Opinión Nacional

La crisis ideológica de los copeyanos

La crisis como agudización de una contradicción, demorada la respuesta. Lo
ideológico como concreción en el tiempo y en el espacio de los supuestos
doctrinarios. La entidad partidísta con independencia de una dimensión
ética. Consabida la experiencia partidísta, asombrosamente reeditable, nos
lleva a la dura observación de Richard M. Morse, entendiendo que socialmente
ha prevalecido la tendencia arquitectónica o piramidal, frente a la
sistémica: Un pueblo que no aporta una contribución política
coherente y que ofrece un mercado marginal y fluctuante para productos cuya
producción le cuesta al Estado un enorme endeudamiento, sólo es sistémico en
un sentido rebuscado» (2:40).

Cálculo biliar

Nos encontramos en una etapa histórica en la que se ensaya un distinto
paradigma, sorprendiendo a los sectores desplazados del Estado. Por ahora,
el nervio principal está en la legitimidad, expresada en forma más
contundente por el discurso presidencial que por la programática
constitucional.

La oposición no ha encontrado los suficientes argumentos que le permitan
recobrar la sensibilidad y la confianza del «soberano», término
tan genérico y moldeable como la libertad y la democracia que dice
amenazadas. Sin un mínimo esfuerzo de reconceptualización, privilegia los
problemas de la eficacia con la adicional debilidad del retroceso
experimentado en nuestra cultura política.

Los planteamientos alternativos no existen y la audiencia se encuentra
condicionada por los mitos en boga. Las posiciones reactivas poco o nada
contribuyen a perfilarlas y la dureza que pudieran alcanzar, según la
coyuntura, habla más de un cálculo biliar que de un diamante afilado,
parafraseando a Morse.

En el caso de los socialcristianos, la situación luce calamitosa dado el
antigüo prestigio de su quehacer intelectual hábilmente trastocado en
reputación gerencial, próxima a la tecnocrática. La debacle electoral los ha
confinado en un cierto ambiente protopolítico, marcados por la necesidad
angustiosa de sobrevivir en condiciones francamente desacostumbradas.

Particularmente, COPEI ilustra la carencia absoluta de propuestas de algún
aliento ideológico, caracterizada su dirigencia oficial por una mudez
sospechosamente acomodaticia frente a los acontecimientos. Hay una lectura
de la realidad más acorde a los hábitos burocráticos adquiridos, indudable
remembranza de las viejas prácticas clientelares y burocráticas, anulada la
inquietud por la supuesta usurpación de un lenguaje que le era
característico.

Sin inquietud no hay polémica, quedando muy atrás la curiosidad «al
menos histórica y sociológica- del proyecto comunitario, inevitablemente
enmarcado» y es un dato fundamental- en el período de construcción de
la legitimidad puntofijista, por calificarla de alguna manera. Un
cuestionamiento profundo, a veces díscolo, los encaminó a un importante
consenso, cuya vivacidad no logró recoger el Congreso Ideológico de 1986,
pieza pretendidamente maestra de la estrategia electoral de entonces.

Importante digresión, la revolución contó con un prestigio, en la
actualidad insospechado, aún en las propias corrientes conservadoras
democristianas. A guisa de ejemplo, tenemos el I Manifiesto de la Juventud
Revolucionaria Copeyana del «el discurso pronunciado por Rafael
Caldera en Berlín el 17/06/65, recogido en un folleto intitulado
«Revolución y juventud» o el documento suscrito por sus más
fieles seguidores en abril de 1970 que, si mal no recuerdo, incluía la
nacionalización de las industrias eléctrica y farmacéutica. Seguramente
sorprenderán estas palabras de Eduardo Fernández, ilustrando toda una época:
«… Nuestra posición es incompatible con el capitalismo decadente,
aún cuando se disfrace con la etiqueta de neocapitalismo», además de
la incompatibilidad con «toda clase de marxismo». (El Nacional,
16/01/63).

Enfocar el fenómeno chavista como condensación de las etapas anteriores,
inmoviliza aún más cualquier pretensión de superarlo, pues, se impondría la
autocrítica implacable, difícil de digerir sin traumas. Es preferible el
vacío, a lo sumo la aparición fortuita de una salida que no comporte la
responsabilidad de tarea de buscarla y construirla, mientras el deterioro se
va afianzando.

La pereza de pensar

Son muy escasos los intentos de elaboración ideológica, fundada en la
angustiosa necesidad de transformar la realidad que obliga a una
confrontación y actualización de los presupuestos, estilos y contenidos de
interpretación. Por ello, es esencial el debate capaz de ampliarse en
términos cualitativos y cuantitativos, justificando la existencia del
colectivo partidísta que -por lo demás- se dice democrático, antes que
la impresión y bautizo de algunos ensayos para consumo de amigos y
relacionados, por lo general ágrafos.

Ha perdurado el trabajo didáctico de Enrique Pérez Olivares entre la
dirigencia, frente a obras como «La especificidad de la democracia
cristiana» de Caldera. No existe una versión coherente y relativamente
reciente de lo que se entiende como una opción distintiva y, menos, que
registre las últimas documentaciones papales, las del obispado
latinoamericano y venezolano.

Lino Rodríguez-Arias Bustamante ha realizado importantes aportes desde
Mérida, aunque prefiero al autor de un antigüo y valioso texto en materia de
obligaciones que los extravíos comunitarios del proponente de una clase
media universal. Por cierto, recuerdo que los adversarios de la universidad
de finales de los sesenta, reprochaban nuestro «socialismo de la clase
media».

