Opinión Nacional

Los delirios de Idi Amín: El Estado soy yo

Éste, es un momento crucial en nuestra historia, donde todos los partidos políticos sin distinción de ideologías, deben hacer un solo frente contra el cerco dictatorial de un gobierno charlatán y poderoso, que se empeña en regresarnos a la Venezuela de Gómez, llena de corrupción pero donde sólo se aceptaba la opinión del tirano.

 
No hay nada más peligroso que un gobierno charlatán y poderoso, que se empeña en regresarnos a la Venezuela de Gómez, llena de corrupción pero donde sólo se aceptaba la opinión del tirano. No hay nada más lesivo que la vanidad de un reyezuelo afrentado en lo que considera su conuco particular… las escuelas y las universidades son de él, le pertenecen las haciendas y los museos, y menos a la Iglesia, le ha puesto mano a todo. Reparte condecoraciones como si fueran flores entre sus acólitos, tiene delirios paranoicos de magnicidio, compra las deudas de otros países, aún a costa de aumentar la de Venezuela, endeudando a nuestros hijos en euros, dólares, rublos y yenes, funda refinerías donde no hay petróleo y cambia petrodólares por promesas vanas. Nada debe quedar fuera de su control, el país le pertenece y sobre él ejerce su voluntad y deseo. Por todas partes debe imponerse su pensamiento, cualquiera que sean las maromas que se le ocurran. Funda fuerzas armadas paralelas, construye parques de armas en los barrios, reparte tierras que no son suyas y tiene su propio sábado sensacional en domingo. Convierte la radio nacional en “ecos del Torbes”, con boleros de los 40 y valses venezolanos de la época de la Orquesta de Salón de Aldemaro Romero, sólo le falta resucitar a Billo para que nos traslademos a la Venezuela de la dictadura perejimenista.

 
En América Latina todavía resuenan los Somoza, los Trujillo, los Strossner, aún hay gente que encubre y defiende a Pinochet y a los militares de la dictadura argentina. Durante casi 100 años, Venezuela se había visto preservada del fenómeno de las guerras civiles, tan propio de nuestro continente, o de los desaparecidos que todavía levanta pieles y ahoga corazones. El odio es un mecanismo perverso, una vez que se pone en marcha, nadie puede detenerlo, tiene su propio camino y no respeta ninguna condición histórica.

 
En Venezuela se ha puesto en marcha el mecanismo del odio, con la excusa de la revolución bolivariana, así como un día el panafricanismo sirvió de excusa para que un monstruo como Idí Amín escribiera con sangre una de las mayores páginas de horror en la historia mundial. La respuesta, el único muro posible contra tanto odio, es la acción. Las próximas elecciones son decisivas, hay que votar y hay que vigilar el voto. La abstención es el camino del silencio, y el silencio es sólo la aceptación de esta locura con la cual quieren envolvernos.

 
Ahora, mientras la ambición los ha convertido en objetos de la corrupción. Ahora que se acuchillan unos a otros por un trocito de poder, es el momento de que la oposición se una sin egoísmos y sin tardanza, para mostrarle al mundo que no somos un país de franelas rojas y boinas regaladas como en las demostraciones cubanas. Aquí hay otro país que se niega a ser amordazado, el país democrático que tantas vidas y cárceles costó, el único que tenemos y en el cual no queremos ver derramado el rojo de nuestra bandera en las calles y en los cuerpos de venezolanos, que al fin y al cabo, aunque les pese a los dictadores, son hijos de la democracia, con todos sus errores y todas sus ganancias también.

 
Señores de la oposición, les toca pasar a la acción.

 

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