Opinión Nacional

La saga de los estudiantes

En el prólogo de Balance Inconcluso de una Actitud Universitaria (Imprenta López. Buenos Aires, 1962) expresé que la responsabilidad primordial del estudiante consiste en prepararse cabalmente para las tareas futuras de colaboración en el progreso social, cultural y económico del país. Sin embargo, dije, hay momentos en que las universidades —profesores y alumnos — y todas las demás instituciones, academias, colegios profesionales, sindicatos, asociaciones de empresarios, tienen el deber de desviarse de su natural destino para manifestarse contra hechos cuya gravedad ponga en peligro la vida misma de la nación, su soberanía o su sistema democrático.

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La llamada generación del 28, ha sido justicieramente exaltada por su actitud valiente y combativa en defensa de la constitucionalidad y de los derechos humanos. Imposible es olvidar a sus esclarecidos representantes, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Raúl Leoni, Miguel Otero Silva, Jacinto Fombona Pachano, Isaac Pardo, Inocente Palacios, Guillermo López Gallegos, Joaquín Gabaldón Márquez, José Tomás Jimenéz Arráiz, Lino Clemente, Augusto Márquez Cañizales.

En el año de 1936, nuevas generaciones de estudiantes tomaron la antorcha de la lucha y reconstituyeron la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), a la que nuevamente se incorpora el ya prestigioso líder Jóvito Villalba, junto con figuras tan importantes como Ramón J. Velásquez, Rafael Caldera, Enrique Tejera París, Carlos Augusto León, Luis Lander, Tobías Lasser, Fidel Rotondaro, Pompeyo Márquez.

Para protestar contra la detención arbitraria de su Presidente y otros miembros de su Junta Directiva, la FEV convocó una asamblea para el 10 de febrero de 1937 en la Universidad Central. Como uno de sus más jóvenes militantes—todavía estudiante de bachillerato—, concurrí al recinto universitario, el cual fue violentamente asaltado por fuerzas policiales, de cuya acción resultó Eutimio Rivas muerto; dos otros estudiantes, heridos, y algunos más, detenidos. La mayoría de los restantes nos entregamos voluntariamente y sólo fuimos devueltos a la libertad en sucesivos lapsos escalonados.

Para aquel momento ya se había producido una división en las filas estudiantiles y había nacido la Unión Nacional Estudiantil (UNE), a cuyo frente se encontraba el combativo dirigente Rafael Caldera, de quien —al igual que de Jóvito Villalba— se puede con toda justicia decir que su calidad de excelentes estudiantes, nunca se vio disminuida por las actividades políticas que les imponía la encrucijada histórica por la que atravesaba la nación.

No fue menor la responsabilidad con que la generación del 36 asumió, conjuntamente con sus obligaciones estudiantiles, las que le señalaban los nuevos requerimientos políticos en la difícil etapa de transición hacia un sistema democrático. Alfredo Tarre-Murzi, Felipe Casanova, Teolita Troconis, Benito Raúl Losada, Alfredo Machado Gómez, Oscar Palacios Herrera, Efraín Schacht Aristeguieta, Raúl Valera y este expositor , entre otros, dimos visibles muestras de nuestras preocupaciones extracurriculares: en las aulas universitarias, fundando institutos de extensión cultural —Centro de Estudiantes de Derecho, Grupo VIDE, Sociedad de Estudios Internacionales— y en la calle, llevando nuestras voces de orientación o de protesta cada vez que las circunstancias lo exigían .

De ningún modo pienso que las generaciones actuales no estén conscientes del papel que les corresponde desempeñar en este período histórico de enormes dificultades para la estabilidad democrática y la efectiva vigencia de los derechos humanos. Pero nunca está demás rememorar las sagas del pasado como gesto de solidaridad y de estímulo a su gestión responsable, todo con fundamento en el artículo 350 de la Constitución nacional.

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