. A estas alturas del partido este pitcher zurdo está descontrolado y tiene las bases llenas y a Barry Bonds al bate.

Vergüenza sindical

Sea culpa del escuálido y mas bien patético sindicalismo chavista, sea culpa de adecos y cuartarrepublicanos de Carlos Ortega, sea culpa de quien sea o de todos, la verdad es que el espectáculo electoral que ha presentado toda la dirigencia sindical venezolana es vergonzoso y triste. Si ésa es la dirigencia laboral que tenemos, un grupo de señores y señoras que arreglan sus cosas a base de trampas, triquiñuelas, asaltos, golpes y robo descarado de documentos, entonces el país enfrenta una situación social, política, cultural y económica mucho peor y trágica que la que solemos pensar.

* Oportunidad perdida

Parece mentira que a estas alturas de la difícil realidad venezolana, ni el Gobierno, ni los sindicalistas tradicionales parezcan entender que, si de algo está ávido el venezolano en todos sus niveles, es de honestidad y de eficiencia. Justamente lo contrario de lo que han demostrado todos los dirigentes sindicales de este país en un proceso electoral que tenía que ser alegre, eficaz, honesto y fluido.

Las sucesivas y constantes declaraciones de los diversos candidatos, reclamando pillerías y echándose las culpas unos a otros, fueron, por decir lo menos, decepcionantes. Frente a la real o presunta complicidad del CNE con el gobierno, la dirigencia sindical no ha demostrado ni la coherencia, ni la eficiencia ni la claridad que el movimiento obrero, y el país, esperan y merecen.

* Legitimidad cuestionable

Gane quien gane –cuando sea- este vergonzoso proceso electoral, quede como quede finalmente integrada la directiva de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, quedará flotando un nefasto aroma de ilegitimidad, una sensación de pequeñez, de codicia pura y simple de cuotas de poder, de roñosa complicidad, de que todo no es más que un club de mentiras y mentirosos, una triste gallera sindical.

* ¿En cuántas otras batallas se equivocarán Chávez y sus adláteres?

Han errado gravemente en el manejo de las relaciones con los medios; con la Iglesia; con los empresarios grandes, medianos y pequeños; con los Estados Unidos; con Colombia; con el caso Montesinos y la relación con el Presidente Toledo; con la clase media venezolana; con los agricultores y muy especialmente con los ganaderos; con Alfredo Peña; con los gobernadores no chavistas; con el MAS y con Pablo Medina; con el diseño y la ejecución de su propia política comunicacional y de propaganda…. que recordemos en este momento.

Y, con tánta o mayor importancia que con los medios y la Iglesia, se equivocan y persisten en su equivocación con el sector laboral, al cual trataron de conquistar y controlar a la fuerza. No supieron aprovechar un ambiente generalizado en los comienzos del gobierno de Chávez, propicio a cambiar a fondo las estructuras y la dirigencia tradicional. No supieron captar políticamente a los trabajadores sindicalizados y a esa dirigencia mediana y pequeña que está adentro, junto con los trabajadores, día a día.

Creyeron en los pajaritos preñados de Nicolás Maduro mientras se las ingeniaban para apartar a Froilán Barrios, a Isbelia Sequera y al Nuevo Sindicalismo, y pensaron que la veterana estructura laboral, con más de sesenta años de experiencia, organización, desarrollo constante y consolidación, estaba podrida y se derrumbaría de un soplo, imaginaron que los trabajadores rechazarían su organización sindical igual que adecos y copeyanos dejaron abandonados a AD y Copei. No dejaron que los trabajadores se acercaran a ellos, quisieron atraparlos de un manotazo.

Y perdieron.

No hay un chavismo obrero, Chávez no tiene convocatoria suficiente para convertirse en el líder máximo de los trabajadores, mientras que el sindicalismo tradicional sí puede paralizarle el país al gobierno.

Lástima que Aristóbulo Istúriz se haya dejado arrastrar a un posición gobiernera y antisindical. Lástima de algunas actitudes de Carlos Navarro. Lástima que Chávez no haya logrado acuerdos iniciales con el Nuevo Sindicalismo. Lástima que haya escuchado demasiado a Ciavaldini frente a los sindicatos petroleros, y a Nicolás Maduro en vez de a Andrés Velásquez.

El proceso electoral sindical ha sido una vergüenza, pero el intento chavista ha resultado un desastre.

