¿Qué puede hacer Gaviria?
Después de la visita del Grupo de Trabajo Tripartito (GTT) conformado por la OEA, Naciones Unidas y el Centro Carter con el fin de facilitar el diálogo entre gobierno y oposición, llegó a Venezuela el secretario general de la OEA y ex presidente de Colombia, César Gaviria, para tratar de buscar salidas a la crisis política antes que el engendro golpista lleve a Venezuela hacia una guerra civil y hecatombe económica.
Las misiones internacionales que han venido a Venezuela han repetido una y otra vez que su papel en el conflicto político es el de «facilitador» y no el de «mediador», como espera impacientemente la oposición pensando quizás que de esa forma se repetirá la situación peruana cuando la OEA, en su papel de «mediador», aceleró la caída de Fujimori y posterior captura de Montesinos.
La razón por la cual los organismos internacionales no pueden ser mediadores en el conflicto político venezolano es porque el país cuenta con un gobierno legítimo y democrático cuya estabilidad debe ser garantizada a toda costa. Sin embargo, las redes políticas de la oposición en el escenario internacional son tan fuertes que el GTT se debate entre los principios democráticos y el interés de la vieja política que presiona por restablecer el Estado neocorporativista dirigido por Fedecámaras a través de los partidos de oposición y la CTV. Esta situación ambivalente ha hecho que el GTT reconozca a la Coordinadora Democrática como actor político aun cuando ésta no se reconozca a sí misma por la cantidad de diferencias y encontronazos que existe entre su ala moderada, que mantiene una actitud democrática, y el ala radical que ha logrado imponer su agenda golpista.
En este contexto, las iniciativas para abrir mecanismos hacia el diálogo y el entendimiento estarán destinadas al fracaso mientras el GTT no delimite de manera clara y contundente la legitimidad de los actores políticos de acuerdo a los principios democráticos:
1. El gobierno nacional del presidente Hugo Chávez es legítimo; ha sido electo democráticamente y actualmente lo respalda un sector importante de la población.
2. La Coordinadora Democrática no ha sido elegida por nadie; en ella participan activamente dirigentes políticos, militares y organizaciones civiles que jamás se han sometido a una contienda electoral. Si bien es cierto que la coordinadora representa a un importante sector de la sociedad, su legitimidad está circunscrita al carácter participativo de la República consagrado en la Constitución Nacional que la misma oposición trasgrede. En este sentido, la única forma en que la oposición puede pretender acceder al poder político es a través del voto; y los parámetros para la realización de elecciones están contemplados en la Constitución Nacional y las leyes.
El objetivo de un proceso de diálogo nacional debe ser el desarrollo político y socio-económico de Venezuela, y no la satisfacción de intereses partidistas y/o de particulares.
Cesar Gaviria tiene la oportunidad de allanar el camino hacia el dialogo y la paz. Así como lo han repetido sus colegas del GTT, Gaviria ha señalado que la salida a la crisis política debe ser constitucional. Sin embargo esto parece no ser suficiente. Gaviria debe dejar por sentado cuáles son los principios democráticos que rigen a la comunidad internacional, y en este sentido, reafirmar la legitimidad del gobierno nacional y ser firme con la oposición, que si verdaderamente está interesada en dialogar para resolver la crisis y embarcar a Venezuela en un proceso de desarrollo, debe renunciar a la violencia y al sabotaje premeditado, y acudir a las mesas de dialogo con la única exigencia de que sus propuestas sean objeto de deliberación. De esta manera, la oposición podrá intervenir e incidir en el desarrollo de políticas públicas, siempre y cuando asuma que su papel es de «oposición», respete la autoridad del gobierno y las instituciones, y se someta como el resto de la nación, al imperio de la ley.
Sólo así, Gaviria podrá contribuir al desarrollo de una cultura política que permita solventar la crisis y ponerle coto a este gran teatro del absurdo, que a través de una patraña mediática, mantiene alienado el sentido común de la clase media, impidiéndole reconocer los principios democráticos que deben imperar en nuestra sociedad.
