Opinión Nacional

Los caminos que los llenan

En múltiples notas anteriores he planteado la seria dificultad en la que se encuentra el ciudadano común para ubicarse en cuanto a la tipicidad de las decisiones de “gobierno revolucionario”, hasta el punto de no poder discernir si se trata en definitiva de las decisiones de los delincuentes actuando en política o, por el contrario, es la política de los delincuentes. En el primer caso estamos frente a los efecto de los múltiples secretos que dominan los delincuentes sobre los encumbrados funcionarios y el de sus influencias, perceptibles o no; en el segundo caso, son los propios delincuentes, sean electos o sean selectos, quienes en función de sus limitados, propios y personales intereses, toman las decisiones.

Nada nuevo en todo caso, si observamos la historia de los últimos cincuenta años de esto que en Venezuela han dado por llamar y validar como: la política y lo político.

Dos conocidos y experimentados caminos

El Camino de Israel; el de los Diez Mandamientos

En una conferencia dictada en la Universidad de Tel Aviv por Carlos Eduardo Montaner el 12 de este mes y año, hizo mención a las características dominantes en el Estado de Israel desde su fundación (1.948) hasta el día de hoy. Lo que llamó: “… la experiencia social y política más exitosa del siglo XX…”, y que denominamos sin temor a error: El Camino de Israel.

“… se someten al imperio de la ley, se respetan los derechos humanos, se garantiza el ejercicio de las libertades individuales, y la prensa juega celosamente el papel de fiscal permanente de la conducta de los funcionarios electos o designados… se rinde culto a la meritocrácia … cualquier forma de favoritismo… [resulta] un deleznable agravio comparativo que descalifica a quien lo lleva a cabo… el aparato productivo descansa en el sector privado y las transacciones se realizan dentro de las reglas del mercado… funciona la competencia económica, se cumplen los contratos, y se pueden hacer planes a medio y largo plazo porque los derechos de propiedad están realmente garantizados y el Estado no va a atropellarlos arbitrariamente…”; el ciudadano común está consciente de que “… sus esfuerzos legítimos producirán recompensas, que las violaciones de las normas serán castigadas, y que existe un sistema de justicia que les permitirá defender sus derechos cuando crean que son conculcados o cuando entren en conflicto con otros individuos o con el Estado…”.

Los dos más grandes capitales han sido y siguen siendo: “… el humano, compuesto por la educación de las personas, y el cívico, que incluye los valores y actitudes que perfilan el comportamiento…”.

Y concluye Montaner con esta síntesis: “… el capital material, sólo puede fomentarse y sostenerse si los otros dos (el humano y el cívico) tienen suficiente entidad, si el sistema de reglas en el que estas fuerzas operan conduce al desarrollo, y si las medidas de gobierno son razonablemente acertadas…”

Israel: Un país de 20.770 kilómetros cuadrados (apenas 900 km2 más que el estado Lara) y algo más de siete millones de habitantes, figura con un Índice Gini del 0,38 mientras que el promedio de America Latina con sus 17.700.000 km2 y una población de trescientos millones de habitantes, registra un índice de 0,50 (mientras más cerca se está de cero, más igualitariamente está repartida la riqueza).

El Camino deYan’an, el de Mao Tse Tung (Mao Zedong) y La Revolución Comunista

Escribiría luego de su renuncia Eudocio Ravinés –peruano fundador del Partido Comunista del Perú–, presente durante la exposición de Mao Zedong ante los representantes latinoamericanos, en lo que Mao oficialmente denominó: El Camino de Yenán (Yan’an). De ello trata su primer libro, “La Gran Estafa” (Antorcha 1958).

En función de la síntesis, de una nota de Oscar Yánez publicada en la revista Zeta (No.1497) el 14 de enero del 2005, tomamos algunos extractos:

A viva voz pontificó Mao Zedong: “… El arma secreta nuestra es la ambición de millares y millares de políticos de todo tamaño, salidos de la pequeña burguesía rural y urbana, que no logran escalar posiciones importantes, no tanto de acuerdo con sus méritos, sino de acuerdo con sus ambiciones… cualquiera persona que recibe nuestro apoyo y que no cumpla sus promesas, debe ser convertida en blanco de un ataque frontal, de ferocidad despiadada. Es suficiente que hagamos al escarmiento con uno: basta que se convenzan de que tenemos capacidad para cerrarle el camino a alguien y de convertirlo mediante nuestra campaña pertinaz en un verdadero palo de gallinero, que no haya por donde tomarlo para que los demás se dejen ganar por el miedo… hay que dejarle en la miseria moral, hay que vapulearle con todas las armas; que no quede al final sino un miserable guiñapo arrollado y amasado en su propia mugre en esa porquería en que hayamos fabricado especialmente para él… Tenemos que usar los procedimientos que ya dije con los políticos postergados, con los abogados hundidos en la estrechez económica, con los doctores que no han logrado sobresalir y que chapotean en la mediocridad o en el fracaso. Y éste procedimiento es eficaz, porque nos dio resultados en las esferas del ejército chino, tanto en las medianas como en las superiores, porque allí la ambición y la corrupción son los distintivos del oficial que pasa a ser jefe… El militar… es ambicioso; tiene hambre de poder… y sed de riquezas, de comodidad, de lujo… lo único que anhelan ya, es salir de su condición económica mediocre, de su ubicación social inferior, a la de hombres ricos, a la de personajes poderosos y afortunados…”