La tragedia militar

Los golpes de estado ya pasaron de moda, son locuras del pasado que ya nadie comete en América Latina. Pero a la gente –los civiles que no están en el gobierno, el soberano- le encanta hablar de movimientos militares, de descontento en la oficialidad, de comandantes y coroneles iracundos, de generales con más poder y voluntad que los que realmente tienen.

La gente habla de los militares porque los militares, por principio y por tradición, no hablan de ellos mismos ni de los secretos y realidades de su institución. Entonces lo militar, como la ciencia ficción y la astrología, se convierte en un misterio vago y extenso que a todos fascina y sobre el cual demasiados imaginan y opinan sin más conocimiento que su propia imaginación. No es lo mismo lo que algún militar diga a algunos amigos civiles, que lo que los oficiales de diversa jerarquía hablan entre ellos. Como tampoco es lo mismo lo que piensan los oficiales activos de hoy, que lo que piensan los retirados, que aunque sigan teniendo la jerarquía, sólo disponen de recuerdos y opiniones, pero no de la realidad del cuartel diario.

* No es la esperanza de la mayoría sino los sueños de una minoría

Es habitual que los civiles descontentos –especialmente en Venezuela- se pongan a buscar quien haga el trabajo sucio por ellos. Hablan, se quejan, acusan, brindan almuerzos y whiskys, recuerdan los deberes supuestos del honor y la defensa de la patria y de la moralidad patriótica, largan comentarios, denuncias, chismes y esperanzas por Internet. Pero los tiempos aquellos en los cuales había civiles dispuestos a tomar las armas y salir adelante junto con algunos militares más audaces, ya pasaron desde que Gómez se consolidó en el poder. Como explicó un alto y prestigioso oficial cuando le preguntaban por qué no había dado un golpe en un momento que parecía oportuno y casi deseable: “porque muchos me dijeron ‘¡échale bolas!’, pero nadie me dijo ‘¡vamos a echarle bolas!’

Esto, aparte de que organizar y lanzar un golpe de estado no es tan simple como algunos civiles piensan. Un golpe de estado no es un club, ni un círculo de discusión temática. Un golpe de estado es una iniciativa en la cual se juega uno la carrera, el futuro de los hijos, el prestigio personal, la vida. En realidad, hay que estar loco para organizar un golpe de estado, mucho más dentro de una sociedad nacional, y una perspectiva internacional, que ya no acepta los golpes de estado. Hoy en día, al menos.

* Entre Fidel Castro y Hugo Chávez, hay 42 años de historia

El difundido análisis de Stratford no es más que ese tipo de apreciaciones de los norteamericanos sobre países que no les son muy conocidos, en realidad. No es lo que piensan en serio los analistas del Departamento de Estado. Venezuela los preocupa, Chávez los incomoda, pero la CIA no va a meterse a propiciar conspiraciones como en los remotos setentas del siglo XX en Chile, y sabe muy bien que el Hugo Chávez y la Venezuela de comienzos del siglo XXI, no son el Fidel Castro y la Cuba de comienzos de los sesentas en el siglo XX.

Los analistas del Departamento de Estado están muy claros en que la Cuba de hoy no es la de 1959, cuando Fidel Castro incluso fusiló a una serie de funcionarios civiles y militares del gobierno desmoronado de Batista, nacionalizó sin temores ni compensaciones las propiedades norteamericanas y terminó lanzándose en los brazos protectores y ansiosos de la Unión Soviética. ¿En brazos de quién va a lanzarse Chávez hoy en día? La revolución chavista es desordenada, poco ideológica y para nada sangrienta. Chávez no ha nacionalizado ninguna propiedad norteamericana ni mucho menos ha fusilado, ni siquiera ha enjuiciado a corruptos de la cuarta ni de la quinta república. Quizás más preocupados deberían estar los pocos fanáticos izquierdistas que, ellos sí, se lanzaron en los brazos de Chávez y están encontrando enormes dificultades para poner en marcha su soñada república revolucionaria. Y si no, pregúntenle al engorroso Ministro de Educación, que cada vez que él mismo o alguien de su equipo ha anunciado alguna ley o medida de su marxista gusto, ha terminado por decir que se trataba sólo de un papel de trabajo interno de los muchos que tiene el Ministerio, pero no el definitivo.

