Opinión Nacional

La corrupción empieza en la soberbia

La corruptela no está solo en los países pobres, y se soluciona dejando de crearla, no con cárcel o represión que nunca solucionan nada. El 75% de los europeos cree la corrupción está generalizada, según un estudio de la Comisión Europea (CE). Esa opinión es importante en Grecia (99%), Italia (97%) y España (95%), pero también en países «serios» como Alemania, donde el 59% opina que está extendida. Un caso actual es el del tesorero de la Unión Demócrata Cristiana de la canciller Merkel, quién habría escondido en 1997 unos €400.000 en una empresa fantasma en Bahamas. Luego cerró la empresa para sustituirla por otra en Panamá y continuó la práctica hasta 2004.

«La corrupción mina la confianza en… los estados de derecho», aseguró la comisaria de Interior de la CE. Pero lo peor es que la ciudadanía, como advierte que con controles y cárcel no se soluciona, tiende a creer que nunca terminará y se conforman. Por caso, para Bill Gates la corruptela está en todos lados –incluyendo Illinois y Nueva Jersey– y es «como un impuesto al que todos los programas de gobierno están sujetos». El Ejecutivo comunitario cifra en €120.000 millones anuales lo que esto consume en la Unión Europea. Por su parte, el Eurobarómetro dedica también un pequeño apartado a las prácticas ilícitas en el ámbito privado. El 67% de los encuestados considera que la corrupción es parte de la cultura empresarial, pero en gran medida se centran en las conexiones entre el mundo político y económico.

Ahora, lo que sí es cierto es que en los países en donde hay más corrupción la pobreza es mayor, al punto que muchos creen que es su consecuencia. Lo verdad es que la corrupción comienza en la soberbia, cuando los políticos deciden que el mercado natural -la interacción espontánea de millones de personas- es inferior a su capacidad de raciocinio y planificación. El mercado –el pueblo- es inferior a ellos. Así, destruyen la economía, empobrecen y se hacen de un poder arbitrario que promueve la inmoralidad que se derrama sobre el sector privado, que aprovecha el poder del político para hacer negocios inmorales como monopolios, aduanas que impiden la competencia extranjera, etcétera.

Insólitamente, la CE –que no menciona su propia corrupción- al mismo tiempo que reconoce la ineficacia de las agencias e instituciones que deben perseguir las conductas erróneas y la «falta de voluntad política», asegura que la solución pasa por mayores controles. Se diría que, en realidad, lo que está buscando es dotarse a sí misma del poder para «controlar» o sea, de mayor poder para corromperse, cuando la solución pasa por desarmar el poder arbitrario del Estado sobre el mercado.

Como siempre el caso paradigmático es Venezuela, donde su «Presidente» aseguró que expropiará las empresas que incumplan la «Ley de Precios Justos», que establece ganancias máximas de 30%. Ahora, ¿quién le dijo al Gobierno que 30% es lo que debe ser? ¿Dónde está la prueba científica, razonable, sensata de que esto debe ser así? No existe, ésta es solo una conclusión caprichosa de la soberbia del gobernante. Por el contrario, las altas ganancias tienen un sentido lógico en el mercado que es el de atraer grandes inversiones en un sector muy demandado, hasta que la demanda sea satisfecha y las ganancias bajen. Por cierto, quien gane más de 30% tendrá la «alternativa» de sobornar al funcionario.

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland

@alextagliavini

 

 

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