Opinión Nacional

Metodo anti-chuckyhuellas

Las captahuellas constituyeron un gasto dispendioso de 130 mil millones de bolívares porque, al parecer, no detectan potenciales votantes que pretendan hacerlo varias veces: sólo han descubierto 36 de estos casos en las tres votaciones nacionales en las que se han usado. En realidad, para lo que sirven es para que el CNE conozca, en tiempo real, el flujo de votantes.

Manuel Rosales bautizó a las captahuellas con el gracioso y certero nombre de Chucky. Pensamos que lo hizo porque Chucky era un inverosímil muñeco que metía miedo en películas de terror.

En realidad, la creencia de que las captahuellas son unas máquinas violadoras del secreto del voto es un mito infundado. Tan inverosímil creencia ha sido uno de los autogoles que varios voceros opositores se han venido metiendo.

Asamblea de Educación argumenta la incapacidad de las “Chucky-huellas” para detectar por quien vota cada persona, con varias razones:
Démonos cuenta que este Gobierno nunca ha sabido por quién votó cada persona, a pesar de que las captahuellas se han usado en tres procesos nacionales (RR de agosto de 2004; para gobernadores y alcaldes, octubre de 2004; para concejales, agosto 2005). Las listas Tascón y Maisanta sólo dicen quién firmó para solicitar referendos y quién votó o se abstuvo en las sucesivas elecciones. No dicen por quién votó cada quien, porque el Gobierno no lo puede saber.

Además, de los más de diez mil centros de votación, las captahuellas estarán sólo en cinco mil quinientos. Si el Gobierno pudiese saber con su uso por quién votó la gente, ¿por qué dejaría fuera de su control a una buena parte de los votantes?
Pero la principal razón para no tenerle miedo a las “Chucky-huellas” es porque, tal como se explicó en noviembre de 2005, sólo se podría saber por quién votó cada quien si sus registros dactilares en secuencia pudiesen compararse a posteriori con los registros de las máquinas de votación teniendo, además, un software secreto que haga posible el cotejo de los dos registros. Pero esa posibilidad fue descubierta por el Grupo La Colina. A raíz del descubrimiento, el programa de las captahuellas fue modificado para impedir que se pudiese cruzar el registro de huellas con el registro del voto. Desde ese entonces se mantiene una constante vigilancia para impedir cualquier “contrabando” de ese tipo.

Hay que atreverse a no tener miedos infunda dos. Ante el supuesto negado de que las captahuellas pudiesen servir para saber por quién votó cada quien, vamos a aplicar todos ese día un antídoto preventivo, el “Método anti-Chucky”. Consiste en que, una vez que pasemos por el puesto de la “Chucky-huellas”, cuando lleguemos a la fila específica de la mesa que nos tocó, en acuerdo con el grupo de personas con el que hayamos ido a votar y con las que estén en esa fila, cambiemos la secuencia en la que nos tocaría votar.

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