Para el Departamento de Estado es importante la declaración del General Rincón respecto a la solidaridad militar con los Estados Unidos, planteamiento muy claro y directo, y el reconocimiento de que no es una guerra de los norteamericanos contra Afganistan, sino de la humanidad contra el terrorismo. Poco importan las babosadas de José Vicente Rangel y las idas y venidas del Presidente Chávez en ese tema, lo que cuenta es que, aunque no sepa decirlo ni se decida a decirlo bien, Chávez parece estar tratando de suavizar las cosas. ¿Declaró tales cosas el general Rincón porque quiso y lo consideró necesario sin la anuncia del Presidente? Es difícil creerlo.

Haber rechazado la ayuda cuando las lluvias de diciembre de 1999 y sacado la oficina militar norteamericana de Fuerte Tiuna fueron groserías y torpezas, pero no motivos de rompimiento de relaciones ni causa para que militar alguno vaya a lanzarse a tratar de derrocar a Chávez.

Que haya militares descontentos no es nuevo, siempre los ha habido, pero es bueno recordar que en el lapso de 43 años entre 1958 y 2001, hubo algunas intentonas fundamentalmente en el agitado período presidencial de Rómulo Betancourt, pero ningún golpe de estado exitoso; quienes se lanzaron fueron siempre una minoría que terminó rápidamente aplastada por la mayoría castrense. Y esto se cumplió cabalmente con las dos intentonas de febrero y de noviembre de 1992. La diferencia está en que a Chávez no lo sepultaron en el olvido ni lo expulsaron del país, y que tuvo clara ayuda de gente como José Vicente Rangel, Pablo Medina y muchos otros, empezando por el propio Presidente Caldera, para irse convirtiendo de alzado derrotado en líder de los olvidados. En un momento, además, en el cual los dos grandes partidos se enceguecieron y no supieron dar ni siquiera asomos de las respuestas que el país estaba buscando, mientras la esperanza y el gobierno calderistas se habían diluido en cinco años de nueva desilusión.

Ante la ausencia de los partidos de siempre, Chávez ocupó el lugar que estaba vacío. Habló de freir las cabezas de los adecos en aceite, pero no lo ha hecho, los adecos siguen por ahí regadistos sin saber muy bien hacia dónde deben ir ahora. Castro llegó al poder en armas y le cortó la cabeza y fusiló a la Cuba batistiana. Chávez llegó al poder a través de elecciones incuestionables. Que después no haya sabido gobernar es otra cosa.

* El tiempo de las dictaduras militares ya pasó, y no es de grato recuerdo

Tampoco tiene mucho sentido establecer comparaciones con el Chile de 1973, porque la de Venezuela hoy es una situación radicalmente distinta. Para empezar, el fantasma del poderío y la posible penetración comunistas, ya no existen, ni el mundo es bipolar. El mundo, en realidad, es multipolar como sueña Chávez, lo que pasa es que la multipolaridad se relenta a causa de una recesión mundial que frena a polos menores –pero polos- como Japón, China, Alemania, Brasil, etc., situación que dramatiza la presencia de un capo di tutti capi que se llama Estados Unidos. Por su parte, la CIA de hoy no es la CIA agresiva e internacionalmente poderosa y descaradamente intervencionista de los tiempos de Isabelita Perón en Argentina y Salvador Allende en Chile.

Esto, además de que los militares venezolanos, los gobernantes y los generadores de opinión norteamericanos, europeos y latinoamericanos, recuerdan muy bien cuáles fueron las consecuencias de aquellas dictaduras militares nuestras: además de construcciones y seguridad contra delincuentes, miles de torturados, desaparecidos, asesinados, secuestrados, exiliados.

Las dictaduras hispanoamericanas, todas sin excepción, fueron morbosos lagos sangrientos que frenaron brutalmente el desarrollo cívico, cultural, intelectual y económico de los pueblos que las padecieron. ¿Quién puede garantizar que un gobierno militar de fuerza en Venezuela va a ser diferente?

Por otra parte, en Argentina, Uruguay y Chile las Fuerzas Armadas insurgieron contra gobiernos civiles que política y económicamente estaban descoyuntando esos países, gobiernos civiles torpes, descuidados y –no en el caso chileno- corruptos. En Venezuela la Fuerza Armada Nacional no puede insurgir contra un gobierno del cual ella misma forma parte, y eso Chávez y los Estados Unidos lo tienen bien claro.

* ¿Y la Guardia Nacional?

