Opinión Nacional

Padres e hijos

Traducción: Carlos Armando Figueredo

Fui invitado a hablar en el Colegio Estadal Dr. Gastão Vidigal, en Maringá, sobre el tema Ética y Valores. Esta institución es una de las que de mejores conceptos en el Paraná, considerada según una amiga que la frecuentó eñ año pasado, como la Harvard de Maringá. Preparé una guía basada en las obras ¿Tener o Ser? (Erich Fromm) y Ética (Adolfo Sánchez Vázquez). A pesar de ello, ante el perfil del público, compuesto en su mayoría por madres, opté por establecer una conversación sobre los dilemas actuales que enfrentamos. Evité el tono profesoral y me esforcé en no dictar una “lección”, incluso porque no soy especialista ni filósofo profesional. ¡Fue mejor!

Más que mis palabras, lo importante fueron las preguntas que se formularon. ¿Vivimos una época en la que los valores están en crisis? ¿Estamos ante una crisis de autoridad en el ámbito familiar y escolar? ¿Cumplen los padres y las madres su papel o le transfieren sus responsabilidades a la escuela? ¿Qué pensar sobre situaciones en las que los padres admiten la derrota, alegan no saber qué hacer para colocar a los hijos “en la línea” y lo dejan a criterio de la escuela y/o del Consejo Tutelar? ¿Qué decir de las dificultades enfrentadas por los profesores, en especial la indisciplina, la falta de respeto en el salón de clase y los arrogantes hijitos mimados? ¿Cómo entender la desesperación de los padres ante el hijo “problema”, cuando ellos tiene la certeza de que hicieron lo correcto y no fueron negligentes en cuanto al amor y la educación? ¿Dónde fue que me equivoqué? ¿Cómo consolar a padres y madres que ven a los hijos desinteresados y prisioneros de los vicios?

Si problemas como éstos forman parte de lo cotidiano de un a escuela bien estructurada y ubicada en el área central de la ciudad, imagino cómo está la situación en su periferia, en el Estado y en el país. Conozco a escuela privada que adopta la pedagogía de la vigilancia, instala cámara que filman incluso al salón de clase, y ni aún así controlan las secciones. Son escuelas frecuentadas por jóvenes cuyos padres tienen poder adquisitivo. Y a veces se presenta la indisciplina como un problema restringido a la periferia. Algunos llegan a pensar que ello ocurre sólo en países como Brasil.

¿Qué hacer?, preguntan educadores angustiados y casi sin esperanza. Claro, nos preocupamos cuando los límites del respeto y de la convivencia parecen inexistentes. Pero es importante evitar la paranoia colectiva y reconocer que el conflicto es propio de las relaciones humanas. Los embates entre las generaciones también se repiten, hasta por el hecho de que cada época produce un tipo de formación vinculado a determinados valores, objetados por la generación siguiente. Por otro lado, la escuela refleja a la sociedad y no es una isla aislada donde reina la cultura y el saber. Es necesario, incluso, preguntarse acerca de los objetivos, sobre quien define y a quién le sirve el contenido.

Alguien preguntó a los jóvenes qué pensaban sobre esas cuestiones. ¿No es la rebeldía una forma de enfrentar la visión del mundo de los adultos? Tal vez olvidamos que también fuimos jóvenes, que es propio de esa edad el desafío a las normas disciplinarias y que la polémica también contribuye a formar individuos críticos. ¿Deseamos educar a nuestros jóvenes o adiestrarlos? Es necesario, por lo menos, tratar de entender los motivos que los llevan a rebelarse.

Los dilemas son muchos y las respuestas son diversas. Pero tal vez la persistencia del modelo educativo, que reproduce los mismos métodos de nuestro tiempo, a pesar de que los jóvenes de hoy vivieran una realidad muy diferente, ayude a comprender. Tal vez falte el coraje de admitir que el modelo falló y de preguntar por qué, a pesar de eso, él persiste.

Agradezco a la profesora Sueli su invitación y espero haber contribuido para que se reflexione sobre las angustias y los dilemas que, en definitiva, compartimos.

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* Profesor en la Universidad Estadal de Maringá (UEM) y Doctor en Educación por la Universidad de São Paulo.

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