Opinión Nacional

¿Por qué no ha podido Chávez?

Cuando, pasados los años, se analicen las causas que contribuyeron al derrumbe del régimen chavista, muchos elementos van a ser conjugados: corrupción, ineptitud, desorden, demagogia, populismo, el odio como inspiración, la confrontación como deporte, el insulto como argumento, exclusión o apartheid de venezolanos, militarismo, nepotismo, autoritarismo, centralismo y otros muchos. De seguro van a sobrar analistas que “supieron siempre” que el plan de implantar un híbrido político con ingredientes de Jesucristo, Marx, Fidel Castro y Simón Bolívar era un disparate. Que sabían que tal vez ese engendro sólo serviría para ilustrar cómo las dictaduras latinoamericanas de nuevo cuño (del siglo XXI), devinieron en un pastiche de caudillismo sin caudillo donde cada quien en el gobierno hizo más o menos lo que le dio la gana. Bastaba -dirán- con el santo y seña de profesar públicamente y en voz alta la veneración al comandante-presidente para tener derecho a hacer y robar lo que quisieran.

Cuando se analiza el pasado siempre se acierta en algunas cosas, pero analizar procesos, épocas o “tiempos” es un poco más difícil. No se pueden despachar estos 14 años de régimen chavista con anécdotas ni con la acumulación de conversaciones con taxistas, “que son los que saben cómo está la cosa”. El asunto es más difícil porque Chávez, aunque a la fecha está perdiendo las elecciones del 7 de octubre, no las ha perdido, hay que derrotarlo en las urnas de votación. Y si pierde Chávez las elecciones habrá que esperar unos meses para ver si Capriles y sus equipos pueden impactar efectivamente en la disminución de la pobreza y la exclusión, y logran sustituir, con obras y hechos, a Chávez en el espacio emocional de unos cuantos millones de venezolanos. Si fracasa Capriles o trastabilla podrían Chávez y el chavismo derivar en prolongada patología política y social como el peronismo lo ha sido por décadas para Argentina. Capriles está obligado a hacer un buen gobierno, un excelente y efectivo gobierno con acento hacia los venezolanos más pobres y vulnerables, lo contrario sería el desastre.

Todo lo anterior son, obviamente, conjeturas, hay que ganar primero. No obstante, sostengo que el derrumbe del “proceso”, revolución o régimen chavista, tiene una causa muy simple, que de tan evidente que es corre el riesgo de no ser considerada como la más importante y decisiva: los venezolanos no dejamos, no le permitimos, no le permitiremos ni a Hugo Chávez ni a otro gobernante implantar aquí un régimen como el que la familia real Castro Ruz (Fidel y Raúl) le impuso al pueblo cubano.

Confieso que me cuento entre los que continuamente se quejan de la manera de ser y de vivir de nosotros, los venezolanos. Me quejo de la corrupción, del sucio, del desorden, de la bulla, de los trámites absurdos y la matraca o coima generalizados; me quejo de las alcabalas, de los abusos policiales y del desprecio por las normas jurídicas; me quejo de la inseguridad y la violencia, pero nadie nos puede desconocer a los venezolanos la manera valiente y efectiva que hemos tenido para detener los intentos de un régimen todopoderoso para implantar un régimen totalitario.

Existen pocos gobernantes que tengan acumulados en su persona tanto poder como Hugo Chávez. Chávez, tal vez por el origen militar, y el dinero y los poderes que concentra sólo pueda compararse con el sultán de Brunei, lo digo en serio. Chávez acumula en su persona autoridad sobre todos los poderes públicos y todas las decisiones del Estado con una fachada democrática: las elecciones. Precisamente allí, en las elecciones, en la única cosa que Chávez no ha podido modificar (modificó la hora oficial, el escudo, la bandera, la Constitución, todas las leyes, el régimen de propiedad, las Fuerzas Armadas…) los ciudadanos nos hemos organizado para resistir y detener la pretensión tiránica del régimen: gobernadores y parlamentarios demócratas electos son unas claras muestras.

Cuando, desde la distancia, se reescriba este tiempo, tendrá que quedar documentado cómo la vocación democrática de los venezolanos, el coraje de la prensa nacional con dignidad, la tenaz y creativa oposición de los intelectuales, la intuición de las mujeres del horror totalitario en ciernes y la decisión de los jóvenes de no ser siervos sino ciudadanos, impidieron en una larga y hermosa jornada de todos los días que Hugo Chávez hiciera desde el poder lo que los Castro en Cuba, Rafael Leónidas Trujillo (a) Chapita, en República Dominicana, y los Somoza en Nicaragua.

Chávez no pudo no porque no quiso, sino porque se lo impedimos los venezolanos con el voto y la vocación democrática. No era Chávez el soberano, es el pueblo.

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