Opinión Nacional

La Telefonía Celular Criolla

El otro día estaba conversando con mi papá sobre los más recientes adelantos tecnológicos. A él siempre le ha gustado este tema y se ha mantenido actualizado a través de revistas y libros especializados. Tanto así que para él, a diferencia de la mayoría de su generación, incluyendo a mi mamá, el manejo del control remoto de la SONY 27, no es un misterio inexpugnable. Esa tarde hablamos de toda clase de productos electrónicos, incluyendo computadoras, videoteléfonos y cables de fibras ópticas. Sin embargo a lo largo de toda la charla, nunca, y repito nunca, hizo referencia a uno de los productos que ha revolucionado el mundo de las telecomunicaciones, el teléfono celular. Siempre me había preguntado por qué, si todos sus amigos tienen uno, sin importar si entienden su funcionamiento o no, mi papá se ha negado a comprarse su «ridicular», como él los llama. Por lo que decidí simplemente preguntarle – Papi, ¿por qué? La respuesta no se hizo esperar y me dijo – Hijo, porque no me da la gana -. Esto me sorprendió mucho porque él es un señor de alto intelecto y normalmente sus respuestas están llenas de cifras, razonamientos y conclusiones virtualmente irrefutables para cualquier mortal. Así que me atreví a preguntar de nuevo – Papi, ¿por qué? La respuesta no se hizo esperar y me dijo – muchacho gafo, ya te dije que no me da la gana.

Esto me hizo reflexionar a tal punto que mi abstracción me llevó fuera del cuerpo en un viaje por el maravilloso mundo de la telefonía celular criolla. Para comenzar, visité el país de las estadísticas de ventas, en donde encontré la raza de los vendedores pseudoingenieros. Esta raza de individuales características sociológicas, se prestó a través de un interlocutor/distribuidor autorizado, para ayudarme con las dudas que yo tenía, con el segundo propósito de convertirme en un feliz cliente. – ¿Señor, cuantos teléfonos celulares hay en Venezuela? – pregunté yo, – bueno, tomando en cuenta la inelasticidad de la demanda y que la mitad de los de la competencia no sirven, como unos trescientos mil, pero solo hay celdas para unos cien mil, pero eso no importa, aquí en Venezuela todo el mundo se cala todo, por ejemplo, si Ud. estuviera interesado le podría hacer un buen precio…

Cuando me di cuenta que estaba siendo objeto de una «venta dura» decidí escabullirme silenciosamente y continuar mi viaje. Continué mi aventura aterrizando el la tierra de los departamentos técnicos incomprensibles, habitada por la raza de los clones microsoft. La verdad es que lo único que entendí durante mi estadía, fue que a uno le cobran desde que pisa «send» hasta que pisa «end», por lo que inmediatamente entendí el suicidio de mi amigo Eduardo, quién se gastó una pila de larga duración con el «send» pegado, mientras estaba de «roaming» internacional en China.

La siguiente parada fue en el país de las operadoras/proveedoras de información a los usuarios, quienes al igual que las chicas del país de las llamadas eróticas a distancia, pesaban como unos trescientos kilos cada una y tenían una voz que podía derretir la mitad del polo sur. Escogiendo la de semblante más agradable, le dije, – Buenos días señorita, ¿me pudiera informar como es el esquema tarifario de sus servicios?- y me dijo – Por supuesto caballero, como Ud. se ve muy decente le voy a ofrecer el plan especial para ejecutivos bancarios no fugados, pero dígame, ¿tiene Ud. tarjeta de crédito? Por supuesto- , le dije, – entonces continuamos, este plan especial se basa en un uso cotidiano promedio de 87.3 minutos, a Bs. 47 el minuto, mas cajita de mensajes, más doble llamada en espera, más transferencia, más depósito de garantía, más teleconferencia, son unos 17,000 Bs. al mes, por supuesto sin contar llamadas al exterior -. Caramba, señorita, no le suena un poco caro? y me dijo, – Sí, pero para un joven de categoría como Ud. esto no debiera representar ningún problema y ya que estás aquí, ¿por qué no me das un besito? Asustado por el peso de los argumentos, emprendí de nuevo mi vuelo, pero de repente, Siete, mi perro, corrijo, el perro de mi hermana, me pegó un mordisco en el tobillo que me dolió igual que si me hubiera venido al suelo desde las alturas donde me encontraba. Pude ver de nuevo a mi papá sentado en la silla de mimbre, con un destornillador dominguero en la mano, riéndose de la gracia de Siete y haciendo caso omiso del sangrero que emanaba por sobre mi media blanca, ahora roja. Después de los primeros auxilios de rigor nos sentamos de nuevo a conversar. – Con que estuviste en el mundo prohibido de las tarifas impagables – y le dije, – no papi, desafortunadamente tu agradable mascota me mordió antes de llegar y me quedé con las ganas. -. Entonces nunca encontrarás la clave de mi rechazo, tienes que volver, tienes que volver – y yo trataba de despegar, pero el dolor del tobillo me lo impidió, ya que por mi mente sólo pasaban formas inquisitorias de sacrificar al animalejo ese. Así que me armé de valor y pregunté por tercera vez, Papi, ¿por qué?, pero ahora, en vez de la patada en el tobillo que esperaba, respiró profundo y comenzó uno de sus acostumbrados monólogos que a tantas personas gustan – El mundo de la telefonía celular criolla, está dividido en dos tipos de usuarios, aquellos que les pagan las cuentas y aquellos que pagan sus cuentas- y luego entró en un trance, concentrándose en los canarios que se estaban comiendo las mandarinas del jardín. No hubo manera de lograr su atención de nuevo, había dicho todo lo necesario, según el.

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