Opinión Nacional

La democracia y lo público (I)

Impulsivos, inmediatistas y cantamañanas, los déspotas, los ineptos y los sedicentes redentores de la humanidad vuelan bajo y adoran «gobernar» (es un eufemismo) por planes de emergencia, misiones descosidas y oportunistas, iluminaciones nocturnas y otros impromptus, reemplazando la racionalidad por el instinto y desarticulando las normales funciones del Estado, la planificación y el orden jurídico. Así ­valga el ejemplo local­ el Programa de Gobierno de Unidad Nacional 20132019 de la MUD es al más reciente paquete de misiones chavistas como una imparcial planificación científica es a un interesado rapto de generosidad de Rico McPato.

En el actual mundo cibernetizado, de gigantescos cambios epocales, sobreviven por suerte pocos personajes con ese perfil (algunos no murieron en su cama), reconocibles inter alia por su afán de eternizarse en el poder y traspasarlo feudalmente al hermano, el hijo o la señora.

Quiso la mala suerte que nos tocara uno de ellos; uno que, además, sermonea por horas en cadena, pone a Pdvsa a vender pañales, gobierna por televisión y diserta omniscientemente sobre satélites artificiales, precio del agua embotellada, desodorantes o defunción del capitalismo, entre uno y otro insulto a la oposición, los ojos inyectados de odio.

La renovada democracia habrá de borrar a nunca jamás (junto con las «cadenas») ese caótico personalismo inyectándole al país fuertes dosis de pluralismo, reforzando el autogobierno local, descentralizando todo lo que se pueda y devolviendo el IVA a los estados; habrá de restituir sentido a la subdivisión del trabajo y de las responsabilidades reforzando las competencias y autonomías relativas de los diferentes órganos del Estado conforme a la norma imperecedera del ta autoú práttein , del «cada quien a lo suyo» (que es, nada menos, la definición platónica de justicia) y sobre todo habrá de incorporar al sistema operativo del país una noción fuerte que nunca tuvo buena vida por estos lares, la de «servicio público».

La existencia de servicios públicos suficientes y eficaces, y más en general de cosas, obras, espacios, edificaciones, riquezas, conexiones y bienes de uso más público que privado, ha pasado a ser en estos decenios (aún en el capitalismo más avanzado) uno de los principales indicadores del nivel de democracia alcanzado por las sociedades. Un complejo de servicios públicos eficaces y eficientes garantiza sólida, rápidamente y sin tanto debate o trabas administrativas una capilar justicia distributiva regada transversalmente, que aumenta en forma exponencial el sentido de comunidad, pertenencia, solidaridad y fraternidad entre ciudadanos.

El de los servicios públicos democratizadores es un tema prioritario para una Venezuela próxima a inventarse una democracia más decente que las anteriores y urgida de unidad con reconciliación. El Sínodo Interprovincial de Caracas de 1687 determinó que el país estaba dividido en dos estamentos: los «pater familias» por un lado, la «multitud promiscual» por el otro; después de más de tres siglos, y modificando apenas la terminología, ese quiebre subsiste, agravado ahora por la presencia de peligrosos demagogos que incitan una parte a lanzarse contra la otra hasta «pulverizarla». Subsiste, entre otras razones, porque integramos una región, Latinoamérica, que lleva desde hace decenios el dramático récord mundial de la peor desigualdad ricos/ pobres; una desigualdad que ya no es del orden de 80% de la riqueza para el 20% pudiente (como calculó Pareto hace un siglo), sino que se acerca ahora a un escandaloso 87%.

Una desigualdad semillero a futuro de más y más Perón, Che Guevara, Castro y Chávez de no aplicársele correctivos de alta eficacia, un capitalismo progresista de poderosa sensibilidad social (todos los paliativos de los populismos izquierdizantes han fracasado), digamos del modelo escandinavo; un modelo jamás citado por los déspotas, inmediatistas y cantamañanas latinoamericanos. El día que los venezolanos nos sintamos orgullosos de nuestros servicios públicos la democracia habrá triunfado.

 

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