Opinión Nacional

¿Por qué Pedro Grases?

Han sido varios los hitos biográficos que hay que recordar, y celebrar, en este 2009 que comienza a terminar. Tal los centenarios de la muerte de nuestro poeta Francisco Lazo Martí(1869-1909), autor de la Silva criolla(1901), el tercer gran poema de la lírica venezolana y evocar también los cien años del sacrificio, sin duda heroico, del caraqueño Enrique Chaumer(1854-1909), patrón laico de la lucha contra la corrupción entre nosotros. Y también la primera centuria del nacimiento del memorialista y dramaturgo Víctor Manuel Rivas(1909-1965), del doctor Ricardo Archila(1909-1984), el bibliógrafo de la medicina nacional y el del maestro Pedro Grases(1909-2004), el primer erudito de nuestra cultura contemporánea. Nos detenemos hoy en don Pedro Grases para trazar y explicar el por qué lo recordamos hoy, a días de la hora en la que vio la luz en Villa Franca del Penedés, burgo de la nación catalana, cercano a la ciudad de Barcelona, España(Septiembre 17,1909).

EL HOMBRE

Siempre que se recuerda a Pedro Grases hay que retener la señas de su casa, la quinta Villa Franca en el número 9 de la avenida Mohedano de La Castellana, porque allí estuvo situada la casa donde residió con su esposa, donde crecieron sus hijos, donde estaba su sitio de trabajo, su magnífica biblioteca, a donde iban a busca de datos y orientaciones cuantos trabajaron desde los años cuarenta, cuando don Pedro se mudó a esa residencia, cuantos querían emprender con seguridad alguna pesquisa, alguna obra histórica, literaria o sobre los predios del humanismo venezolano en el que fue don Pedro su mejor conocedor contemporáneo. En esa casa de don Pedro también funcionó, cada sábado, una de las mejores tertulias venezolanas de esta época.

Don Pedro Grases era español y más bien catalán porque en una pequeña urbe de esa nación había visto la luz como ya lo hemos señalado. Hizo sus estudios en su patria, en Barcelona y Madrid, huyó de la Guerra Civil que asoló a la nación, pasó a Francia y de allí llegó a La Guaira como exilado el 17 de agosto de 1937.

Era ya un intelectual formado cuando arribó a nuestras costas, por ello muy pronto pudo emprender el largo trabajo docente e intelectual que realizó en vida, que ahora recogen los veinte y un tomos de sus Obras (Barcelona: Seix Barral, 1981-2002. 21 vols). Tan en silencio creador lo hizo, tan inusitado fue su trabajo, tan diestro, tan amplio, tan bien escrito, que don Pedro nos mostró todo el territorio de nuestro humanismo a partir del descubrimiento que hizo de la figura de Andrés Bello(1781-1865). De allí en adelante investigó y leyó la historia de nuestras imprentas y primeros impresores, fue el quien fijó el año de 1810 con aquel en que fue publicado nuestro primer libro, redactado por Bello. Ello lo llevó a estudiar la independencia y su nombre central, Simón Bolívar(1783-1830), y a todo el humanismo del siglo XIX, en el que fue nuestro experto principal. Tan cimera fue su personalidad y obra que no se puede estudiar al siglo XIX en nuestra historia, en nuestra cultura, en nuestra ciencia, sin consultarlo y sin citarlo. Y seguirá esto siendo así por mucho tiempo porque es muy difícil superar a su obra o encontrarle fisuras. Sólo en puntos muy pequeños ha sido rectificado. Por mucho tiempo nuestra imagen de Venezuela estará ligada a los estudios e indagaciones de Grases, a los muy numerosos libros que hizo editar sobre nuestro pasado y presente, al menos hasta comienzos de este siglo XXI. Era tan tenaz hombre de estudios que cuando cumplió noventa años nos confesó que sólo necesitaba unos pocos años más para dar término al libro en que trabajaba, un estudio sobre Francisco de Miranda(1750-1816), Bolívar y Bello. Sólo eso: seguir trabajando. Esa su manda, ese su legado, esa su palabra final al fallecer en su casa de La Castellana(Agosto 15,2004).

