Opinión Nacional

Legitimidad como conflicto

Los venezolanos, luego del 11 de abril, hemos dedicado creciente espacio a la discusión sobre el grado de legitimidad democrática del gobierno. La denigrante actuación del Ejecutivo y de sus principales aliados, antes, durante y después de la masacre de Miraflores, no sólo indigna por sus implicaciones éticas y morales, sino que además, despierta justificadas dudas sobre el fondo e intenciones que se esconden detrás de tanta mentira, agresión, humillación, amedrentamiento y vilipendio.

El desmoronamiento institucional del Estado borra los límites de la tolerancia. La quiebra de la economía, la malversación multimillonaria, las medidas neoliberales e impositivas, el desempleo, el hambre y la creciente miseria hacen contraste con la ostentación inescrupulosa que abofetea a cotidiano la conciencia popular. El comedy capers de la Asamblea Nacional, Fiscalía General, Defensoría del Pueblo y Contraloría General, constituye una brutal falta de respeto a la inteligencia del venezolano. Finalmente, la morbosa división social y la sistemática vejación de Magistrados (plastas), Medios de Comunicación (bacalaos), Militares (condones) y Sacerdotes (tumores) son exigencias objetivas para que la legitimidad democrática forme agenda imperiosa en una sociedad que reclama justicia, honestidad, respeto y cambios políticos inminentes.

La teoría de la democracia distingue dos vertientes para solucionar conflictos políticos de legitimidad: el discurso argumentativo y la teoría de la elección social.

La primera enfoca su análisis en la búsqueda del consenso mediante el diálogo. Quienes sostienen esta tesis (J. Habermas y K.-O. Apel, principalmente) argumentan que las diferencias deben asumirse bajo una responsabilidad que obliga a las partes a respetar reglas que garanticen derechos comunes. Tales reglas se clasifican en tres niveles: el primero abarca reglas lógicas y semánticas; el segundo, está vinculado al reconocimiento recíproco; y, el tercero, abarca reglas relacionadas con condiciones de simetría, para ello, las partes han de excluir toda coacción en el diálogo y toda motivación que no se ajuste a la búsqueda auténtica de la verdad.

La segunda vertiente argumenta que las instituciones humanas no siempre se comportan de manera racional (J. Buchanan y G. Tullock). La teoría de la elección social, es una rama de la elección racional, dedicada especialmente a la teoría de la votación, y se ocupa de las formas en que la agregación de preferencias individuales lleva a un resultado social. La teoría de la votación aparece como solución a la falta de unanimidad.

La intolerancia, el sin sentido revolucionario y la complicidad institucional del gobierno deja claro que las puertas para un consenso democrático han sido selladas por más que se cacaree un diálogo carente de voluntad. Ello nos coloca en la única vía democrática posible para resolver la crisis de legitimidad, es decir, la vía eleccionaria… ¿llegaremos a ella?

(*) Profesor Universitario de Políticas Públicas

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