Opinión Nacional

La mesa está servida

Con las inscripciones ya concretadas se inicia el camino para el rescate de la democracia. Hemos pasado por un proceso de negociación que fue lo más amplio y transparente posible. Sin embargo, la unidad no termina con la inscripción de los candidatos; la unidad debe entenderse desde la necesidad que existe por lograr un proceso de concertación que nos permita avanzar: es decir, desde la campaña hasta la construcción de una agenda común que aborde los principales problemas que padecemos y frente a los cuales debemos tomar partido.

El rumbo de Venezuela está hoy marcado por los designios de una sola persona. El chavismo no es una idea, no es una lucha común, no es el resurgimiento de la utopía socialista de un mundo mejor. El chavismo es el personalismo de Chávez. Ejemplo de ello lo hemos visto y comprobado con casos tan tajantes como el de Henri Falcón, el PPT, Baduel, entre otros, que decidieron diferenciarse de lo que el magnánimo plantea y hoy están desterrados por traidores y apátridas. Esta reflexión, pese a no ser nueva, debe seguirse haciendo y repitiendo, pues es por esta razón que debemos ganar espacios de participación. Las elecciones del 26S son de mucha relevancia para la democracia venezolana, no por los cargos y los nombres que finalmente se definieron, sino por el trabajo que se hará desde allí en el rescate de la Asamblea como espacio plural, de representación del país, como espacio vital para la vida y construcción política.

Los candidatos ya están y representan la unidad exigida por el electorado a los partidos. No fue sencillo. Empero, existe una idea de cambio que va más allá del slogan cliché. Se ha construido, desde el reconocimiento del otro, una propuesta para los venezolanos que dé respuestas a problemas reales y concretos.

La victoria dependerá del trabajo de los candidatos. Pero también del empeño de los electores en participar, en ayudarnos en la dura labor de convencer a quienes se mantienen al margen, para hacerlos cambiar de postura. Los retos son enormes. El chavismo jugó a la ingeniería electoral. Pero el descontento es generalizado, la crisis afecta a todos los venezolanos y no hay misión candanga que lo disfrace. Las fallas son tantas, la ineficiencia tan evidente, que no habrá dinero que pueda revertir el efecto que tiene vivir en un desbarajuste de país. Por eso nuestra campaña, más que de palabras, es de hechos. Poco a poco estamos construyendo, no una maquinaria electoral, sino un movimiento de cambio, pluralismo y concertación. Obras son amores y no falsas pasiones.

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