El mensaje de venezolanista de Grases está vivo en su obra escrita, formada por mas de quince mil páginas impresas, y en los libros de su biblioteca que constituyeron la base de la colección de la Universidad Metropolitana. Todos esos volúmenes, varios miles, pudieron llegar allá gracias a la adquisición de los mismos que hizo el empresario Eugenio Mendoza(1906-1979) a quien Grases impulsó siempre a coronar su obra de servicio colectivo con la fundación de una universidad. Y la Colección Grases fue la base de la formación de la biblioteca de esa casa de estudios porque los libros de don Pedro no eran solo una colección personal, la que todo escritor forma para poder trabajar, sino que era una ordenada biblioteca que tenía todas sus secciones: desde las obras a referencia hasta los volúmenes sobre historia, literatura y filología universal. Y luego su amplísima especialidad: había sido formada para el estudio de Venezuela.

EL LEGADO

Hoy al recordar al querido y admirado maestro debemos explicar con razones y fundamentos por qué decimos que fue Grases el primer erudito de nuestra cultura contemporánea. Y lo fue porque la historia es una cadena, la evolución intelectual también, y Grases partió en sus pesquisas de lo que le enseñaron los grandes maestros venezolanos que encontró aquí cuando inició su vida en el trópico, como le gustaba decir. Y ellos fueron, entre otros, Santiago Key Ayala(1874-1959) el mejor conocedor de nuestra cultura en el siglo XIX; Manuel Segundo Sánchez(1868-1945) nuestro primer bibliógrafo; Luis Correa(1886-1940) el sensibilísimo crítico; monseñor Nicolás Eugenio Navarro(1867-1960), la primera autoridad en la historia de la Iglesia venezolana; Vicente Lecuna(1870-1954) el máximo especialista en todo lo relacionado con el Libertador y sus papeles; Mario Briceño Iragorry(1897-1958), autoridad en la comprensión de nuestra historia colonial o Augusto Mijares(1897-1979) estudioso del legado moral de la República. Con maestros como estos fueron serios los fundamentos que pudo poner gracias en sus indagaciones en lo que denominó la “temática venezolana”(Obras,t.I,p.XXVII), como la denominó, lo cual fue lo que le permitió esbozar la teoría de Venezuela que subyace en todos sus textos. Y ello porque no fue Grases sólo un documentalista que reúne los materiales para el estudio de un tema. Fue mucho más allá: después de recopilados los papeles hizo la interpretación de los mismos y miró siempre aquello que Venezuela para su desarrollo debía recoger de ellos. Aquella fue la “discreta pasión” suya a la que aludió el poeta Guillermo Sucre(Ver Varios Autores: La obra de Pedro Grases. Caracas: Editorial Arte,1976,p.179).

Lo escrito por Grases es inmenso: 179 libros, 46 estudios impresos en libros colectivos; 241 ediciones, compilaciones y prólogos, toda esa masa está reunida en los veinte y un volúmenes de sus Obras. A sus escritos no los denominó Obras completas, que de hecho lo son, porque siguió trabajando hasta el fin de sus días, pese a haber titulado el tomo veinte El viaje se termina, impreso cuando ya frisaba los noventa años. El volumen veinte y uno fue compilado por su discípulo Ildefonso Méndez Salcedo. Los estudios de Grases culminan hoy con la compilación, del mismo Méndez Salcedo, Andrés Bello: documentos para el estudio de sus Obras completas(Caracas: Fundación Pedro Grases, 2004. 2 vols).

LA ESENCIA DE UN MAGISTERIO

La esencia del trabajo y del magisterio de Grases descansa sobre los siguientes hitos de investigación y análisis:
Fue él quien estableció claramente donde se había impreso, en 1764, el libro de Joseph Luis Cisneros Descripción exacta de la Provincia de Venezuela, imposible de haber sido editado en Valencia, como reza el volumen, por no existir imprenta en Venezuela en esa época. Grases aclaró el punto: había sido editado en San Sebastián, en el País Vasco, en la imprenta de la Compañía Guipuzcoana: sabemos, gracias a Grases, que el libro de Cisneros no es el primer libro impreso en Venezuela.