Al final Mao, ya eufórico se pone de pie ante la audiencia latinoamericana, y enfatiza: “… El más grande talento… es procurar siempre, no hacer causa común con el que cae. No defender jamás al que no tiene fuerza aunque tenga razón. No atacar al que roba… si ese que pilla es dueño de una gran fortaleza, puede triturarnos, y no hay necesidad de ser mártires… la experiencia del Camino de Yenan, es que los elementos tales como los doctores, generales, dentistas, comandantes, abogados, que carecen de fortuna, no aman el poder por el poder mismo… sino que les seduce la captura del poder para hacerse ricos… si nosotros ayudamos a estos elementos, si los ayudamos a encumbrarse, si les servimos de escalera, porque ello nos da provecho, es estúpido perseguirlos por sus delitos…”

“… Permitir que los militares roben en el gobierno y puedan hacer toda clase de negocios lícitos e ilícitos fue la doctrina política lanzada desde la Unión Soviética en la década del treinta, con el respaldo de los jefes rojos más importantes del mundo…” (Rafael Poleo)

La rapiña

Ochocientos cincuenta mil millones de dólares americanos (US$ 850.000.000.000,oo) han ingresado al país producto de las exportaciones petroleras; al precio del dólar controlado, son no menos de 18.275 billones de bolívares; es decir, esa cifra, 18.275 seguida doce ceros a la derecha. Equivale ello, al dividirlo entre el aproximado de 5,2 millones de familias existentes en Venezuela, a la suma de Bs.F 35.100,oo (es decir 35 millones cien mil bolíivares) por año para cada familia de cinco miembros y esto, en diez años de vida: ¿Dónde están los reales? Preguntó alguna vez Luís Herrera Campins en campaña; ¿dónde están los reales?, nos preguntamos nosotros ahora.

“… No hay camino, se hace camino al andar…”

Y es precisamente ese andar de la sociedad venezolana de los últimos cincuenta años, sin un solidificado camino previsto, trazado y realmente defendido por quienes lo han propuesto, donde está la respuesta.

Si bien pudiésemos aceptar sin mayor análisis que Rómulo Betancourt fue el padre de la democracia, basta adentrarnos en el hacer de su momento (1959-1964), para agregar que, por las razones que pudieren ser alegadas por uno u otro experto, también puso en manos del verdugo –el de ayer y el de hoy–, el hacha: En 1.960, tras bastidores, designó al abogado David Morales Bello para controlar las decisiones judiciales y, promulgada la Constitución de 1.961, al mismo día siguiente suspendió las garantías económicas. Se ratificaba en ello y con ello lo acordado antes del 23 de Enero de 1958 y se materializaría así “El Pacto de Punto Fijo” o lo que luego definiría Juan Carlos Rey como, “el sistema de conciliación de élites”, y cuyos resultados, a esta fecha, bien los sintetiza Colette Capriles en su texto “Ciudadanos sin polis” (Politeia, junio 2006).

“… la historia de la Venezuela después de su independencia puede leerse casi como un relato de resistencia a la institucionalización de la política… la antipolítica tiene, además, otro significado: debe entenderse como la confianza en que el país puede ‘solucionar’ sus problemas por medios técnicos, estéticos, sentimentales, pero nunca políticos. La antipolítica, en Venezuela, es la expresión de una cultura que no acepta la existencia legítima del conflicto…”

“… el predominio del sistema informal sobre las instituciones políticas ha conducido a una despolitización de la vida pública, favoreciendo la irrupción de un populismo antipolítico con dos manifestaciones cardinales: el populismo autoritario que el gobierno de H. Chávez ha entronizado y la promoción de la ‘sociedad civil’ como agente de una ‘política sin políticos’… el sistema democrático que se edificó durante la segunda mitad del siglo XX articula una primacía del bienestar… con una estrategia antipolítica que le es necesaria…”.

Se materializa en “… esa filosofía social que privilegia la satisfacción de los intereses corporativos y clientelares por sobre… [la argumentación y el formalizado debate] político, construyendo… la ilusión de armonía, [que impidieron e] impiden el desarrollo y maduración del enfrentamiento político y, por lo tanto, de las instituciones de intermediación destinadas a encarnarlo y morigerarlo…”

He insistido en múltiples notas anteriores y quedan en estas breves citas, sustentadas las tres más importantes características que atribuyo a lo político, a la política y a los políticos en esta Venezuela del último medio siglo: a) la evasión al conflicto; b) la ley del menor esfuerzo y c) la ausencia de rendición de cuentas.

Los caminos endógenos

Insisto en la cita a Casamayor: “… nadie está dispuesto a acabar con la maquinaria de la cual se ha de servir cuando llegue al poder…”.

Salvo el esfuerzo interno realizado por Arístides Calvani con el Ifedec para la formación de cuadros políticos; la formación política que algunos naturales e importados –activos o no– han recibido tanto en la antigua Unión Soviética, Europa del Este y más reciente en Cuba, en cincuenta años no recordamos intento alguno en las élites venezolanas, políticas o no, por asumir con seriedad y previsibles resultados futuros, la formación política de dirigentes, sea de la tolda que sea; y la experiencia interna de estos años, sólo ha conducido a la “… construcción de un falso dilema que opondría la ‘ciudadanía’ a la ‘política’…” (Colette Capriles).

Ese ha sido y es el camino endógeno trazado; por lo visto, no existen alternativas a esta imperante política, y a esta operante economía de bucaneros, más que la determinada por: el botín.

Lo que en consecuencia define, a los efectos comparativos con una y otra senda en singular citadas en los párrafos iniciales, la seleccionada y alimentada pluralidad que distingue a la nueva élite emergente y consolidada en estos diez años de gobierno revolucionario, no es uno; son: Los caminos que los llenan.

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