Opinión Nacional

La Marsellesa

Esta Navidad, la primera en muchos años de estar fuera de Venezuela celebrada entre los míos y con el sabor de mi tierra, me confirmó una vez más que somos un pueblo indómito y que si sobrevivimos a Guzmán Blanco, a Castro (Cipriano…por ahora), a Gómez, a Pérez Jiménez, y tantos otros, también sobreviviremos a este tirano de turno.

Fue una Navidad escasa y casi de postguerra, donde hacer una hallaca se convirtió en un milagro poderoso, al cual se le quitaron las alcaparras y las pasas por aquello de ahorrame aquí para ponerle más carne allá, se hizo ponche casero cuando el Ponche Crema rebasó la frontera de los 20.000 bolívares, se horneo Pan de Jamón para regalar a los amigos, como en la Caracas de principios de Siglo, en la que la pobreza se cubría de dignidad regalando deliciosos platos o trufas hechas en casa.

Sin embargo, la esperanza hizo eco hasta en la carta de los niños al niño Jesús, que pedían (como en el caso de mi ahijado) le trajera un solo juguete a cambio de que se llevara al Presi para el polo norte. Fantasía de niños que como adultos en potencia reflejan también la esperanza nacional.

Personalmente, sólo le pido a este año nuevo que nos permita como pueblo, seguir unidos en la lucha y la dignidad. Que nos aleje de esa especie de racismo ideológico, que desde hace cuatro años quieren implantar en nuestro país, un racismo nacido del fracaso de una ideología vieja y extremada, que contabiliza muertos desde el Gulag de Stalin, pasando por las cárceles búlgaras y polacas, los campos de extermino de los jemeres rojos en Cambodia, el sistema semipolicial que hundió a la media Europa llamada “socialista”, o ese que arroja balseros a las costas de Miami, día a día a riesgo de perecer en la boca de un tiburón pero con la esperanza de escapar a la cárcel colectiva de la Isla.

Somos un pueblo obstinado, que se resiste al garrote y a la zanahoria, que quiere vivir en paz y que está dispuesto a luchar por ella despacio pero sin pausa.

Sobre esta última reflexión, recuerdo un paseo por Paris, no hace muchos meses. Sin pensarlo dos veces y luego de una suculenta cena en Les Deux Magots, pagada con mi escaso sueldo de periodista catalanizada, me fui a pasear sin rumbo, y me vino, sencilla y cálidamente, una melodía a los labios. Una melodía que me reconcilió de mi desencanto europeo, el desencanto que sólo un latinoamericano puede sentir hoy en día en cualquier ciudad adocenada y xenófoba de Europa. Una melodía que inspiró nuestra libertad del yugo español y la de muchos otros países: La Marsellesa.

Esta Noche de Reyes, también me viene esa melodía, y encuentro que su letra es inspiradora, que es perfecta para comenzar este año de luchas y de conquistas.

SI VIS PACEM, PARA BELLUM AMIGOS

LETRA DEL HIMNO LA MARSELLESA.

Marchemos, hijos de la patria,
Que ha llegado el día de la gloria
El sangriento estandarte de la tiranía
Está ya levantado contra nosotros
¿No oís bramar por las campiñas
A esos feroces soldados?
Pues vienen a degollar
A nuestros hijos y a nuestras esposas

¡A las armas, ciudadanos!
¡ Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
Que una sangre impura
Empape nuestros surcos.

¿Qué pretende esa horda de esclavos,
De traidores, de reyes conjurados?
¿Para quién son esas innobles trabas
y esas cadenas
Tiempo ha preparadas?
¡Qué arrebato nos debe excitar!
Es a nosotros a quienes pretenden sumir
De nuevo en la antigua esclavitud
¡Y qué! Sufriremos que esas tropas
Dicten la ley en nuestros hogares,
Y que esas falanges mercenarias
Venzan a nuestros valientes guerreros?
¡Gran Dios! Encadenadas nuestras manos,
Tendríamos que doblegar las frentes bajo el yugo!
Los dueños de nuestro destino
No serían más que unos viles déspotas.

¡Temblad! tiranos, y también vosotros, pérfidos,
Oprobio de todos los partidos!
¡Temblad! Vuestros parricidas proyectos
Van al fin a recibir su castigo.

Todos son soldados para combatiros.

Si perecen nuestros héroes.

Francia produce otros nuevos
Dispuestos a aniquilaros.

¡Franceses, como magnánimos guerreros
Sufrid o rechazad los golpes!
Perdonad estas pobres víctimas
Que contra su voluntad se arman contra nosotros.

Pero esos déspotas sanguinarios,
Pero esos cómplices
Todos esos tigres que, sin piedad,
Desgarran el corazón de su madre…

Nosotros entramos en el camino
Cuando ya no existan nuestros mayores;
Allí encontraremos sus cenizas
Y la huella de sus virtudes.

No estaremos tan celosos de seguirles
Como de participar de su tumba;
¡Tendremos el sublime orgullo
De vengarles o de seguirles!
¡Amor sagrado de la patria,
Conduce y sostén nuestros brazos
vengadores!
¡Libertad, libertad querida,
Pelea con tus defensores
¡Que la victoria acuda bajo tus banderas
Al oír tus varoniles acentos!
¡Que tus enemigos moribundos
Vean tu triunfo y nuestra gloria

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