El segundo gran hito fue su descubrimiento de la edición de 1797 de los Derechos del hombre y del ciudadano de Juan Bautista Picornell(1759-1825) lo cual permitió le permitió una reinterpretación ideológica de la Conspiración de Gual y España de la cual el educador mallorquín fue su ideólogo. Esto le permitió a Grases escribir su sólida obra La conspiración de Gual y España y el ideario de la Independencia(Caracas: Instituto Panamericano de Geografía e Historia,1949. 300 p.).

Los estudios de Grases sobre los inicios de la imprenta en Venezuela fueron los que le permitieron no sólo vertebrar su Historia de la Imprenta en Venezuela hasta el fin de la Primera República,1812(Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República,1967. 247 p.) sino hallar, primero por vía hipotética y mas tarde obtener en el ejemplar, copia de el del Museo Británico, del primer libro editado en Venezuela: Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela el año 1810(Caracas: Imprenta de Gallagher y Lamb, 1810. 64 p.). Esto dio lugar a su obra, clave entre las suyas, El resumen de la Historia de Venezuela de Andrés Bello(Caracas: Tipografía Americana,1946. 220 p.), porque también fue hallazgo suyo, en la misma investigación, el estudio de Bello, publicado en El Calendario manual…, el cual es la más importante prosa suya de su período caraqueño(1781-1810).

En cuanto a nuestras grandes figuras fue mucho lo que nos dejó Grases.

Al estudiar la biblioteca londinense de Miranda, cuyos catálogos encontró e hizo publicar en Los libros de Miranda(Prólogo: Arturo Uslar Pietri.Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas,1967. LXX,33,44 p.), halló que allí estaba la obra con la cual había iniciado Bello su fundamental estudio sobre el Poema del Mío Cid(Santiago: Pedro G.Ramírez, 1881. XXVI,416 p.).

En cuanto a Andrés Bello fueron centrales las acciones realizadas por Grases, las que le llevaron a editar las Obras completas del humanista, cuya publicación caraqueña está considerada paradigmática como edición sistemática de las creaciones de un sabio, en este caso el mayor latinoamericano. Todo esto fue posible por el rápido encuentro en Caracas de Grases con Rafael Caldera, quien con su biografía de Bello(1935) había comenzado, a los diez y nueve años, la reinterpretación de la obra del humanista. Grases y Caldera trabajaron al unísono en aquella obra cumbre en la cual participaron también Julio Planchart(1885-1948), el padre Pedro Pablo Barnola(1908-1986) y Augusto Mijares.

Juan Germán Roscio(1763-1821) es la figura clave del 19 de Abril de 1810: eso lo sabemos hoy con certeza gracias a la edición de sus Obras ordenadas por Grases en 1953.

En cuanto a Simón Rodríguez(1769-1854) el trabajo fue mucho más laborioso: don Simón publicó su obra en fugaces folletos y pequeños libros que quedaron dispersos en nuestros países andinos. No había en su caso ni siquiera un archivo ni una biblioteca personal, imposible de organizar en una vida tan andariega como aquella. Pero Grases removió a los bibliotecarios latinoamericanos, a los gringos y europeos y se pudo tener en Caracas los materiales para los Escritos de don Simón Rodríguez(1954) que Grases compiló y años más tarde para la realización de las Obras completas, en este caso la envidia humana robó el nombre de don Pedro, el compilador de aquellos dos tomos. Pero tiene tal sentido el escribir de Simón Rodríguez que ha sido gracias a Grases que tenemos el conocimiento que poseemos sobre las reflexiones y pensamientos de este gran caraqueño. Sin Grases no lo conoceríamos con la plenitud con que podemos explorarlo hoy.

Simón Bolívar no podía faltar. Aquí las contribuciones de Grases fueron también singulares: estableció lo es la edición magistral de los Escritos del Libertador, edición crítica de los papeles de Bolívar, escribió su introducción y preparó los primeros doce tomos de la serie, todo esto hecho junto a Manuel Pérez Vila(1922-1991), el mejor conocedor de la documentación bolivariana de su tiempo, y aun hoy, pues le tocó compilar los índices del Archivo del Libertador y pudo así leer cada una de las diez mil piezas que lo forman.

