Opinión Nacional

Morin y la rinoceritis

» Es simplemente pueril fundar un partido anticapitalista en el siglo XXI. Primero, porque el capitalismo no es ni el primero ni el único enemigo de la humanidad. Segundo, porque no se construye un partido político sólo con la denuncia.

También hay que enunciar una alternativa. Hasta que los partidos de izquierda no sean capaces de enunciar una perspectiva, yo no puedo identificarme con ellos.» Cito, nada más y nada menos, a Edgar Morin en unas declaraciones concedidas en Francia a propósito de la fundación del partido NPA, Nuevo Partido Anticapitalista, liderado por Olivier Besancenot. Digo nada más y nada menos porque ciertos intelectuales (y políticos que se presentan como intelectuales) que sirven de fiadores al proyecto político del presidente Chávez, citan sin cesar al intelectual francés. Invitando a Morin, intentan dar una garantía de progresismo a los desmanes autoritarios del gobierno venezolano.

Pues resulta que en Francia, Morin se indigna contra las actitudes polarizadas y los reduccionismos. Nos dice acertadamente, que la polarización conduce a la «rinoceritis», haciendo alusión a la obra de teatro Rinoceronte, de Eugene Ionesco, en la que a partir de un desacuerdo, los personajes se van convirtiendo en bestias, de piel gruesa y cuerno en la frente, dispuestos a embestir al que no esté de acuerdo con ellos.

Todos salvo el héroe de la pieza.

Dice Morin: «Ionesco quiso mostrar los daños que causan los maniqueísmos, el fanatismo. Todos se vuelven locos furiosos y arremeten contra supuestos enemigos».

Uno se pregunta: ¿Qué habrá sabido Morin de la rinoceritis que carcome a la arena pública venezolana? ¿Qué le habrán dicho sus anfitriones de lo que ocurre en un país desdoblado, en el que la polarización es la principal estrategia política de los que detentan el poder? ¿Se habrá dado cuenta de que Venezuela es un país escindido, en donde no hay «enunciación» del proyecto político alternativo que no pase por la embestida del otro? Llama la atención que Morin se pronuncia frecuentemente en Francia sobre los problemas cotidianos de la sociedad: ha formado parte de comisiones para mejorar los liceos, ha declarado para condenar el antisemitismo, protestó contra el infeliz uso que hizo el presidente Sarkozy del título de un libro suyo. Al contrario de sus anfitriones caraqueños, que tienen mucho cuidado de referirse en sus artículos publicados en un espacio estelar en un cotidiano nacional, a cualquier «problema social», como la violencia, el abuso de autoridad, quedándose en las nebulosas de una filosofía social inútil. Traen a Morin para hablar de sus contribuciones sobre la transdisciplinariedad, la complejidad, ideas que no constituyen ninguna novedad. Uno se pregunta entonces: ¿Será que el proyecto anticapitalista es tan pueril en Francia como en Venezuela? ¿El maniqueísmo que tetaniza a la sociedad venezolana, y en la que sus anfitriones contribuyen eficazmente, será también rinoceritis?

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