Opinión Nacional

Iván Simonovis y la banalización del sentimiento ajeno

Los nazis «estaban convencidos de que en nuestro tiempo  hacer el mal tiene una morbosa fuerza de atracción». Las afirmaciones bolcheviques, dentro y fuera de Rusia, de que no reconocían  las normas morales ordinarias se convirtieron en eje de la propaganda comunista, y la experiencia ha demostrado una y otra vez que el valor de la propaganda de hechos canallescos y el desprecio general por las normas morales es el más poderoso factor psicológico en política. No es nada nueva la atracción que para la mentalidad del populacho supone el mal y el delito. Ha sido siempre cierto que el populacho acogerá satisfecho los hechos de violencia con la siguiente observación admirativa: “serán malos, pero son muy hábiles”

 

                                          Hannah Arendt. Los orígenes del totalitarismo

 

El ciudadano común, decente, se pregunta con horror cómo pueden suceder cosas como las que suceden.

La tortura que se inflige a la luz pública es más dañina que la tortura secreta; matar a un hombre poco a poco o dejarlo morir, como a Franklin Brito, es peor que fusilarlo, porque el mal que se le hace se propaga a la sociedad para que la sociedad se acostumbre a soportarlo. Conocidas son las historias de las ‘tricoteuses’ o tejedoras de la Revolución Francesa que hacían ganchillo sentadas días enteros ante la guillotina mientras contaban las cabezas que caían en la cesta. El horror se hace natural y el paisaje se va llenando de postes con las víctimas del poder, exhibidas como trofeo y como advertencia. En esto no hemos evolucionado mucho desde los tiempos del Imperio Romano, cuando las huestes invasoras dejaban a su paso la dura hilera de crucificados.

Ante tal atrocidad – que para los fanáticos del régimen se vende como ‘justicia’- el ciudadano común no tiene armas ni defensas y generalmente opta por bajar la vista y no tentar a la suerte y a la muerte. ¿Qué otra cosa podría hacer? No todos tienen cómo manifestarse de manera pública y eficiente sin que se los tome por locos o por delincuentes, sin comprometer su integridad física y la de su familia; no todos tienen a dónde huir si las cosas ‘se ponen feas’.

Nos llevan hacia una situación parecida a la del dominio de los carteles de narcotraficantes en México, donde tienen precio las cabezas de periodistas  y hasta de tuiteros que denuncian a los criminales . La vida no vale nada y el ciudadano común es la moneda de menor valor: se cuentan por decenas y cientos los muertos ‘anónimos’ que aparecen en la morgue cada semana.

Pero hay otros ciudadanos, que se han preparado para ser ‘servidores públicos’, que tienen diferentes grados de inmunidad y recursos para protegerse, esconderse, asilarse o huir y que son demasiado notorios para temer las represalias de un régimen que – a pesar de su carácter forajido- se cuida de guardar ciertas formas ante la opinión pública internacional. Esos ciudadanos, los gerentes de una ‘oposición oficial’ que no es otra cosa que un ‘oficialismo de oposición’ podrían y deberían hacer frente a esta calamidad y no dejar de denunciarla hasta que al gobierno no le quede otra salida que retroceder o negociar.

Todos ellos dirán que es eso, justamente, lo que hacen día a día ante distintas audiencias: denunciar, reclamar protestar… El ciudadano común se pregunta: y entonces… ¿por qué Simonovis sigue preso?

¿Por qué son sólo los familiares y amigos, abogados y defensores de los derechos humanos los que, incansablemente  agilizan trámites, convocan a los medios, leen declaraciones, discuten con los poderes públicos y los representantes de la in-Justicia oficial con ahínco, tenacidad, devoción y trabajo?

¿Por qué alguno de los candidatos a alguna de las incesantes elecciones que una y otra vez legitiman al régimen no cede el espacio de su retrato en los banners para colocar en cambio la foto de Simonovis y tapizar el país con el rostro de un inocente que representa a los ciudadanos – también inocentes, también víctimas- mejor que la mayor parte de los políticos de oficio?

¿Por qué no hay más que escuálidas (nunca mejor dicho) alusiones a Simonovis y los presos políticos en las innumerables declaraciones de la MUD y los partidos?

¿Por qué ninguno de los representantes opositores en la Asamblea Nacional hace huelga de hambre o se encadena a las puertas del Sebin o se entrega para ser arrestado, siguiendo la enseñanza de Thoreau  :  «Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel.» ?

No son estos ‘políticos de oficio’ los que realizan acciones de esa clase. Están reservadas para los estudiantes, los miembros de las ONG, los llamados ‘radicales’ de la Sociedad Civil a quienes se margina, se acalla y se descalifica permanentemente para no ‘desestabilizar’ la escena de muerte y horror que debe mantenerse estable, es decir, produciendo cada día más horror y muerte.

Los profesionales de la política, entretanto, se reúnen, negocian, declaran, aplauden y felicitan la llegada del tirano, la ausencia del tirano, la inconstitucionalidad del tirano y ríen los chistes idiotas de las vedettes del espectáculo ‘opositor’ en aburridos programas de televisión y ruedas de prensa ‘de cuarta’ , mientras que el crimen organizado desde los cogollos del cartel dominante sigue produciendo cadáveres.

Nadie habla en esos programas de Simonovis, de su tortura, de sus días sin sol y de sus huesos convertidos en galletas.

No son temas ‘aptos para todo público’ ni ‘políticamente correctos’ a los que pueda dárseles tanta visibilidad como a los otros, los verdaderamente importantes, como saber de quién será la foto con que se tapizarán las ciudades en las próximas elecciones.

La dirigencia política venezolana ha dejado de dirigirse a los electores conscientes para poner toda la energía de su discurso en complacer al populacho. De allí las macabras, groseras o estúpidas acciones y declaraciones de uno y otro lado que nos han convertido en el hazmerreír del mundo.

Los opositores oficiales han dejado de ser voceros de la Venezuela decente y le han dado la espalda al ciudadano común. Los ciudadanos comienzan a darles la espalda a estos oficialistas de oposición y a convertirse en sus propios voceros.

#LiberenaSimonovis

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