Opinión Nacional

Los éxitos del Gobierno

Seamos justos. Los críticos  más acérrimos a este gobierno, se empeñan en afirmar que en Venezuela no se produce nada y ello es absolutamente falso. Muy por el contrario, el gobierno se ha esmerado y ha obtenido unos resultados extraordinarios en la generación de corrupción, destrucción y desesperanza.

            En efecto, partiendo de la premisa de que a mayor burocracia mayor corrupción, la proliferación de burócratas ha sido constante y sostenida y con ellos, la estela de corrupción que los acompaña, conformada por un séquito de oportunistas que realizan todo lo necesario  para poder mantener los altos estándares de eficiencia que se les exige, por lo que desarrollan la segunda premisa necesaria para sus fines: a mayor control mayor corrupción.

            Son muchos los ejemplos que podríamos utilizar para justificar lo afirmado, pero nos limitaremos  a destacar sólo algunos, en virtud de su reciente data.  En estos 12 largos e interminables años, el Ejecutivo se ha encargado de duplicar la cantidad de Ministerios que conforman el gobierno, llegando a ser 30 en la actualidad, para convertirse en un “elefante blanco”, donde se evaden responsabilidades y se maneja mucho dinero que ante tantas manos se pierde en el camino y el tristemente famoso “pónganme donde haya” es la máxima aspiración de los subalternos y la mayor recompensa de los que mandan.

La creación del Ministerio  del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, es el último ejemplo de lo dicho. Aún cuando existía una Dirección de Prisiones que dependía del Ministerio de Interior y Justicia, se crea este inútil Ministerio, para hacernos creer además, que cambiando nombres se cambian realidades. Lo peor, es que en este caso sí la cambian pero para peor.

            La nueva Ministra, asesoraba, no sabemos por quién o inspirada en iluminaciones propias,  ha comenzado a implementar una nueva “política criminal” basada en la idea de la venta del sofá. Una solución de anteojitos: si las cárceles están colapsadas,  entonces, ¿para qué  perder tiempo en humanizarlas, acondicionarlas y hacer respetar los derechos de los presos? Mejor los eliminamos. A la mitad  de la población reclusa la soltamos y así evitamos el hacinamiento; prohibimos el ingreso de nuevos reclusos con ese mismo fin  y trasladamos el problema al Ministerio de Interior de Justicia, a través de sus policías, y a las Gobernaciones y Alcaldías, para así  ayudar eficientemente a su destrucción. Dos pájaros de un tiro: le endosamos la responsabilidad a otros, los hacemos colapsar y resolvemos el problema penitenciario. Sin presos no hay problema.

            Pero sí  los hay. La corrupción en las cárceles para determinar quién sale y quién se queda será aún mayor; a nivel de policía, ocurrirá algo similar, con la agravante de que además podrá suceder alguna de estas dos cosas: aumento de los tan condenables ajusticiamientos o proliferación de la delincuencia ante la impunidad. Ni qué decir del Poder Judicial, al que le han arrebatado la facultad de administrar justicia, ya que los jueces, a quienes les corresponde decidir sobre la libertad ya no podrán hacerlo, como consecuencia de la decisión asumida, de ser subalternos y sumisos  al Ejecutivo.

            El otro nuevo ejemplo es la Ley de Costos y Precios Justos. El papeleo, el control, la burocracia que esa comunista ley va a generar es inimaginable. Si conseguir dólares en Cadivi o lograr la importación de alguna mercancía, son procedimientos agotadores, esta nueva Ley nos llevará a nueva dimensión llena de trámites, funcionarios y gestores donde cada uno pedirá su tajada y donde en definitiva lo que se persigue es acabar con el comercio y la empresa privada.

            En paralelo, los ciudadanos nos sentimos cada vez más desamparados, con la plena conciencia de que las Instituciones ya no existen, que la renta petrolera se la reparten unos pocos (aunque son muchos) o la regalan con fines políticos y que vamos cayendo por un precipicio que parece no tener fin.  Pero sí lo tiene. Sí lo tiene porque el tiempo se les está agotando y aunque arrecien y se radicalicen más, no podrán contra un pueblo que finalmente se quitó la venda de los ojos y ha entendido, muchos con profundo dolor, pero lo ha hecho, que este Régimen es una mentira y que si queremos progreso en vez de pobreza, honestidad y no corrupción, logros en lugar de destrucción y esperanza en vez de desaliento, debemos ponerle fin. Porque estamos convencidos que de no ser así, él nos lo pondrá a nosotros.
 

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