Opinión Nacional

Persecución en Caracas

Ya se ha hecho común la persecución en la ciudad. Antes se trataba de casos aislados: un atentado contra alguna periodista que el Presidente insultó públicamente debido a sus columnas o sus programas, la acumulación de procesos contra otra por las mismas razones, la detención de algún político connotado , las amenazas contra miembros de ONGs defensoras de derechos humanos, que por razones de oficio conocen tanto a víctimas como a victimarios y están demasiado expuestos al odio organizado. Pero ahora es todos los días. Las listas de la Fiscalía Militar, expuestas a los reporteros exhiben nombres de cientos de personas que investigar , detener o allanar. Los periodistas, los jueces, las secretarias de los juzgados ,los porteros, los policías filtran los nombres de los perseguidos.

Es así como llevo dos semanas recibiendo mensajes horribles para amigos, ex amigos, para conocidos y desconocidos. La idea es advertirles que les están buscando, que les allanarán la casa, o que le secuestrarán a alguien.

Hay artistas, miembros de la Coordinadora, de las ONG. Visitantes asiduos de casas determinadas, dueños de encuestadoras, otros empresarios, periodistas, señoras de la alta sociedad, policías de la cuarta y de la quinta, abogados, profesores. Las listas no terminan. Las denuncias no cesan. Los acusan militares que culpan a quiénes vieron en alguna reunión que podría considerarse sospechosa para hacerse perdonar por el Comandante y » conservar » su carrera. Compañeros de trabajo que oyeron conversaciones extrañas y ahora quieren un contrato jugoso con el Estado. Parlamentarios que encontraron la fórmula para hacer olvidar sus inasistencias y sus inconsistencias.

Se me repite el apretón en el estómago. Así como dos pensamientos simultáneos: «¿ Como se lo digo?. Y «¿ Cuando venimos nosotros? «.

Memorias de dictadura

Perdura en mi memoria lejana , un personaje llamado » flux marrón», que se le pasaba en una esquina, vigilando a alguien en mi barrio. Esperaba largas horas, a sospechosos que cometían el error de tratar de comunicarse con su familia en aquella época con escasos teléfonos , inexistentes celulares y células con deficientes medidas de seguridad. Aunque era muy visible, resultaba bastante efectivo, según los comentarios de mi familia, que hablaba de eso siempre en clave siniestra. Había arrastrado a varios vecinos a la Seguridad Nacional y alguno había vuelto torturado. Una de esas veces , dicen, esperaba a mi papá. Pero él no se apareció por casa sino después de un par de meses.

Luego, en los sesenta, recuerdo las manifestaciones, donde los policías usaban abiertamente armas de fuego contra liceístas. Y la cara de horror que puso mi madre cuando me vio el uniforme blanco y verde manchado de la sangre de un compañerito que iba delante de mí en una marcha a la que asistí, en defensa de algo o alguien que no logro recordar.

Así fueron pasando los años . Ese tipo de violencia generalizada, ese vivir un poco en estado de sitio de las épocas de Betancourt y Leoni, fue disipándose. Se focalizaba cada vez más en la ultraizquierda. En los acusados de secuestros, en los guerrilleros urbanos, unos más culpables que otros, como aquellos muchachos que fueron a entrenar a Cantaura y terminaron asesinados. En realidad aquella pulsión, aquella pasión por acabar con el contrario nunca se disipó. Evidentemente allí están casos como los de El Amparo o Los Pozos de La Muerte. Pero para mí, la persecución política generalizada se fue haciendo lejana y se volvió mas común horrorizarse por las consecuencias de las guerras civiles de Centroamérica o Suramérica. O construir la imagen de la represión europea de la segunda guerra mundial gracias a la televisión.

El acento en los últimos años de la cuarta se colocaba más bien en la denuncia de la corrupción política, de la extrema pobreza, por el contraste con los excesos de la Gran Venezuela. Toneladas de izquierdistas llenábamos los gremios, los sindicatos, los periódicos, las universidades, el Congreso de la República, prometiendo otra democracia, sin pobreza, sin corrupción, con respeto casi religioso a los derechos humanos.

Algunos de ellos, que hoy defienden al gobierno, se callan ante los matratos a la oposición en las manifestaciones, exaltan a las guardias nacionales que creen una gracia y un mérito revolcar y patear a quien proteste , ignoran abiertamente las denuncias sobre el uso de rolos eléctricos y torturas sexuales y levantan la mano a favor de la ley de Contenidos, cuando eso va contra lo que pelearon toda su vida, ellos , que ponían el grito en el cielo si algún jefe de redacción malintencionado les cambiaba un título o les retrasaba la publicación de alguna noticia en defensa de un guerrillero o del mismo comandante Chávez, cuando estaba preso.

¿En que momento se convirtieron aquellos defensores del ser humano en acusadores, en perseguidores, en torturadores, en denunciantes de oficio o en cómplices?. Como es que aquella gente , periodista o no, que pensaba en un país para todos, se hace la loca para no ver este horror, pide en una tribuna que le quiten la nacionalidad a otro ser humano, hace listas de opositores que pega en los edificios públicos, para que sean execrados y vilipendiados, aprueba los golpes y la disolución armada de manifestaciones de otros, como nazis cualesquiera y le parece una maravilla que saquen de todos los trabajos posibles a aquellos que piensan distinto ?

Las torturas son horribles solo en Irak

Debe ser que justifican la defensa de la revolución que apoyan en Venezuela con el mismo argumento que recuerda Ariel Dorfman (1) en su artículo sobre La Tentación de Iván Karamazov: «Supongamos, dice Iván a su hermano Alyosha, que sea necesario, para que los hombres sean eternamente felices, que sea inevitable y esencial torturar durante una infinitud a una pequeña criatura, tan sólo a un niño, nada más que uno. ¿Lo consentirías?»

«Las palabras de Ivan Karamazov, dice Dorfman, nos recuerdan que quiénes emplean la tortura no tienen problemas con justificarla: ese es el precio, se implica ,que deben pagar algunos escasos sufrientes para garantizar la felicidad al resto de la sociedad, la enorme mayoría que recibe la paz y la seguridad a cambio de lo que ocurre en algun sótano oscuro, algún túnel remoto, alguna estación de policía abominable.». Y nombra algunos objetivos superiores que son usados por el grupo de criminales que usa la tortura o que la comparte, que viola los derechos humanos de los demás, que maltrata al prójimo:» comunismo , mercado libre, mundo libre, fascismo, venerable líder». Nosotros podemos agregar los nuestros: la revolución bolivariana, la revolución cubana , las misiones, » el proceso», la vida del Comandante. «Los torturadores, se creen mas bien los guardianes del bien común, patriotas que se manchan las manos y puede que pasen una que otra noche de insomnio, con tal de liberar de la violencia y la ansiedad a la mayoría ignorante y ciega».

Hágase usted la misma pregunta que se hacían los hermanos Karamazov y respóndase. Es la hora.

Dorfman se refería a Irak, yo me refiero a Venezuela.

Notas

1. Ariel Dorfman, escritor chileno, autor de La Muerte y La Doncella, escribió en el periódico argentino Pagina 12 La tentación de Iván Karamazov, a propósito de » las recientes fotos que muestran a soldados británicos y norteamericanos atormentando a indefensos prisioneros en Irak».

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