Opinión Nacional

La incontinencia de Nicolás Maduro

La difícil situación política constitucional que está atravesando Venezuela, a partir de la muerte de Chávez, se viene gestando desde el mes de Enero por un grupo político enmascarado en el poder ejecutivo y militar, pertrechado en el más poderoso sistema propagandístico de la desinformación que haya atravesado la república. Un sistema aplicado en las más férreas dictaduras en el mundo, tal como lo fueron las de Stalin, Mao, Lenin, Hitler, los hermanos Castro, entre otros, aplicado a las condiciones del siglo XXI en la Venezuela Post Chávez.

No en vano las mentiras aplicadas desde los poderes; tal como el Tribunal Supremo de Justicia, miembros de la Asamblea Nacional entre otros, bufones de palacio, destaca esa política del resentimiento, esa política del desgobierno. Vale decir, mantenerse en el poder no gobernando con instituciones democráticas. Si no todo lo contrario, azuzando la confrontación, la intolerancia y por su puesto la anti política muy venida a más en los últimos días por las claras violaciones al texto base de los venezolanos. Pero la voz en un comienzo del chavismo que simplifica todo a los designios del poder unilateral y fantasmagórico, es una teatralidad de la incontinencia del usurpador del ejecutivo en estos días por su poca y demostrada incapacidad para llevar y ejercer el poder ejecutivo.

Vemos a un Nicolás Maduro sumamente inmaduro en su discurso, en su que hacer y en su obrar, basar su campaña en la figura del finado, goza de toda mofa política y demuestra cómo cuando las instituciones políticas de un Estado son secuestradas por la personificación de un solo hombre, los proyectos se derrumban. De hecho, la mal llamada revolución en Venezuela no ha sido tal, simplemente porque ha basado su política económica en un Estado rentístico y clientelar, con la gran diferencia, que quienes llevan la batuta de los destinos del país funcionan de las formas pretorianas y autoritarias en nada cónsono con los ideales de la democracia representativa.

Bien merece la pena mencionar que los orígenes del Chavismo provinieron de un discurso populistóide, demagógico, en contra de las promesas incumplidas del bipartidismo adeco-copeyano que en aquel entonces se encontraban enfrascados en dinosaurios políticos que no daban paso a las nuevas generaciones de líderes de partido. Ese error de entonces costó y ha costado el chavismo en Venezuela, y la destrucción de la democracia venezolana.

Del neopopulismo venezolano basado en un líder anti-sistema y sumamente derrochador de los dineros públicos, que a cambio del culto al “jefe”, se propone una vuelta a una mítica edad de gloria, a los equilibrios tradicionales alterados por la corrupción de los políticos, bajo reformas plebiscitarias de participación. El culto al jefe, desde las perspectivas míticas, casi religiosas, se presenta como un elemento indispensable para la comprensión del populismo y su vertiente moderna, el neopopulismo. Va demostrando poco a poco sus orígenes totalitarios en pro, del desdibujamiento del chavismo original que en nada prometía una sociedad comunista. Y de esa mistificación del líder se pretende, luego de la muerte del mismo, utilizarlo como figura propagandística en una gesta que jamás ha existido, en una gesta, inventada por el G-2 cubano para arrasar con los petrodólares.

Sin embargo, para Ángel Oropeza destacó en su momento, que la dominación y la sumisión, no son conceptos equivalentes. Así, “el primero supone la posibilidad permanente de la coacción física, y necesita del monopolio del ejercicio de la violencia y la fuerza. La sumisión, por su parte, implica una actitud psicológica de entrega y alienación, aún en ausencia de la fuerza física, y en ocasiones sin que haya conciencia por parte de la persona de estar en tal condición o situación”.

Si bien es cierto, el análisis de la sumisión chavista parte de, un proyecto de dominación donde coexisten elementos fascistas, militaristas y estatistas, adornados por arengas y argumentaciones de inspiración marxista en una mezcolanza del libertador Simón Bolívar de manera tórrida y sin sentido histórico. En este sentido A, Oropeza da con una tipología de los sumisos Chavistas en Venezuela destacándose: 1-los oportunistas de ocasión; 2-los nostálgicos de la Venezuela heroica; 3-los ingenuos; 4-los aduladores de charreteras; 5-los viudos de la izquierda Bolchevique; 6-los revolucionarios de buena fe; y, 7-los que necesitan ser mandados; “ordene comandante, yo no soy nadie, yo estoy aquí para servirle”. Ahora bien; ¿a qué figura? ¿A Cuál Comandante? Por su puesto el declive de la voluntad de muchos da píe, por los altos niveles de desconfianza en los políticos a formas plebiscitarias dentro del manejo del Estado, y de allí, bajo un discurso de igualitarismo fundamentado en un paternalismo de Estado que deviene por el claro declive en la confianza interpersonal. Simplemente, una simbología del Comandante inexistente usado y abusado como propaganda frente a las elecciones del 14 de abril de 2013.

Dos escenarios; uno: el desgobierno trata de disfrazar sus grandes metidas de patas por la trampa inconstitucional a partir de enero con el dictamen del tribunal supremo ya montada. Dos, salir a votar y votar por la unidad que es lo que nos queda para defender lo poco de democracia en el país. Veamos cómo reaccionan los pocos verdaderos políticos que aún quedan. De no ser así, el post-Chavismo legitimará su farsa neocomunista, y Venezuela será una vez más una nación violada y vilipendiada. En Donde el sistema de gobernabilidad y gobernanza democrática sólo será un recuerdo de la historia.

En definitiva, para salir de la bota militar, para superar este trajinar de crisis permanente en todos los sectores vivos del país se debe votar. Y se debe votar porque es un derecho constitucional, pero también un deber para lograr mejorar la Patria grande que soñaron nuestros próceres. El verdadero sueño de Simón Bolívar no el mito que se quiere crear en la figura de Chávez que no nos independizo de nada de allí la incontinencia del forajido de Nicolás Maduro.

 

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