Opinión Nacional

Insensatez

En la oposición sigue vivita y coleando la discusión relativa a los resultados electorales del 7 de octubre pasado. El debate, que avanza hacia la confrontación, se complementa con los ecos de malestar, desgano y descontento de no pocos simpatizantes de la oposición.

Está muy bien la autocrítica, el análisis riguroso y severo y no autocomplaciente. La búsqueda de la causas de lo que sucedió y, en especial, de por qué la oposición perdió las elecciones presidenciales,  debe hacerse de manera franca, si quiere aprender para avanzar. Lo que no tiene sentido es la actitud derrotista, pesimista  y destructiva. Una cosa es entender humildemente las lecciones que nos han dejado los errores y omisiones cometidos y otra muy distinta es asumir una actitud demoledora del camino andado.

El fortalecimiento de la democracia requiere de la presencia activa y organizada de la oposición. Para lo cual es necesario avanzar conquistado espacios, afinando el discurso y el mensaje, consolidando instancias de articulación, y, construyendo mayorías a nivel local, regional y nacional. Ese proceso es largo y complejo, en donde lo sensato es avanzar acumulando fuerzas.

En Venezuela desde el año 2006 la oposición política ha ganado importantes alcaldías, gobernaciones y curules parlamentarios. Ha fortalecido su discurso y estrategias y ha construido plataformas de articulación como la Mesa de la Unidad, etc.

En términos nacionales, la relación de fuerzas se ha vuelto más pareja, luego de que en las presidenciales de 2006 ganará el Presidente Chávez con 62,8% de los votos y Manuel Rosales solo obtuviera 36,9%. Ahora la relación es de 55,1% a 44,3%, es decir la brecha se redujo de 26 puntos a 11 puntos. Si se considera el ventajismo con que compitió el candidato Chávez, esa reducción es muy significativa. El caudal del Presidente aumentó modestamente con relación al aumento  de la oposición (876.040 votos Chávez; 2.290.960 la oposición).

Llegados a este punto, la tarea es seguir creciendo, teniendo en cuenta los obstáculos reales y las dificultades no superadas. Las preguntas claves deben ser cómo lograr un efectivo apoyo en las regiones, cómo garantizar la participación electoral, qué exigencias hay que hacer al Consejo Nacional Electoral, cómo competir con el ventajismo oficial. Esas serían las preguntas básicas que deberían preocupar a la dirigencia de la oposición y quiénes se sienten comprometidos con ella. 

Desestimular el voto, descalificar a quienes vigilaron el proceso electoral por parte de la oposición, y enfrascarse en una guerra sórdida de intereses particulares, es distraerse, y peor aún, caer en una grave insensatez.

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