Opinión Nacional

La contaminación del sistema político

El régimen quiere llevarnos hacia una sociedad cerrada o colectivista y la democracia exige sociedades abiertas, en que los ciudadanos puedan participar y adoptar sus propias decisiones. El núcleo de la teoría de Antonio Gramsci, es la absorción del Estado por la sociedad civil y en cambio lo que las autoridades están ejecutando, es una estrategia de absorción de la sociedad civil, utilizando hasta su máxima expresión los mecanismos del Estado: que es omnipresente y el instrumento de una estrategia de poder, que busca destruir totalmente a la oposición y hacer un todo del PSUV, Estado, gobierno y sociedad; en fin, pensamiento único, sin sindicatos, ni asociaciones estudiantiles, tampoco ONGs, y nada fuera del partido, el contrario es el enemigo a vencer y destruir.

La dirigencia democrática debe preguntar y escuchar, porque la dinámica exige que se haga lo que la gente desea y que se establezca una comunicación que como una autopista, funcione en ambos sentidos entre el aparato administrativo y las comunidades. Por ello hay que responsabilizar a los líderes que deben ser respetuosos de las opiniones de los ciudadanos, para que las decisiones tengan en su contenido el compromiso de convertirse en acción. La propaganda oficialista crea patrones culturales apoyado por la distribución masiva de recursos, que atienden parcialmente a la pobreza, pero llevan en sí misma la tendencia al lucro y la regaladera sustituye la gobernabilidad.

El gobierno no ha tratado nunca de reunir «la masa política crítica» necesaria para arrancar de raíz la corrupción institucional, que es vertical y horizontal, sistémica y administra irresponsablemente la abundancia de recursos presupuestarios, afectando la estabilidad política y social, porque la prioridad es comprar apoyos políticos, que acentúan el desequilibrio estructural entre el Estado y la sociedad, ya que éste termina por gastar innecesariamente, porque así muchos pueden robar más y allí está el origen de los sobreprecios, las adjudicaciones a dedo, la ausencia de control previo y el desprecio por las auditorías de resultados.

La corrupción contribuye a la desconfianza y al colapso de la gobernabilidad, su aceleración es una amenaza a la seguridad nacional, ya que sustituye a las ideas presuntamente revolucionarias. Por ello los políticos acusan a los medios de comunicación social, sosteniendo que informan sobre los aspectos negativos de la administración pública y éstos se defienden, sosteniendo que ellos transmiten lo que ocurre en forma cotidiana. El ciudadano común se pregunta cuándo habrá un escarmiento sobre algún presunto corrupto, aunque sea inflado por la propaganda oficial, cuando lo que se impone es la planificación de una política que cumpla el objetivo de prevenir y sancionar el desvío de los fondos públicos hacia el bolsillo de funcionarios y particulares.

Lamentablemente la corrupción lo abarca todo y es un sistema de alianzas estrechamente arraigado al poder político, por tanto habría que hacer un saneamiento radical de los órganos de gobierno para frenar, reducir y erradicar la contaminación del sistema político.

 

 

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