La Guardia Nacional nunca ha sido golpista, es un componente particular, distinto.Todos sus integrantes sin excepción son profesionales, por una parte, y sus hombres y mujeres comparten el estilo militar con múltiples especialidades de orden civil, tienen mucho más espíritu de servicio público civil y de labores de tipo policial y de vigilancia que los soldados y oficiales clásicos; al mismo tiempo, desde un punto de vista estratégico, las Fuerzas Armadas de Cooperación están mucho más repartidas a lo largo y ancho del territorio nacional que el Ejército y no están preparadas ni mentalizadas para ir contra el Ejército sino para cooperar con él, tanto como con los cuerpos policiales, las municipalidades, el sistema impositivo, etc.

Los jefes superiores de la Guardia Nacional no llegan ni a la jefatura máxima de la Fuerza Armada Nacional, ni a Ministros de la Defensa. La Guardia Nacional puede que siga a un Ejército alzado, pero el Ejército no va a seguir a una Guardia golpista.

En cualquier país del mundo los golpes de estado los da el Ejército, pero en la Venezuela actual un golpe del Ejército sería un autogolpe. Y eso es contranatura. Que haya militares descontentos, ya lo hemos dicho, no es nuevo. Que a muchos oficiales no les guste el general Weffer, es posible; que a otros les desagrade José Vicente Rangel, es comprensible; que los más institucionalistas estén en desacuerdo con el Plan Bolívar 2000, es factible. Pero es que ninguno de esos elementos es, en sí mismo, motivo suficiente para toda la gravedad y los enormes riesgos que implica un golpe de estado.

Al mismo tiempo los militares saben muy bien que nadie en su sano juicio en Venezuela quiere otro gobierno militar, lo reiteran las mismas encuestas que muestran la crisis de Chávez. Después de todo, un gobierno militar ya lo tenemos en estos momentos, Chávez jamás ocultó, al contrario anunció clara y reiteradamente su intención de gobernar con la Fuerza Armada Nacional, y de hecho lo está haciendo. Los que hablan de rumores y ambientes de golpes lo hacen como los niños malcriados empeñados en tener un juguete, simplemente están obcecados por que alguien saque a Chávez, sin pensar en otras cuestiones que son de fundamental importancia.

Debemos estar muy claros en que la crisis del gobierno de Hugo Chávez es civil y económica, es una crisis de tipo político, no militar. Y es a Chávez y a los civiles a quienes les corresponde resolverla.

* El manifiesto del Alto Mando

El famoso (%=Link(9398603,»documento»)%)no es más que otro ejemplo de las torpezas que comete este gobierno y, como torpeza, ha generado críticas, burlas y, por supuesto, más sospechas que las que existían antes de su publicación.

Si algún cuerpo no tiene que hacer alarde de su obediencia y apoyo al Presidente y al gobierno en un país, es justamente el militar, por su carácter constitucional de obediente, no por casualidad el Presidente de la República es constitucionalmente, e independientemente de su condición civil o militar, el Comandante en Jefe de todos los miembros, componentes, equipos de la Fuerza Armada Nacional.

Mucho más trascendente fue, en cualquier caso, la firme declaración del General Rincón estableciendo la solidaridad de la Fuerza Armada Nacional hacia los Estados Unidos en su guerra, no contra Afganistán, sino contra el terrorismo. El general Rincón fue mucho más allá que su propio Comandante en Jefe y muchísimo más allá que quien se supone es su superior inmediato, el Ministro de la Defensa.

El documento firmado por el Ministro de la Defensa y los cuatro Comandantes de Fuerzas fue sólo otra necedad gubernamental, otra oportunidad perdida de quedarse callados la boca. Sus razones tendrían para hacerlo, pero deben ser más razones íntimas, internas, que externas. Porque en lo externo, el comunicado, y el posterior de la Guardia Nacional, sólo agravarán los argumentos de los difusores del golpe.

Los militares siempre han lavado sus trapos sucios en casa, y si en verdad hay muchos oficiales descontentos, tranquilizarlos y controlarlos es una labor de sus diversos comandantes, dentro de las instalaciones militares, no en las páginas de los periódicos.

Mucho más preocupados deberían estar los militares con el desarrollo de la situación colombiana, que se agrava y que nos sopla fuego en el cogote. Las barbas del vecino arden.

La crisis política y civil

Es aquí donde está el verdadero y gravísimo problema.

Que no vaya a haber en efecto un golpe de estado, al menos en el corto ni el mediano plazo -es absurdo adivinar el largo- no significa que Chávez y su gobierno las tengan todas consigo. A Chávez se le agotan las municiones populistas y de altisonante líder de masas, su equipo ejecutivo no es eficaz y parece carecer de dirección –y sin duda carece de iniciativa, creatividad y capacidad de ejecución- y las promesas realmente importantes se están quedando en el aparato.