José Rodríguez Iturbe inexplicablemente juega un rol secundario en momentos
tan oportunos para probar su sólida preparación académica, siendo uno de los
pocos que se ha atrevido en el campo editorial huérfano de interlocutores,
aunque no he visto más la revista «Nueva Política» quizá porque
no haya Congreso y Fracción Parlamentaria que adquiera el tiraje. Ramón
Guillermo Aveledo definitivamente es un buen prosista, harto preocupado por
producir una o dos miscelanias al año: se nos antoja mejor la autobiografía
de Churchill que la reseña meramente divulgativa de su trayectoria
parlamentaria, una posible «como efímera- exquisitez que poco abona a
la emergencia de repensar al venidero país post-chavista. Notamos mayor
sustancia, seriedad, creatividad y variedad en los artículos de Nelson
Chitty La Roche de los tres o cinco años precedentes, pero requieren de una
antología u -otra digresión- la atención de una investigadora como
María Sol Pérez Schael, quien había ejercitado las páginas de opinión para
ofrecernos un interesante capítulo de «Petróleo, cultura y
poder». El año pasado tuve entre mis manos una edición sobre Maritain,
Mounier, La Pira y Teilhard de Chardin, sorprendente por el increíble
anacronismo de los conferencistas y del compilador.

Infravaloradas, hay una dispersión de las ideas (y sus portadores) que
– concluímos- se resisten o no encuentran un foro mínimamente
articulado al interior del partido. La espontaneidad de los comentarios (y
los comentaristas), frecuentemente desemboca en el registro de una
asociación civil que no propicia evento alguno, salvo la cancelación de las
tarjetas de presentación de su directiva.

Distanciados en el tiempo, el Centro de Estudios Comunitarios y de la
Economía Social del Mercado, simplemente fracasaron. El IFEDEC constituye
una formalidad.

La copeyanidad

Queda el fantasma de lo que fue una poderosa maquinaria electoral, con su
emblemático organigrama y su secularizada burocracia. La identificamos
plenamente con COPEI, como algo independiente de la noción de un partido
socialcristiano o demócrata-cristiano.

La quiebra electoral de los noventa estriba en la profunda compenetración
con el populismo, denuncia a la que modestamente contribuímos, por 1965,
cuando ayudamos a redactar un documento de largo título: «Materiales
para una discusión que concluya en el tratazamiento de una política correcta
para el desarrollo de la JRC». Conozco parcialmente la investigación
adelantada por una tesista de postgrado sobre las causas y efectos de la
derrota de Acción Democrática, incontestablemente aplicables a los verdes.

Al cruzar la nómina de nueve alcaldías, tres de ellas metropolitanas, con
los listados del Consejo Nacional Electoral y la última inscripción y
recenso a los fines de una fallida convención, la tesista en cuestión
comprobó que 79% del personal tachado de «adeco» no estaba
formalmente inscrito en el partido, 11% activaba y apenas 0,82% había
realizado un «curso de capacitación ideológica» o
«electoral». Una de las tres postulaciones que se evidenciaron,
fue aceptada para visitar la fundación «Raúl Leoni».

A nadie sorprenderá, pues, la masiva deserción sufrida por los partidos
históricos, la transferencia de votos y el oportunismo rampante que a muchos
los ha llevado a ocupar cargos en la administración pública actual. No hubo
el fuerte compromiso con el ideario, la deseable comunidad de valores y
principios, porque de un lado- fue brutal el clientelismo y
por otro- fracasaron contundentemente las iniciativas, mecanismos e
instituciones orientados a la formación del militante.

Luego, si el IFEDEC estaba llamado teóricamente a cumplir con ésta tan
elemental responsabilidad, es fácil deducir un contundente fracaso. Sin
embargo, habría que considerarlo en el marco de un modelo de partido que
hizo del mensaje publicitario su materia prima: la Fundación «Konrad
Adenauer» le ha retirado su apoyo, mudándose de la sede que ocupaba en
el Centro Avila, considerada oficina particular de Eduardo Fernández, quien
además preside su fundación, «Pensamiento y Acción»,
auspiciando diversos eventos que no comprometen al partido. Los cursos de
auto-ayuda y su respectivo cobro, amén del alquiler de una parte de las
instalaciones a una universidad, avisan de una actividad lucrativa que, so
pretexto del autofinanciamiento de la institución, resulta completamente
ajena a la militancia y a su necesidad de discutir y compartir las razones
de su adhesión partidísta.

Entendemos que la tradición habla de partidos que no pertenecían a la
membresía que lo recibía todo de su liderazgo, incluso los dogmas, pero ya
no hay dónde acomodarse. Si el destino se hace común, participadas las
decisiones, la arquitectura dará paso al carácter sistémico de una
existencia vital para la democracia.

Borrador

Admitimos nuestra sorpresa cuando leímos, poco menos de un mes, en
Venezuela Analítica, un documento «preliminar» llamado
«Una nueva alianza para el futuro», manifestación de una
corriente distinta en el seno de COPEI. Gratamente nos impresionó el
contenido, estilo y estructuración de la salutación navideña, aunque es
prematuro adelantar opinión.

Digamos que el borrador dá una señal cierta de la posible innovación y
recuperación de la democracia cristiana en Venezuela: una buena noticia con
motivo de la fecha aniversaria, cuando libremente se manifiesta una
inquietud sin que haya nada que esperar de un partido que nada tiene que
repartir.

* * *
Notas

(1) Obras, Laia, Barcelona, 1974, tomo I (1931/1939).

(2) Latinoamérica: hacia una redefinición de la ideología (I), Revista Vuelta, México, 07/89, Nr. 128.

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