Opinión Nacional

La palabra negada

La noche del sábado 8 de diciembre el Presidente de Venezuela se dirigió por última vez al país en cadena nacional, antes de viajar a La Habana para una nueva intervención quirúrgica el día 11, y desde entonces sabemos de él por partes fragmentarios. Vino de La Habana para regresar de inmediato, luego de esta última conversación con el país.

No pudo estar presente ante la Asamblea Nacional el 10 de enero para la juramentación constitucional, pero él previó con lucidez lo que podía ocurrir y lo que ocurrió. Lo que no pudo prever fue que por las causas más desconocidas se alteraran sus instrucciones o sus consejos pensados y meditados dentro de la ortodoxia constitucional e, incluso, dentro de los intereses políticos del partido que encarna su proyecto revolucionario. Digamos con franqueza que lo previó todo y con precisión.

Sobran las razones para considerar de extraordinaria importancia aquel discurso del presidente Chávez Frías. Se trata de un documento histórico, en una palabra, y como tal debe leerse y releerse y consagrarse como una pieza clave del proceso que ha tomado rumbos impredecibles y que parece estar yéndosele de las manos a todo el mundo.

El texto de la conversación ofrece diversos ángulos, comienza con cierto humor y con reminiscencias gratas (los bailes con la música de John Travolta, «La fiebre del sábado por la noche»), para ir entrando poco a poco en las confesiones más dramáticas que hayamos oído.

Veamos esta reflexión, según sus palabras: «Al respecto, porque no quiero alargar mucho estas palabras, ya son casi las 10:00 de la noche, al respecto, como está previsto en la Constitución, allí está todo previsto, una vez que se me autorice salir del país, pues es el vicepresidente, el compañero Nicolás Maduro, un hombre revolucionario a carta cabal, un hombre de una gran experiencia, a pesar de su juventud; de una gran dedicación al trabajo, una gran capacidad para el trabajo, para la conducción de grupos, para manejar las situaciones más difíciles. Lo he visto, lo hemos visto… Pues, él queda al frente de la Vicepresidencia Ejecutiva de la República, como siempre hemos hecho en permanente contacto. Pero yo quiero decir algo, quiero decir algo, aunque suene duro, pero yo quiero y debo decirlo, debo decirlo. Si, como dice la Constitución, cómo es que dice, si se presentara alguna circunstancia sobrevenida, así dice la Constitución, que a mí me inhabilite, óigaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar, en los pocos días que quedan… ¿Cuánto?, ¿un mes? Hoy es… sí, un mes, un mes.

«…Y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que ­en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales­ ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón.

«Es uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad para continuar ­si es que yo no pudiera, Dios sabe lo que hace, si es que yo no pudiera­, continuar con su mano firme, con su mirada, con su corazón de hombre del pueblo, con su don de gente, con su inteligencia, con el reconocimiento internacional que se ha ganado, con su liderazgo, al frente de la Presidencia de la República, dirigiendo, junto al pueblo siempre y subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta patria».

En suma, en medio del gran dramatismo del momento, el presidente Chávez Frías se aferró a la Constitución. Lo que aconsejó fue eso, lo constitucional y lo inteligente, lo políticamente pertinente, que el presidente de la Asamblea Nacional asumiera el poder y convocara a elecciones presidenciales con Nicolás Maduro como candidato de la revolución. «Yo se los pido desde mi corazón», reiteró como quien pronuncia la última palabra y como quien ha jugado todas las cartas y consumido su tiempo.

La historia tomó otro rumbo de manera inesperada, e inexplicable.

Algún día sabremos la trama verdadera que operó en el desconocimiento de la posición del Presidente, quién o quiénes negaron su palabra, torcieron su voluntad, irrespetaron su buen juicio, y optaron por la consulta al Tribunal Supremo de Justicia que produjo la más inadmisible de las sentencias con la tesis de la «continuidad administrativa» y descalificó la juramentación como requisito de primer orden. El TSJ metió a los venezolanos en un callejón sin salida. Nadie estaba en condiciones de prorrogar un periodo constitucional y de «autorizar» a los altos funcionarios al ejercicio de atribuciones ya periclitadas. A esto hemos sido condenados, y de ahí la creciente inquietud que la situación venezolana suscita en la región y en el mundo porque, mientras más se avanza en el absurdo, más confusas aparecen las sinuosidades del laberinto.

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