Decir irreverentemente que este gabinete tiene el record Guinness de aprobación de leyes a un ritmo de una semanal, no es para recibir ningún premio ni mucho menos para rescatar la confianza, lo único que ha logrado es profundizar la desconfianza, la frustración y la sensación de que el gobierno está dirigido por un equipo de irresponsables que sólo están en sus cargos para complacer los caprichos del Presidente, y que aún eso lo hacen mal. ¿Qué clase de respuesta necia es ésa del Ministro de Energía a los planteamientos del Presidente de Petróleos de Venezuela sobre la Ley de Hidrocarburos que, de paso, todo el mundo critica? ¿Qué sentido tiene avalar y ensalzar el confuso, inoportuno y acomplejado de la Vicepresidenta?

La fe en Chávez entra en crisis porque Chávez es la crisis, porque el Presidente no termina de entender que, si bien hay mucho de positivo y hermoso en algunas de sus propuestas programáticas, hay mucho más de agresividad, sordera sociopolítica, ignorancia, soberbia e incompetencia en lo que hace. La esperanza se agrieta y deja colar gotas cada día más grandes y abundantes de decepción; y la decepción, en política, es el paso previo a la frustración y la ira que podrían llevar a un aguacero tan fuerte y destructivo como el que ahogó a Carlos Andrés Pérez en 1993.

El descontento militar no necesariamente produce alzamientos, por aquello de la disciplina, la institucionalidad, el respeto a la cadena de mando, el riesgo mayoritario de carreras truncadas y vidas cortadas. Pero el descontento civil sí sale a la calle, si grita, genera un ambiente público de desazón, de molestia y de hartazgo. Ese descontento se está manifestando cada día más con mayor fuerza, con más agresividad, con creciente impaciencia.

* A Chávez y a su gobierno le están perdiendo el respeto

Perdida la fe mayoritaria, deteriorada gravemente la esperanza, desgastadas ya las novedades populistas, surge la terriblemente peligrosa pérdida del respeto. Comienza a hablarse pública y ampliamente de cuestionar la cordura del Presidente, de organizar recursos constitucionales para derogar su mandato y, por supuesto, del golpe. Puede que sean saludos a la bandera, pero la realidad es que nadie se está escondiendo para hablar de la presunta locura de Chávez, y eso es lo llamativo, el descaro.

No es nuevo, pero si ya permanente, que cualquiera se lanza a manifestar a las calles de diversas ciudades e impide sin rubor alguno la libre circulación, y la única respuesta del Estado que debe velar por los derechos de todos, es la de oficiales policiales o de la Guardia Nacional dialogando con los manifestantes abusadores, y ya ni siquiera los predios del Palacio presidencial son coto del orden y del respeto.

Tampoco es nuevo el contradecirse entre altas figuras representativas del gobierno. Mientras Miquilena anunciaba que se terminaría el desorden y el abuso de los “pelagatos” que interrumpían la libre circulación para manifestar, José Vicente Rangel proclama la libertad de manifestar que tienen todos ahora, algo que, según él, “antes” no se podía hacer.

* Los cacerolazos: irrespeto, protesta y nueva fórmula anticadenas

Vamos ya por la segunda gran cacerolada durante una cadena presidencial. Lo más llamativo es que han sido, ahora sí, estallidos comunes a barriadas de todos los grupos socioeconómicos.

Ya un símbolo clásico de protesta social –fue una de las más ensordecedoras y erosionantes protestas de las amas de casa chilenas en tiempos de Allende y su caótica Unidad Popular- había sido hasta ahora poco relevante en Venezuela.

Pero ya no. Ahora los cacerolazos salen de áreas mucho más profundas que Los Palos Grandes; salen de El Valle, del Centro, por ejemplo, y son mucho más sólidas y cuantiosas en tanto cuanto bajan los asistentes entusiastas a las convocatorias populares del Presidente y su partido.

* El fiasco con Globovisión y VALE TV

Tal vez Chávez se enojó por el anuncio de los nueve taxistas asesinados y nadie le advirtió que la noticia había sido corregida por la misma Globovisión poco antes de las once la mañana, más de una hora antes que la voz oficial hiciera la aclaratoria formal.

O tal vez se molestó porque creyó que había sido la información equivocada la que había provocado el caos ese sábado en Caracas, y nadie de su gobierno pudo advertirle que era al revés, que Globovisión lo que estaba haciendo era advirtiendo a los caraqueños para que no circularan por las zonas que los taxistas ya habían tomado desde que todo comenzó en la madrugada de ese sábado caótico.

