Opinión Nacional

La mano invisible en el espacio

Londres (AIPE)- Me sorprendió la reciente declaración del presidente George Bush de que quiere instalar una base lunar y mandar gente a Marte. La idea nos entusiasma a todos, pero ¿quién pagará por ello?, ¿quién será dueño de qué?, ¿qué provecho le sacaremos yendo a Marte?
Bush no aportará los miles de millones de dólares requeridos, sino que pasará la cuenta a los contribuyentes norteamericanos. Lo que me asombra es la suposición no cuestionada que la exploración espacial debe ser una industria nacionalizada. El esfuerzo soviético puede estar atascado, pero los chinos parecen dispuestos a participar en la carrera. La Agencia Espacial Europea es una extraña mezcla de entes nacionalizados y la NASA de Estados Unidos es 100% empresa estatal a la antigua.

Tenemos que deshacernos de la creencia que el espacio está limitado a la acción de los organismos públicos. Esa manera de pensar es un eco de la vieja rivalidad entre EEUU y la Unión Soviética. Fue el Spútnik soviético lo que impulsó a EEUU en la carrera al espacio.

Lo que ahora necesitamos es a capitalistas en el espacio. El capitalismo requiere derechos de propiedad, el cumplimiento de contratos y el imperio de la ley. Y las discusiones ideológicas no desaparecen al traspasar la atmósfera.

Arthur Clarke, autor de “2001: una odisea del espacio”, fue el primero en reconocer el inmenso potencial de los satélites y hoy recibimos información y programas de televisión rebotados desde satélites. Sigo lleno de admiración por Rupert Murdoch, quien colocó un aparato sobre Brasil que envía señales a las casas de gente en todo el mundo. ¿Quién hubiera podido prever que los teléfonos celulares nos mantendrían comunicados sin alambres o que desde un satélite se puede determinar exactamente dónde estamos? Todas estas son aplicaciones comerciales. El comercio ya funciona en el espacio.

Los mercados detectan y utilizan oportunidades que los mejores técnicos e ingenieros jamás previeron. La realidad es que las empresas privadas refinan y redefinen lo que los entes públicos nunca llegan a captar. Todas esas empresas de satélites integran una red de expertos aportando ideas y servicios. Estamos en el amanecer de un mercado en el espacio.

¿Para qué nos servirá la Luna? ¿Qué valor aportará Marte? Nadie lo sabe todavía y apenas podemos especular. Las carabelas españolas que zarparon hacia América creían que iban hacia la India. Los ingleses que las siguieron en búsqueda de oro encontraron tabaco. Una cosa es la intención y otra el resultado.

Los argumentos utilizados por el presidente Bush para enviar gente al espacio son expresamente vagos. Quizás su propósito sea conseguir votos.

Uno de los beneficios de los viajes espaciales puede ser médico. Gravedad cero puede conducir al descubrimiento de terapias hasta ahora desconocidas. Otra posibilidad es el turismo espacial y podemos estar seguros que la inventiva de los agentes de viaje fomentaría mucho más ese tipo de turismo que la grotesca burocracia de la NASA. Inclusive, Dan Golding, ex administrador de la NASA, dice que está a favor de la privatización del espacio: “No podremos explorar el sistema solar hasta que le pasemos estas actividades a los líderes del sector privado… Algunos mantienen que comercializar partes de las funciones de la NASA es una herejía… yo creo que la NASA puede ser un socio creativo y que toda la humanidad gozaría del beneficio de libre acceso al espacio”.

Acaso, ¿no es factible que la Luna tenga un futuro más noble que ser una simple sucursal de la NASA? ¿Es tolerable que Marte se convierta en una subsidiaria de Estados Unidos? Estas no son cuestiones menores. La evidencia hasta la fecha es que los satélites puestos en órbita nos permiten ver la Tierra con nuevos ojos. Podemos explorar nuestro planeta mucho mejor a 200 millas de distancia que caminando en la superficie y la ley espacial que emergerá se derivará de las leyes de telecomunicaciones.

La NASA es un monopolio y está comprobado que los monopolios son malos para el comercio porque coartan la innovación. Abriendo el espacio al mundo empresarial estaremos comenzando algo que F. A. Hayek describió como “un procedimiento de descubrimiento”. La ciencia, igual que el capitalismo, es un sistema abierto.

(*): Director general del Institute of Economic Affairs, Londres.

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