Opinión Nacional

Pentagrama criminal

Es alarmante como las cifras de criminalidad han aumentado vertiginosamente en los últimos 7 años. Aunque las estadísticas no proceden del Gobierno, que para esos efectos no tiene base de datos, si se pueden conseguir algunas cifras a nivel de organismos internacionales. Así nos enteramos de un informe de la UNESCO que la tasa en Venezuela es de 0,050 muertes violentas por día por cada 10.000 personas, más que los 0,052 de Irak y solo superados por los 0,17 del norte de Uganda; no somos superados por nadie en materia de secuestros, tanto los denunciados como los que se resuelven sin avisar a los desconfiables medios de seguridad del Estado.

Repuestos del asombro que significa el que un país como Venezuela, que en los años 70 y comienzos de los 80 era excluido de los estudios de criminalidad por ser absolutamente pacífico, se haya convertido en uno de los países más violentos del mundo, llama a la reflexión sobre las causas de tanta criminalidad. Se puede decir que este acrecentamiento en los últimos 7 años se debe a las siguientes razones:
Primera a la relación de identidad entre el criminal y el régimen.

El delincuente, el asesino, el secuestrador, etc., se siente identificado con importantes jerarcas del Gobierno, lo que los hace pensar que gozan de absoluta inmunidad criminal, y sienten el impulso de cometer en nombre de una revolución sus horrendos crímenes, con finalidades incontestables, entre otras, de hacer una exterminación sistemática de quienes no comulguen con el proceso.

La segunda es el odio que ha sido sembrado por el Presidente, con su grotesco verbo divisionista, entre distintas clases. Tenemos 7 años en donde sistemáticamente oímos al Presidente expeler palabras violentas en contra de un sector de la sociedad. Ello hace que el criminal decida ir del paso al acto, no tan solo por un sentido de apoyo al Presidente con quien se sienten identificados, sino como reacción natural al odio sembrado por el máximo jerarca de la revolución.

La tercera razón es la cultura de la imitación. Ver a un Presidente que hace poco más de diez años era juzgado por el delito con mayor pena de presidio en nuestro Código Penal, pavonearse como el ser exitoso; ver a alguien que sin inmutación sesgó en el pasado la vida de otro ser humano, coronado con algún alto cargo en una Alcaldía, del ejecutivo nacional o de algún ente descentralizado.

Ver a personas que en el pasado tenían vinculación con crímenes de secuestro, robos de banco, asesinatos, guerrillas, etc., encumbrarse como ministros, magistrados o presidiendo de algún órgano del poder público, hace necesariamente que el criminal en acción y en potencia se sienta motivado a cometer sus fechorías.

La cuarta razón es la impunidad.

La ineficacia real y provocada del Gobierno para ejecutar alguno de los 7 planes que han ideado en estos últimos años, ha provocado que el criminal pierda temor al castigo de la sociedad por el crimen cometido, y piense que lejos de ser perseguido por los órganos de seguridad del Estado, puede ser inclusive apoyados por éstos. No otra puede ser la razón de ver a tanto funcionario policial incurso en tantos asesinatos, robos y secuestros.

La quinta razón es la monumental corrupción que caracteriza a este Gobierno, donde quien no es corrupto es visto con desconfianza y no como un ser dotado de virtudes. Observar a tantas personas del Gobierno, que tenían una vida común y corriente e inclusive de situación social humilde, convertirse en vulgares multimillonarios, que derrochan el dinero a manos llenas, es una cachetada al rostro de los venezolanos, que influye negativamente en las personas, y las lleva a cometer estos actos criminales, para así poder llegar al éxito económico del jerarca del régimen

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