El hecho es que Chávez se lanzó a fondo contra Globovisión, contra sus accionistas, contra Alberto Federico Ravell y su padre Alberto Ravell, contra Nelson Mezerhane y contra la periodista Nathalie Salas Guaitero.

Quedó como un trapo al hablar despectivamente de uno de los hombres más honestos y más defensores reales del pueblo, como lo fue Alberto Ravell. Metió en el berenjenal a Mezerhane, accionista minoritario de Globovisión y que no se mete en el día a día del canal, pero al mismo tiempo uno de los banqueros que más puestos de trabajo e inversiones está generando al país a través de diversas iniciativas, y con dinero propio, mucho más allá del Banco Federal. Y puso a Jesse Chacón a investigar y a amenazar a Globovisión con un proceso, una posible multa de cuatro mil bolívares y hasta la posible suspensión de la planta.

Ahora no sabe qué hacer. No es verdad que Globovisión se haya retrasado en la presentación de recaudos y alegatos y haya pedido una prórroga, como afirmó Chacón en una entrevista; la atrasada fue CONATEL que decidió, por su propia atraso, ¡darle una prórroga a Globovisión!

La verdad es que CONATEL no tiene caso. La verdad más dura es que Globovisión no parece estar dispuesta a quedarse ni con una suspensión, ni con una multa ni siquiera con una simpla amonestación. Este tonto enfrentamiento del gobierno puede picar y extenderse.

Con VALE TV la torta gubernamental es igual o peor, porque ha agravado sus relaciones ya conflictivas con la Iglesia y, de paso, se encuentra con que prácticamente toda la opinión del país defiende el excelente manejo que la actual gerencia y la Iglesia han hecho de esta señal, que de ser nada en manos del Estado, pasó a convertirse en el mejor canal cultural y educativo del país y alrededores.

No habrá golpe de estado pero tampoco un futuro tranquilo

Chávez no cambia, sigue en las mismas. No ha arreglado ninguno de sus problemas, y se ha agregado otros. El ambiente en la calle, el ambiente civil, es denso, preocupante, atosigador. Creemos que Chávez no será derrocado con las armas en la mano, pero podría ser derrumbado con la Constitución y especialmente con la opinión pública como armas aún más letales y efectivas.

Será un proceso más lento que el de un golpe de estado, pero más corrosivo para la sociedad civil, para la economía y para la tranquilidad ciudadana. Si Chávez conociera más historia que las frases de Bolívar y las leyendas sobre Zamora, no confiaría en que la Asamblea Nacional será permanentemente mayoritaria a su favor. No se preocuparía demasiado por la súbita explosión de Alfredo Peña ni la presunta conspiración políticoelectoral de El Nacional y Gustavo Cisneros, sino por la fuerza que podría irse conformando en olor popular entre partidos derrotados pero no desaparecidos, atornillados por la presión social. Se informaría diariamente sobre la marcha silenciosa y sin aspavientos pero sólida y con respuestas de Eduardo Fernández. Se preguntaría qué está haciendo Claudio Fermín. Investigaría cuál es el peso popular real de Enrique Mendoza y de los Salas.

Lo que se percibe en el ambiente es el fastidio, el hartazgo y la decepción. Por los momentos, quizás la Navidad ya próxima distraiga un poco el ambiente, pero si esta temporada, como parece, resulta un fracaso comercial, tendremos un enero más pesado y desapacible que este noviembre.

Chávez ha echado por tierra todas las especulaciones de que podría estar cambiando de actitud. Su enredado y poco convincente discurso en las Naciones Unidas, su solidaridad con los planteamientos sesentosos de la Vicepresidenta, sus chistes sobre la multitud de leyes aprobadas a la cañona y casi en secreto, todo demuestra que Chávez sigue igual, que no se está dando cuenta de la realidad que lo rodea; que no se ha enterado que ya Kabul cayó y ni los Estados Unidos ni los gobiernos europeos han dicho nada que cambie el planteamiento del 11 de septiembre: con nosotros o contra nosotros, o estás totalmente contra el terrorismo, o eres terrorista.

Chávez sigue soñando con el fantasma retaliador de Zamora cabalgando por las tierras que supuestamente le van a dar a los campesinos abandonados; junto a ese fantasmal Zamora, cabalga Chávez, Chávez no está aquí, está en plena Guerra Federal, ése es el verdadero problema.

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