Opinión Nacional

Muy agradecida, muy agradecida…

Yo, Ana Black, venezolana por nacimiento y convicción, mayor de edad y de este domicilio (o sea, que vivo aquí), por medio de la presente y en uso activo de todas mis facultades mentales y dactilares que son las únicas que necesito para escribir este texto, quiero -como dicen todos los asambleístas cuando los entrevistan- “manifestar de manera pública y notoria” mi agradecimiento a Empresas Polar por favores recibidos. Quiero que el mundo sepa que gracias a esa empresa mi hija y yo nos tomamos una chicha a la salida del mercado de Chacao y, dejando a un lado todo pudor calórico, cada vez que se nos atraviesa un chichero; porque gracias a Polar yo he podido tomarme una cervecita helada ¡Aaahhh! con mis amigos tantos viernes después del trabajo y en cada playa de este país y después de cada marcha; porque gracias a Polar este país come pasta con chigüí y arroz chino.

Gracias a Polar nos comemos nuestra arepita sin tener que pasar por el engorroso proceso de conseguirnos una minguita de tierra; acondicionar el terreno; averiguar cuándo es que son favorables los tiempos para la prosperidad del grano; seleccionar el tipo ideal de semillas; saber con exactitud, entre toda la variedad de posibles orígenes y clasificaciones geopolíticas del fruto, cuál es la más conveniente para iniciar nuestra pequeña producción: ¿la endógena? ¿la ancestral endo-inca-exógena? ¿La exógena-cubana? ¿Acaso serán confiables las semillas indígenas-endógenas-autocto-nativas-desarrolladas durante la Cuarta? ¿O, –¡y Dios nos guarde el lugar!- nos debemos someter a las infames-imperialistas-transgénicas-fascistasasesinas? Y… hay más… no piense usted que una vez superada tan estresante etapa tenemos jojoto, no que no que no, después habrá que arar la tierra para sembrar las pepitas que tanto trabajo nos dio encontrar; regarlas; fajarse a escardar, desbrozar y fumigar para controlar plagas vegetales y animales, tropicales todas, las que dado lo favorecedor de nuestro clima bolivariano, parece que se reproducen unas con otras sin ningún pudor ni contemplación por quien cultiva. Después, si todo sale bien y la pegamos con los tiempos, se cosecha, se pila y sólo entonces es cuando nos podríamos comer nuestro pinol.

¡Gracias Polar por mi arepa, por mi cerveza, por mi chicha, por mi espagueti, por mis refrescos, por mi agua!
¡Gracias, por encima de toda las cosas, por la prosperidad que le has dado a este país y la estabilidad a los miles de empleados y sus familias y por enseñarnos que con tesón y sin reconcomios oxidados sí se puede!
Polar, pana, gracias.

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