Opinión Nacional

La enfermedad del chavismo

Al igual que las plantas, los animales, y en especial los seres humanos, las
sociedades también se enferman. Un buen día, te comienzas a sentir mal,
aparecen los síntomas y signos de la enfermedad y te enfermas. Hay
epidemias, como la gripe española, como la cólera, que reaparecen después de
muchos años, ya que crean una inmunidad colectiva que puede durar años y
hasta décadas, una vez que han hecho sus estragos y han matado mucha gente.

Metafóricamente, la guerrilla de los años 60 fue una enfermedad social, que
un político sagaz como Betancourt, dejó deliberadamente que tomara cierto
cuerpo, para que la sociedad creara sus anticuerpos y se inmunizara contra
ella, y de esa manera protegió al país contra ese terrible flagelo. Cuando
los guerrilleros se convirtieron en delincuentes, ladrones, secuestradores y
hasta asesinos, el pueblo les retiró todo su apoyo y sólo entonces el
gobierno se encargó de erradicarlos.

Las llamadas “revoluciones” pertenecen, socialmente, a esta categoría de
pandemias. Así pasó con la Revolución Francesa hace dos siglos y con la
Comunista en el siglo XX. Ha tomado décadas recuperarse de la desvastación
producida.

El “chavismo” desde luego es una enfermedad local con aspiraciones, o mejor
dicho delusión, de llegar a constituir una verdadera revolución y llegar a
infectar la región y el mundo, tratando por sincronía de propósitos de unir
fuerzas con esa otra enfermedad crónica grave, pero ya gastada,
semi-decrépita, el “fidelismo”, y así poder infectar los cuerpos sociales
de otros países de la región, valiéndose de las minorías que se sienten
excluidas –con o sin razón, ya que ello es totalmente irrelevante para el
fin último, de alcanzar el poder-, financiándolas con los petrodólares que
todo lo lubrican y hacen posible.

De allí que los países de la misma región y cultura ven en este fenómeno sui
generis venezolano un inminente peligro y se devanan los sesos en como
oponer un cordón sanitario inteligente a esa mancha de aceite, pegajosa y
resbaladiza de la verborrea chavista, que siempre obtiene atención entre los
resentidos sociales que existen en todos los medios.

Sus síntomas son típicos, desorden mental, resentimiento, envidia, odio,
violencia, instalación de la mentira sistemática, y abuso del poder. Sus
signos más característicos son, ignorancia, pobreza, inseguridad, desempleo,
envilecimiento colectivo.

¿Cómo fue posible que Venezuela fuese afectada tan seriamente por esta grave
enfermedad que es el chavismo?

Es bastante obvio que se trataba de un organismo debilitado por
padecimientos crónicos previos como es la corrupción. Sobre este terreno ya
minado, el ímpetu de la nueva ola de descomposición ha dejado postrado al
país.

Lentamente el cuerpo social invadido por este agente infeccioso del
populismo y la demagogia sin límites, se ha ido recuperando y la enfermedad
ha hecho clímax con el referendo revocatorio de este próximo domingo 15 de
agosto, y es el punto de inflexión en el cual o se recupera el enfermo o se
convierte en lisiado por largos años, igual que ocurrió al sufrido pueblo
cubano, esclavizado por un cruel tirano y excluido de toda posibilidad de
progreso y superación por varias generaciones.

Este domingo sabremos con certeza si la práctica de la democracia durante
más de cuatro décadas caló verdaderamente en nuestro cuerpo social y si es
capaz de descubrir la amenaza de ese virus mutante, que continuamente nos
ofrece nuevos y complicados escenarios de combate, o bien el virus, con su
disfraz de mansa oveja es capaz de engañarnos una vez más y penetrar y
vencer la resistencia postrera del cuerpo social.

Si el 15/08/04 iniciamos la recuperación, necesitaremos de reposo, sosiego,
y buena nutrición, para adquirir fuerzas para poder reanudar dentro de algún
tiempo el camino hacia la ley y el orden, la seguridad, el empleo, la
prosperidad, todo lo que coadyuva a un mínimo grado de felicidad colectiva,
que es el estado de salud social a que tiene derecho todo pueblo y toda
nación, cuando se logra un equilibrio estable interno y se recuperan los
valores de todos esos parámetros de las diversas funciones del organismo,
que tienen sus equivalentes y contrapartida en el cuerpo social.

¿Habremos aprendido algo de la pseudo-revolución chavista?

Pienso que sí, y confío en que la nueva generación, sobre todo las mujeres,
siempre más pragmáticas que los hombres, comprendan que no paga entregar la
conducción política del país a terceros, y que una democracia no funciona
sin mayor participación de la sociedad civil, donde observamos con
entusiasmo y curiosidad jóvenes soñadores, bien formados, ambiciosos y
trabajadores, dispuestos y empeñados en construir un país nuevo, que se
desembarace de las lacras del pasado y sepa construir un país moderno,
civilizado y estable, más equilibrado, más justo, dentro de un plan maestro
lógico e inteligente que podamos ir realizando en etapas con la
involucración de todos los ciudadanos. Para lograrlo tenemos que educarnos
a ser mejores ciudadanos y trabajar en equipo, algo que necesita de un
consciente esfuerzo colectivo.

Administremos pues el medicamento milagroso que curará definitivamente al
enfermo y que es el voto de este sufrido y noble pueblo venezolano. Que no
sea el “voto castigo” del pasado. Ni el voto reciente a favor de un
mesianismo sin base ni fundamento histórico. Sino el voto consciente,
pensado, de una población que ya ha experimentado en carne propia lo que es
dar “un cheque en blanco” a un hombre sin preparación ni formación
intelectual, ni experiencia, ni honestidad, que nos ha llevado al grado de
desgobierno, caos y anarquía en que estamos sumidos, y que ha aprendido de
esa dura experiencia de casi seis años, que las improvisaciones cuestan
caro, y que no podemos entregar nuestro destino a “encantadores de
serpientes” que con su palabrería nos ofrezcan paraísos inalcanzables, sino
a aquellos hombres y mujeres que ya han demostrado en funciones públicas su
capacidad de gestión, su honradez y su sensibilidad social.

No nos podemos dar el lujo de equivocarnos esta vez.

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