Con Pérez Vila preparó Grases la edición crítica de la Carta de Jamaica, cuya lectura hoy nos permite entrar en la entraña de aquella singular reflexión. Más tarde encontró Grases en Londres la versión original manuscrita del Discurso de Angostura, la que tuvo el Libertador en manos a leerlo. La hizo editar en 1975.

En el caso de Antonio José de Sucre(1795-1830) logró culminar el deseo de su viejo maestro el doctor Lecuna de compilar sus papeles. Tal el Archivo de Sucre(Caracas: Fundación Vicente Lecuna, 1973-96. 15 vols).

Valentin Espinal(1803-1866) fue el mayor impresor y editor del siglo XIX. Fue también destacado político en una época en que actuaron los mejores que hemos tenido. Gracias a Grases es que conocemos hoy con detalle quien fue este destacado venezolano y pudimos acceder a su Diario de un desterrado, singular escrito, cuyo manuscrito guardaba su familia hacia más de un siglo y conocer los rasgos de su acción política.

En el caso de Rafael María Baralt(1810-1960) al recopilar sus obras logró ofrecernos todos los escritos políticos del historiador durante sus años de residencia y acción pública en España, ello nos llevó a descubrir una faceta particular del gran maracucho y poder vislumbrar que fue Baralt el primer socialcristiano venezolano.

Obra notable, cuya lectura espaciada es obligatoria, la constituyen los volúmenes de la serie Pensamiento político venezolano del siglo XIX.(Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República,1961-62. 15 vols) a través de cuyos textos se pueden seguir las ideas pivótales que empujaron la construcción político social de Venezuela. En aquella tarea trabajó con Pérez Vila y Ramón J. Velásquez, siempre cercanos a la mirada del presidente Rómulo Betancourt(1908-1981), siempre interesado en aquella vasta publicación que él mismo prologó.

En el magnífico libro de Ildefonso Méndez Salcedo(Pedro Grases: claves para el estudio de una obra de investigación histórica. Prólogo: Oscar Sambrano Urdaneta. Caracas: Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 2009. 267 p.) este hace hincapié también en las exploraciones que hizo Grases en las formas de nuestra historiografía, en el escribir de nuestros historiadores, en las exploraciones de nuestros bibliógrafos y en la tareas de nuestros documentalistas.

Creemos que con estos rápidos trazos hemos explicado aquí aquello que nos propusimos mostrar desde el comienzo. Todo esto hace de Grases nuestro primer erudito.

LA REFLEXIÓN DE UN MEDITADOR

Pero su constante reflexión venezolana, como en los textos de su cervantino Gremio de discretos(Caracas: Asociación de Escritores Venezolanos,1958. 88 p.) dos veces reeditado con ampliaciones(2ª.ed.Buenos Aires: Imprenta López,1960. 132 p.; 3ra.ed.Barcelona: Ariel, 1967.143 p.), publicado con la idea de responder a quienes le preguntaban quién era él, lo hacen un pensador de lo nacional, un hombre a quien Venezuela angustió siempre, cuyo mejoramiento y bienestar deseó constantemente como se puede encontrar entre los renglones de su escribir, de allí aquellas singulares “Reflexiones personales” suyas, del invierno de su vivir, que puso frente a La crisis psico-económica del venezolano de Heraclio Atencio Bello(Obras,t.XVIII,p.361-367) o las que varios años antes encabezaron el volumen colectivo 1958: tránsito de la dictadura a la democracia(Obras,t.XII,p.460-469). Estas y otras páginas ejemplares de su ideario, que se pueden espigar en sus Obras, deberían ser el fundamento para una nueva edición ampliada de aquel volumen que recoge sus pensamientos más entrañables: Gremio de Discretos.

Y hay que cerrar con unas líneas suyas(mayo 11,1986), escritas sobre Arturo Uslar Pietri(1906-2001), pero que se aplican a él: “El pasmo ante el volumen y la calidad intelectual producida por una sola persona ha hecho escribir que cuesta comprender que un solo hombre haya podido dar tamaño rendimiento a un vida”(Obras,t.XVIII,p.55). Así fue, ¡Gracias don Pedro! ¡Loor a su nombre preclaro!.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba