Opinión Nacional

¿Qué va a pasar?

¿Qué va a pasar? Esa es la pregunta que casi todo el mundo se hace, en vista de las locuras y barbaridades del teniente coronel Chávez Frías y los suyos. Han destruido centenares, miles de empresas, grandes, medianas y pequeñas, y no paran en su afán de destrucción, que también ha abarcado varias de las mejores instituciones del país. Han dejado sin empleo a miles, centenares de miles de personas, y sólo a punta de billetes y trucos contables logran disimular parcialmente el daño que han hecho. Han acostumbrado a un porcentaje enorme de la población a vivir de la caridad oficial, sin producir absolutamente nada, y han malbaratado miles de millones de dólares en propaganda, dentro y fuera del país. Han desperdiciado inmensas cantidades de dinero por su corrupción y falta de honestidad. Y todo eso pudieran hacerlo mientras el país recibía cataratas de dólares por su petróleo. Pero eso se acabó. El bajón de los precios del petróleo y de la demanda de crudo y productos terminados venezolanos, en buena parte porque Brasil y su presidente se están aprovechando de la situación para sustituir a Venezuela como proveedor de USA y del mundo occidental, implica que pronto el país no podrá seguir importando alimentos y bienes en general, ni podrá seguir manteniendo los aparatos de caridad política que hasta ahora ha tenido. En consecuencia, lo que viene es hambre. Y el hambre va a liquidar el apoyo que hasta ahora había logrado mantener el gobierno. No hay que descartar la posibilidad de un caracazo nacional, generalizado, una reacción violenta y terrible de los engañados, no sólo contra Chávez Frías y los suyos, sino contra todo el mundo. Después vendrá la calma, pero una calma de cementerio, con un país destruido que difícilmente podrá levantarse de sus ruinas. Y lo grave es que los partidos democráticos, AD, Copei, Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia, MAS, Podemos, Causa R, etcétera, no están preparados para lo que viene. Ni lo están, salvo Carlos Ocariz y, por aquello del beneficio de la duda, quizás Graterón y Blyde, para afrontar la tarea que se impone. Ocariz ha demostrado capacidad, inteligencia, laboriosidad, imaginación y sensatez, pero es único, y con uno solo va a ser difícil salir adelante. Los demás (de nuevo con el beneficio de la duda para Graterón y Blyde) no son otra cosa que políticos de siempre, incapaces de ver que el político debe servir al pueblo y no servirse del pueblo, y demasiado ligados a un pasado que la inmensa mayoría de los venezolanos rechaza. Ojalá que entre los estudiantes que han alzado sus voces, y entre eso que llaman mayoría silenciosa, haya un número importante de gente capaz de afrontar lo que hay que afrontar. Y que el mundo occidental se apiade de este pobre país y lo ayude, no con limosnas, sino de cualquier otra manera, en especial con algo que no es fácil de dar: reconocimiento a los esfuerzos, cuando se hayan producido. ¿Pesimismo? No: pésimo es lo que está ahora. Ojalá deje de estarlo pronto, muy pronto, porque mientras más tiempo esté, más difícil va a ser la recuperación.

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