Opinión Nacional

Oposición rompe huevos

La grotesca pequeñez de los Liliputienses fue el argumento de Jonathan Swift para satirizar la hipocresía y banalidad de partidos, cortes y políticos de su tiempo. Igual que aquellos seres engreídos y vanidosos, la oposición confunde desde hace tiempo la identidad de un Gulliver, que no esta en Miraflores, sino que vive en las gigantescas miserias que este gobierno impone al pueblo y en la complicidad de quienes se hacen llamar dirigentes opositores. Nunca un gobierno (democrático o no) ha tenido ante sí políticos de oposición tan carentes de vocación histórica y tan intoxicados de insignificancia.

Venezuela agoniza, en tanto que ellos, como los enanos de Liliput y Blefescu, se entretienen en el conflicto por lo absurdo de cómo deben romperse correctamente los huevos. A nadie le interesa si los adecos, los justicieros del este de Caracas, los copeyanos, ninguno, o cualquiera de ellos tienen más o menos candidatos que los demás a la Asamblea Nacional. ¿Cuál sería la diferencia?. Y como hace rato que en Venezuela se cerró la salida electoral, el tema de las candidaturas unitarias no aporta nada hoy, ni lo aportará mañana, a tenor de los susodichos potenciales ganadores de la tómbola unitaria por las migajas del régimen.

Lo que nos interesa a los venezolanos es sacudirnos esta autocracia que destruye nuestras libertades democráticas. Para ello hace falta el liderazgo extraviado. No el que negocia acuerdos para montarle al gobierno el sainete de una elección, sino el que enciende la pasión y la conciencia para convocar al país a la movilización. Pero ellos, los Liliputienses, prefieren sobrellevar su miopía en unos “espacios” que día a día se achican y donde inevitablemente morirán de inanición arrastrando con ellos al país entero; todo en lugar de asumir la renuncia a sus mezquinos intereses. Para ello hace falta riesgo, honor, dignidad, inteligencia y mucho de aquello que le sobra a los valientes… pero esta demostrado que eso es demasiado pedir de nuestros partidos de oposición… ¡de todos!: los viejos y los nuevos que envejecieron con más pena que gloria.

El Revocatorio puso punto final a la ya maltrecha confianza en los Liliputienses del fracasado blindaje electoral. Quienes entendimos que allí se agotaba aquella dirigencia agónica, entendimos también que esta pesadilla revolucionaria solo tendría fin el día que sean sustituidos por una verdadera oposición patriótica. Los acontecimientos siguientes nos dieron y siguen dándonos la razón. Pensar que existe alguna remota opción de contar con ellos para plantar cara a la lucha por la democracia es eternizar una frustración y alimentar masoquismo, porque ya deberíamos saber que nadie en el reino de Liliput está dispuesto a entregar “su” espacio por la patria.

Tenemos por delante una tarea de organización social y política que requerirá tiempo y perseverancia. Cuanto antes seamos capaces de asimilar esta amarga circunstancia y parir el liderazgo de relevo a la oposición “rompe huevos”, antes habrá condiciones para poner fin a la revolución más reaccionaria sufrida en nuestro continente.

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