Opinión Nacional

Municipio Autónomo Catia

La creación del Municipio Autónomo Catia es una sentida aspiración de los habitantes de la populosa Parroquia Sucre del municipio Libertador, creada el año 1936, donde viven más de 800 mil venezolanos. Durante más de siete décadas ha quedado demostrado que dicho municipio es inviable y no tiene la capacidad para atender con calidad a una población de 2.085.488 personas diseminadas en 433 Kms2 y 22 parroquias, con una densidad poblacional de 4.816,36 habitantes por kilómetro cuadrado.

Con menos población pero con similares exigencias el Distrito Sucre del Estado Miranda, después de un amplio y participativo proceso, a finales de la década de los 80, descentralizó funciones y su ámbito territorial, en cuatro municipios donde hoy viven cerca de un millón 100 mil personas. La experiencia ha sido interesante y a la vez positiva: facilitó la administración local y acercó a las comunidades con sus representantes en un ejercicio democrático, prestigiando la planificación, el desarrollo y el futuro. Son avances que el desaparecido e inmanejable Consucre nunca hubiera logrado.

La realidad es más grave en Libertador, el municipio más grande del país, y particularmente en la Parroquia Sucre, por la dimensión territorial, y la magnitud de sus carencias que parecen marchar a la par. Catia es 11 veces más poblada que el municipio Chacao, y supera al municipio Sucre del estado Miranda, a entidades como Amazonas, Cojedes, Delta Amacuro y Vargas, pero no tiene alcaldes, concejales, gobernador, legisladores, ni una infraestructura de servicios que atiendan exclusivamente su problemática y expectativas.

En procesos electorales las promesas sobran, pero después se diluyen porque el modelo gubernamental es centralizar el poder y no democratizarlo. El Estado está en mora con el mandato de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, que dio un plazo de un año al Parlamento para legislar en torno a «la reorganización político territorial del municipio Libertador, de conformidad con los principios de descentralización y participación».

Han pasado 10 años de esperanzas frustradas para los catienses, y ahora, en vez de escuchar el clamor social y crear nuevos municipios sancionan la Ley Orgánica del Distrito Capital, que instala la figura de un jefe designado por el Presidente, para limitar las competencias del Alcalde Metropolitano, electo popularmente el pasado 23 de noviembre, y además eludir la fundación del municipio Catia que es una necesidad insoslayable.

Cuando aprueban esta ley motivados por el control del poder, las aspiraciones de las comunidades no cuentan, ni tampoco el potencial de la gente de Catia, con sus redes sociales y capacidad de lucha. El 65% de su población es económicamente activa, pero las fuentes de trabajo están en otros municipios. ¿Por qué no dar un vuelco a la Parroquia Sucre promoviendo inversiones que generen empleo local siguiendo la huella de sus afamados artesanos, de pequeñas industrias del calzado, del plástico, entre otras, que desaparecieron frente a la inseguridad y la locura por las importaciones?
Esta populosa Parroquia necesita un verdadero plan de reordenamiento urbano, con el desarrollo de su vialidad, programas de redensificación y de construcción de viviendas para albergar a ese 30% de la población que no ha tenido acceso a una casa propia y que viven en zonas de alto riesgo ecológico.

Por ello es importante la articulación de propuestas en un anteproyecto bien sustentado, orientado a la creación del Municipio Catia, de acuerdo a la normativa que para tal efecto dispone la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, y el recién creado Gobierno del Distrito Capital para aprobar un proyecto de esta magnitud vía Asamblea Nacional. Está también el sagrado derecho de las comunidades a expresar su voluntad en un referéndum consultivo. De manera que hay por delante un trabajo arduo que las vigorosas organizaciones vecinales, los consejos comunales, fundaciones y demás instituciones sabrán prestigiar para concretar este anhelo. El paradigma a seguir es la descentralización, la desconcentración para lograr la efectiva participación ciudadana y estructurar un municipio con calidad de vida.

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