Opinión Nacional

Las comunicaciones post-chavistas

Ha llegado el año de la liberación, de revivir la euforia del ’58 para edificar entre todos un país nuevo que tire definitivamente a la basura los  arcaicos absolutismos militaristas, los saqueos,  las  execrables “cadenas”, el enorme atraso tecnológico y una calidad de vida a pique;  que convoque a sus mejores ciudadanos para recomponer fracturas en una democracia fraternal, con civilismo y bienestar sustentable; que abjure de todos los errores de los  últimos ochenta años, no restaure casi nada e invente un convivir y una modernidad nuevos, hechos de lecciones aprendidas e inéditas matrices que confluyan en síntesis superiores. 

  En sus “Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional 2013-2019”  la MUD presentará al país un complejo  proyecto de esa nueva Venezuela,   pluralmente elaborado por un super-cordiplan en la sombra (31 grupos de especialistas); es el germen  de la palingenesia, no  camisa de fuerza para el nuevo Presidente sino formidable marco conceptual que lo haga  eficiente desde el primer día, sin pasar por planes de emergencia ni prestar oído a los astutos que saben madrugar en Miraflores.

En ese rediseño del país ¿era pertinente dar alguna prioridad a nuevas políticas y prácticas comunicacionales? Sí, por cuatro razones: a) nuestros Medios se han asignado un rol desproporcionado de protagonistas  de la historia patria, y viven acosados por asaltos hegemónicos de sectores  económicos y políticos; un cuadro a “enfriar” con disciplina democrática  b) del ’58 al ’98, la Radiotelevisión fue mediocre,  se disoció del gigantesco esfuerzo educativo del país, deculturalizó y desnacionalizó a más no poder ante un Estado moroso y cómplice; aquel modus operandi no debe ser restaurado, c) el chavismo logró lo imposible: empeorar aquello remplazando cuñas por quincalla ideológica, intoxicando el espectro y brutalizando la disidencia; ha dado vida a la siniestra figura de un big brother mediático y al entorno mediático más tóxico de la historia del país, y d) el abuso de dominio y el retraso tecnológico se acumulan: el espionaje, la piratería y el embargo de información son rutina gubernamental,  el impreso y la lectura han sido minimizados, nada se sabe del salto a lo digital, el satélite es más militar que civil y el cable a La Habana un elefante blanco (mejor  hipótesis), importamos tecnología iraní y portuguesa y exhibimos malos  indicadores (con un download Internet de 1,02Mbps, ocupamos la posición 160 en una lista de 170 países detrás de Burkina Faso y Swaziland).

Imagínese (por ahora, en 2013 será realidad) un entorno mediático que cumpla con el Art. 58 de la Constitución: “La Comunicación es libre y plural”, devolviendo a los operadores históricos del país lo vilmente arrebatado,  liberando a los comunitarios del yugo chavista y convirtiendo los medios  propagandístico-gubernamentales  en genuinos servicios públicos; con un Consejo plural que asigne frecuencias con transparencia y fomente la  convivencia de lo público, lo privado y lo comunitario;  un gobierno  que, como en las grandes democracias, sólo disponga de un portavoz y no de medios  propios para hacerse publicidad;  un país al fin dotado de un Servicio Público de Radiotelevisión (una BBC a la criolla) radicalmente desgubernamentalizado,  de imparcialidad controlada por las fuerzas políticas, que asegure a todos sin exclusiones  programas de muy alta calidad diversificados, regionalizados y autolimitados en publicidad; un país que sincronice Cultura y Comunicación para llegar a ser sociedad de lectura, de la información y del conocimiento, que universalice el uso de la electrónica y dé vida a un eficaz “telegobierno”, que llegue a ser potencia regional en correos (Ipostel convertido en el hub del Caribe), en producción de papel, de programas radiotelevisivos, de software y otros bienes de la industria cultural…

Venezuela dispone de recursos, talentos, gentes y competencias para repetir en el entorno comunicacional, en pocos años, el milagro ya logrado en ámbito musical.

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