Opinión Nacional

La inseguridad: El mayor mal

La inseguridad en la que vivimos los venezolanos, no es una sensación, como alguien alguna vez afirmó, es por el  contrario, una realidad que nos golpea duramente y que constituye entre otras cosas, la principal causa de abandono de nuestros compatriotas de la tierra que los vio nacer. En efecto, cerca del 95% de la población, considera la inseguridad como el principal problema que debemos enfrentar y corregir, fundamentalmente por las características que esa criminalidad está adoptando.

Así, Venezuela constituye el país de América del Sur con mayor cantidad de homicidios y Caracas es considerada la cuarta ciudad más peligrosa del mundo, luego de Ciudad Juárez en México, Kandahar en Afganistán y San Pedro Sula en Honduras. De hecho, recientemente el New York Times, catalogó a Caracas como más peligrosa que Bagdad en Irak y lamentablemente tiene razón.  Mientras en Irak en el 2010, se reportaron 3.960 muertes, en nuestro país la cifra fue de cerca de 17.600 asesinados, según datos aportados por el Observatorio Venezolano de la Violencia. Cifra esta que equivale a que 2 venezolanos mueren cada hora de forma violenta, constituyendo así la tercera causa de muerte, precedida sólo por enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Otras cifra que nos aporta la citada ONG, ya que la autoridades gubernamentales no aportan datos fiables tal como lo denuncia Reporteros sin Fronteras,  es que 4 de cada 10 hogares venezolanos han sido víctimas el crimen; que por cada homicidio hay 11 robos violentos; que cada 24 horas se registran 528 robos de esa naturaleza; y que de cada 4 homicidios 1 es cometido por un conocido de la víctima. Para el 2011, en los primeros 4 meses ya se han verificado 3.400 muertes, lo que equivales a 900 mensuales y a 225 semanales, para hablar de un total de más de 150.000 muertos en estos últimos 12 años producto de la delincuencia, a lo que hay que agregar, que el delito de secuestro se ha incrementado en un 1.337% y que el aumento del uso de la violencia en los delitos contra la propiedad, pasó de un 16% a un 41.9% en el 2009.

Frente a esta cruenta realidad, nos encontramos ante otra igualmente desconcertante cuando investigamos quiénes son los victimarios, las víctimas y cuáles son las causas. En estudios realizados tanto por el Centro de Investigaciones Populares como por el Observatorio Venezolano de la Violencia, encontramos que los delincuentes son en su gran mayoría, jóvenes de sexo masculino, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 25 años de edad, con una tendencia marcada hacia la disminución de la edad de inicio, hasta encontrar a prácticamente niños de 12 años ya cometiendo crímenes violentos. Indican igualmente que existen fundamentalmente dos tipos de delincuentes violentos: el estructural, que desde niño ha vivido rodeado de violencia y es su única forma de vida conocida; y el circunstancial, cuya conducta deviene por algún episodio de crisis personal, familiar o social.

Lo cierto es que por la causa que sea, la mayoría de ellos también estarán muertos antes e los 25 años, hecho del cual tienen plena conciencia y que se traduce en que asumen grandes riesgos, le restan el valor a todo y por ende son capaces de infringir grandes daños por motivos insignificantes; constituyendo así el acto delictivo una reafirmación de su poder y por consiguiente de estatus. En este mismo sentido, hace cerca de un par de años, la Universidad del Zulia (LUZ) realizó un estudio sobre la evolución de la criminalidad violenta en Venezuela, llegando a establecer que si hace 10 años el homicida justificaba su accionar como una legítima defensa, hoy por el contrario, ve en la muerte del otro un trofeo que le permite ascender dentro de su núcleo social. La gravedad de esta realidad es evidente y refleja el deterioro y la degradación  de los valores en nuestra sociedad, donde la vida humana ya no tiene importancia. Un dato interesante lo constituye el hecho, de que la actitud de la pareja del delincuente resulta fundamental,  en el sentido de que si lo aúpa, su conducta será más agresiva, mientras que si se opone su influencia es positiva.

¿Y las víctimas? Cerca del 575 de las víctimas son igualmente hombres jóvenes, cuyas edades oscilan entre 15 y 24 años en un 13.7% y entre 25 y 44 años en un 43.4%, según datos aportados por Provea en su informe 2010. Lo anterior evidencia que nuestra juventud se encuentra doblemente afectada. Por una parte son victimarios que generan dolor y muerte cuya vida también acaba pronto, y por la otra, son las víctimas de una delincuencia desalmada y descontrolada.

No somos especialistas para establecer con absoluta propiedad  las causas profundas que han generado esta terrible situación, pero sin duda la pobreza, el desempleo y la desesperanza son factores de alta consideración. Sin embargo, en nuestra humilde opinión, la falta de valores morales y el mal ejemplo que vivimos a diario son elementos de aún mayor influencia. En un país donde los corruptos andan impunemente cometiendo sus fechorías, donde el dinero mal habido es el deseado por la mayoría, donde el lema cuanto tienes cuanto vales es la premisa mayor; donde el guapo y apoyado abusa del otro cada vez que quiere, o donde un presidente pide en público su hoja de coca ( lo que significó que al día siguiente ningún muchacho atendiera los programas de rehabilitación) o que al juramentarse diga que los pobres tienen derecho a robar, confundiendo estado de necesidad con delitos, o donde es el Estado quien arma a la población y genera resentimiento entre ella;  en un país así jamás lograremos resolver el problema de la delincuencia y ésta irá incrementándose cada vez más, sin importar cuántos policías salgan a la calle.

Sólo un cambio radical en nuestros valores y en los mensajes que recibimos, aunados a una política criminal seria,  podrá ayudarnos a revertir el proceso atroz que hoy vive Venezuela. Y cuando hablamos de política criminal nos referimos a un programa global e integrado en su doble aspecto, el preventivo, que debe atender tanto la educación, como el rescate de los valores, a la familia como célula fundamental de la sociedad, el empleo y la pobreza; y al represivo, en el entendido  de que debemos contar  con organismos policiales competentes, conformados por personas comprometidas con la justicia, bien asistidos y dotados con las herramientas idóneas para combatir el crimen, pero por sobre todas las cosas, acabar con la impunidad.

Venezuela no puede continuar por el camino que estamos transitando. Se hace imperativa una rectificación inmediata del rumbo, so pena de que acabemos en una guerra civil, si es que esto ya no lo es. En todos los países del mundo, su juventud es su esperanza No permitamos que se siga acabando con la nuestra.

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