Opinión Nacional

La soga al cuello

Reiteradamente la oposición, desde sus diferentes vertientes y factores, ha venido adviertiendo acerca de situaciones irregulares con el RE. Multicedulados, personas que tienen más de cien años de edad, fallecidos, movimientos inconsultos de votantes, centros y circuitos. Eso, amén de otros problemillas como la designación de funcionarios cuyo color político convierte algunas actividades y zonas en inexplicablemente ventajosas para el partido de gobierno. Como no se trata precisamente de un CNE modelo que inspire confianza y cuya ejecutoria puede ser en absoluto calificada de transparente, agregamos a nuestras legítimas y harto bien fundadas preocupaciones, la de algunos «ok» que producen disonancias en el discurso opositor.

La MUD, entendiendo como tal el conglomerado de partidos opositores, no sólo ha remarcado el «mínimo impacto» de esas irregularidades, sino que avaló la «calidad» del Registro Electoral. Eso de los multicedulados es «ruido», según Vicente Bello y no un verdadero problema que pone en entredicho la transparencia que debe caracterizar a cualquier organismo electoral, en el caso venezolano, todo un Poder. Y con los peligros que implica un poder sumiso.

Hemos asumido el camino electoral como el que queremos transitar y hemos aceptado recorrerlo bajo la tutela de un organismo como el CNE el cual no ha dejado de despertar sospechas sobre su actuación sabiendo, como sabemos, que es un brazo ejecutor del gobierno nacional y para nada un poder independiente. Algunos casos, como aquellos donde se ha producido un black-out de horas para luego salir con resultados en un boletín blindado, como aquella consulta cuyos resultados aún ignoramos, como impugnaciones jamás resueltas porque representaban un porcentaje «insignificante», sin mencionar el ventajismo obsceno de que el Presidente-candidato siempre ha disfrutado, al margen del saludo a la bandera de un rector que le llama la atención de cuando en vez pero no le hace ni cosquillas, son los que el elector guarda en la memoria a pesar de los esfuerzos por lavarle la cara a la señora Lucena y su equipo.

La MUD conserva un prestigio fundado en sus esfuerzos para representar una instancia de diálogo y convergencia. Esa instancia logró la preeminencia de la sensatez sobre las ambiciones de nuestros politicos -lo que era un reclamo nacional- para finalmente presentar un candidato único y permitir al voto recuperar su utilidad y vigencia ante la compra compulsiva y sistemática de voluntades por parte del oficialismo. La MUD, si bien no es un partido ni sustituye al comando de la campaña, si constituye una referencia moral que no puede eludir y una especie de «escalón más arriba» que podría ser de gran utilidad en momentos críticos muy factibles de sobrevenir. La MUD no debe colocar en riesgo esa autoridad moral ni su credibilidad convirtiéndose en una especie de fiadora del CNE, porque no lo merece, porque no se comprende y porque no le conviene.

Si en medio del proceso surgen cuestionamientos, se producen irregularidades, se denuncian atropellos o se pretende un fraude, así, con todas sus letras, este «ninguneo» de problemas, este aval al RE por parte de la oposición -que es en realidad un aval al CNE- puede resultar un lastre muy pesado que no necesitamos. La MUD no tiene por qué ponerse la soga al cuello. De alguna manera nos la pone a todos.-

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