Opinión Nacional

La vigencia del pensamiento de Moisés Moleiro

  Un 16 de febrero de 2002 falleció en Caracas un venezolano que marcó a generaciones de políticos de todas las tendencias, no sólo a la militancia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, la razón de sus desvelos, también a quienes desde la Socialdemocracia, la Democracia Cristiana o  la propia izquierda lo combatían y debatían por posturas ideológicas.

 
            Estas notas pretenden recordarlo en el escenario político y la cotidianidad que compartimos en el tiempo que lo conocí. La autenticidad y el desenfado para abordar las emboscadas de la vida fue su constante, como también un prodigioso conocimiento de la naturaleza humana y en particular la del venezolano, a quienes sojuzgaba entre la picaresca y la ironía, con tal estilo que el calificado aceptaba de buena gana la sorna y el vacilón de la militancia mirista.  Del mismo modo cualquier resbalón del adversario en el Congreso Nacional o en el debate partidista terminaba en una anécdota que lo rayaría por siempre.

 

             Fue un hombre universal a partir de una copiosa formación plasmada en el buen trato del conocimiento, haciéndolo accesible al lenguaje cotidiano y aplicable al trajín diario y arisco de la política. Hablar de André Malraux y la Condición Humana,   las aventuras del Quijote,  las tesis filosóficas de Feuerbach,  las leyes de la dialéctica hegeliana, con la naturalidad y el humor característico lo conectaban fácilmente a todo tipo de auditorio.

 

            Su irreverencia lo metió en problemas más de una vez, como aquella de espetar en Londres en pleno aeropuerto en los años 80, Las Malvinas son argentinas;  en París declarar en plena conferencia trotskista su amor a una militante argelina,  en China ironizar el monotema de los Films donde siempre aparecía un terrateniente malvado y luego el guardia rojo salvador o señalar en Kampuchea que las resoluciones del Congreso del partido recién finalizado ya estaban impresas con la foto de Kim IL Sung.

 

            Más allá del anecdotario, su entrega permanente por lograr un destino cierto para Venezuela fue su preocupación constante en su abundante obra, sus libros postreros ¡el Socialismo ha muerto, Viva el Socialismo¡ y el Poder y el Sueño, contienen sus cavilaciones finales sobre el proyecto definitivo a impulsar para el rescate de la nación. Murió siendo un profundo crítico del militarismo que nos gobierna y al mismo tiempo de las falencias opositoras.

 

             Desaparece en plena crisis de 2002 su praxis y obra son una lectura obligada para la Venezuela de hoy, para la clase política actual apegada al pragmatismo y renuente a la formación, que otrora caracterizaba a quien aspiraba a ser político de cualquier tendencia. Moisés y su pensamiento siempre vigente fue un militante de la vida, capaz de decirle en su momento a la muerte “non fuyares cobarde es un varón que os acomete”.

 

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